Sentado a la espera de una llamada que nunca llegó, revisando su dispositivo cada tres minutos, una nueva notificación que le indicara algún registro de amor, miraba a su alrededor, cumplía 30 años y a nadie le importó. Observó fijamente el pastel que él mismo horneó, con crema batida, elegantemente distribuída alrededor del cilíndrico pan horneado. Los refrescos de cola se habían quedado sin abrir al igual que las frituras, ni un regalo, ni un cálido abrazo lo habían acompañado.
Después de la media noche todo había acabado: el día, la incertidumbre, la búsqueda de amor y la aceptación. Entendió que estaba solo y lentamente engulló su pastel disfrutando cada bocado como si fuese el último.
OPINIONES Y COMENTARIOS