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Año: 2098. La guerra había terminado, pero había iniciado un terrible estado de sitio. Tras una larga invasión, de una raza extraterrestres llamada Ungeziefer, que duró décadas (podría contabilizarse un poco más de un siglo) y dejó al planeta moribundo, por fin la guerra había terminado y habíamos vencido. No se supo a ciencia cierta de dónde provenían las ungeziefer. Algunos ancianos, que fueron niños cuando sucedió la peor crisis de la invasión, dijeron que las ungeziefer o alimañas arribaron en naves espaciales enormes e indescriptibles. Fueron los únicos testigos y la única memoria histórica de la que se tuvo razón. No quedaron registros tras la guerra.
Tomó al menos dos décadas reorganizar las naciones y resurgir de las cenizas como sociedad humana. Muchas ciudades eran inservibles para habitarlas, así que se construyeron nuevas superestructuras, aisladas y vigiladas, pero seguras. Algunas son aéreas, terrestres y otras marinas. En las primeras viven los políticos y los altos mandos militares, incluyendo al Presidente; en las segundas el grueso de los sobrevivientes. En la tercera la escoria social y los undermen, gente que había contraído la peste que trajeron los invasores y tenían la sangre contaminada. La nave de los locos, le han llamado a la más caótica de todas, que contiene a los infectados con la peste extraterrestre y a todos los disidentes políticos. Los soldados vivimos en las superestructuras terrestres que conformaban ciudades-bloque amuralladas y debemos defenderlas. Toda la tierra está polucionada con radiación beta. Las tierras inhóspitas fuera de las ciudades-bloque son desiertos estériles y mortales; un ser humano puede vivir sólo unas horas ahí afuera. El mar es casi negro y el cielo es rojo; siempre, de día y de noche. Hemos logrado cambiar eso un poco, pero la tierra agoniza por los remanentes de la invasión.
No obstante, a pesar de las adversidades climáticas y la catástrofe radiactiva, hay alimañas aún con vida. Viven afuera de las ciudades-bloque en sociedades inmundas. Dicen, aunque yo no las he visto, que se alimentan de excremento, desperdicio y carne podrida de las superestructuras. Su sociedad siempre ha sido aberrante; son seres espantosos. A veces, los ciudadanos las observan con binoculares como una diversión escatológica. Difícilmente puedes distinguir machos de hembras. Con los vientres abultados y protuberancias tumefactas en el pecho en todos los especímenes por igual. Enormes depósitos de grasa en cuello y extremidades. Llevan el rostro cubierto por un pelo hirsuto y grueso, como cerdas teñidas con petróleo y su piel verrugosa es oscura y matizada con enormes manchas negras. Enormes agujeros nasales y apéndices gruesas y moradas, similares a los labios. Ojos negros, espantosos, como gotas de petróleo. Quienes estudian el fenómeno de la invasión remarcan que estas alimañas probablemente provienen de una cultura superior y más avanzada, pero que, los remanentes, las alimañas que llegaron con la invasión, son seres retrogradas y enajenados. Fueron enviados como una avanzada; una vanguardia que debía dejar el terreno despejado para la conquista final. Las alimañas, se supone, comenzaron a camuflarse desde hace mucho en nuestro mundo pues la ocupación fue muy bien planeada. Usaban dispositivos para hacerse pasar por seres humanos y en casi todas ocasiones tenían éxito; era muy difícil distinguirlos. Muchas alimañas lograron infectar seres humanos durante esos años; una verdadera peste apocalíptica. Consiguieron introducirse hasta niveles profundos de la sociedad; algunos expertos e investigadores apuntan que tenían siglos infiltradas en la sociedad humana. Es la hipótesis mejor aceptada por la ciencia, pues de otro modo no se explica los cómo y los porqués. Finalmente fueron descubiertas y la guerra comenzó. Poco después llegaron las naves y el planeta quedó devastado. Sin embargo, según científicos, historiadores y expertos, sus fuerzas no concretaron la invasión y dejaron a las alimañas que estaba en la tierra, solas a su desventura. Las aniquilamos gracias a una antigua alianza de naciones hecha en siglo XX durante una antigua guerra mundial (es increíble que hayamos peleado entre nosotros antes). Juraron volver, según los registros, y el peligro asecha al día de hoy. No sabemos cuándo volverán, pero sabemos que será algún día. Es nuestra certeza.
Aun cuando las alimañas ya son seres inmundos, reducidos a núcleos nefastos y sodomitas, intentan volver a las ciudades-bloque de los distritos humanos. Son patéticos. Cuando me uní a las Fuerzas de Defensa me ocurrieron un par de situaciones lastimeras en mi primera guardia. Johanna Slovoska, mi compañera de unidad, mencionó que a veces podía ver algunas alimañas saliendo de sus madrigueras y actuar como seres humanos. Me dio los binoculares y ahí las vi: era un grupo de seres reptantes que supuse hembras, pues llevaban largos cabellos amarillos y vestidos humanos hechos girones, que seguramente recogieron de los basureros que se hallan al extremo sur del distrito K-87. Eran asquerosas. Johanna volvió sus bellos ojos azules hacía mí y sonrió. “¡Mátalas!”, dijo. A pesar del enorme casco y el visor, Johanna no puede ocultar su belleza. Me sentí dichoso por compartir mi unidad con una mujer tan extraordinaria y valiente.
2
La peste era lo más peligroso a lo que estábamos expuestos. Si una alimaña logra tocarte, con su saliva o su sangre, quedas expuesto a una terrible enfermedad extraterrestre altamente contagiosa y tan peligrosa que se extiende a tus hijos y familia con una rapidez increíble; los undermen son hombres desdichados que habían sido infectados y habían infectado a familias enteras. Son ahora proscritos tan peligroso como las ungeziefer. Por eso las órdenes a la unidad han sido claras: en un primer contacto visual, lo mejor es disparar. Entre mayor distancia mejor. El sargento McKenzy nos indicó que es imprescindible matar a las crías, pues las alimañas se reproducen en gran escala. Hay mestizaje interespecie entre los undermen y las ungeziefer; es totalmente grotesco. Esa tarde, en cuanto vimos a las hembras les disparamos en la cabeza. Después a las crías que llevaban en brazos y las que corrían revoltosas en la tierra árida. Johanna me indicó que a pesar de la distancia podía percibirse el hedor hediondo de su asquerosa sangre. Sentí ganas de vomitar tras un sentimiento de culpa. “No sientas lástima por esos monstruos”, me dijo Johanna con su hermosa y blanca sonrisa. Abrigué la esperanza de besar sus labios rosados y húmedos algún día.
Esa tarde, en el campamento apostado tras la fortificación, el sargento McKenzy me hizo una observación sobre mi debilidad y mi náusea.
-Cabo Sciavoni,-dijo enérgicamente- míreme a los ojos. – ¡Míreme!- Su grito autoritario hizo que pusiera atención a cada una de sus palabras sin poder cuestionarlas.
-La humanidad está en los ojos. Esas criaturas tienen apéndices completamente negros, como los de un insecto. ¿Ha visto a las moscas? Bueno me parecen más bonitas que esos hijos de perra. No tienen ojos humanos, no hay cabida para esos seres en este planeta.
Comprendí que los seres humanos defendemos nuestra supervivencia. Nosotros, los ubermen. Este es nuestro mundo y es un derecho sagrado exterminar a esos invasores. Sentí lástima por aquellos enfermos que navegaban a la deriva en las superestructuras marinas. Ellos habían sido contaminados por la peste de las alimañas. Nosotros como especie ya sólo podemos proteger nuestras ciudades y nuestros distritos. Lo más misericordioso que podemos hacer es arrasarlos con ojivas nucleares; pero eso también nos condena. Por eso, proteger las fortificaciones es fundamental. Estudiarlos, conocerlos y aniquilarlos de uno por uno. No tienen fuerzas para iniciar otra guerra; han perdido todo, pero si queremos recuperar nuestro mundo es necesario exterminarlos y prepararnos para otra guerra, porque las naves volverán; eso nos recuerdan siempre los honorables congresistas y el Presidente. Debemos estar alertas. Si algo nos ha enseñado la historia es que los seres humanos podemos triunfar si estamos unidos.
3
Esa noche Johanna Slovoska me preguntó sobre mi familia. No había mucho qué decir: le conté que mis ancestros provenían del extremo sur del continente, una zona hoy completamente arrasada que alguna vez se llamó Buenos Aires. Mis abuelos, durante la guerra, se trasladaron al norte, a las ciudades-bloque de los sectores NyC. Una vez que pasaron la cuarentena y pudieron comprobar que no estaban infectados fueron aceptados. Muchos de sus amigos y conocidos fueron evacuados y exiliados a las superestructuras marinas. Otros más se unieron a las alimañas ante su inminente ejecución. Si estabas contaminado, era el exilio o la muerte; ellos optaron por la guerra y se aliaron a los extraterrestres, traicionando a la humanidad.
Ella me contó que su familia provenía de los distritos paneuropeos, hoy ciudades–bloque TK-439 y HJK-566. Su padre fue soldado, como su abuelo, durante los años más duros del conflicto. A ellos les tocó exterminar a las alimañas “amarillas”. Al terminar la guerra, gracias a las acciones bélicas de su familia, ganaron el derecho de vivir en esta ciudad bloque, la L.A.Wn. Tanto ella como su hermano Vlad estudiaron historia militar y se prepararon como francotiradores. Ella es una experta en todo tipo de alimañas y puede distinguir entre especies. Tiene un doctorado en ciencias biológicas. Me contó que las alimañas persas eran extremadamente resistentes, al igual que las palestinas. Las alimañas amarillas, en general, eran numerosas, pero torpes. Su número mermó con los ataques nucleares y casi están extintas. Johanna dijo que alguna vez hubo alimañas negras; y es desconcertante saber que a pesar de su aspecto asqueroso, lograron poblar un continente entero. Según una teoría, tenían poderes psíquicos, pues nadie se explica cómo no se reparó en su presencia; no se podían disfrazar y su color oscuro era muy remarcado. A esas alimañas se les exterminó rápidamente. Pero quizá las más peligrosas y horribles son las que nos toca combatir en esta muralla: las alimañas mexicanas. Son tan repulsivas como peligrosas. Han intentado cruzar hacía este lado en innumerables ocasiones sin éxito y a pesar de su fracaso lo siguen intentando. No se dan cuenta cuanto las despreciamos, porque insisten en comportarse como humanos e incluso hablar como nosotros, no tienen dignidad ni para morir. Johanna les tiene una aberración muy particular. Ella y McKenzy les disparan incluso cuando no intentan acercarse. Yo siento lástima, y algo dentro de mí me hace querer perdonarlas. Después recuerdo esa terrible enfermedad que menciona el Presidente y los congresistas y siento miedo por mi familia. Ayer le disparé a una, parecía una cría, una hembra joven con el cabello teñido de amarillo y la boca pintada con labial rosa; seguramente recogió de un basurero su maquillaje y el vestido púrpura que ceñía a su horrible anatomía. Me dio tanta pena su patético intento por parecer un ser humano y quise acabar con su horrible existencia. Antes de jalar el gatillo me miró por el lente, fijamente, supo que la iban a matar. Vi esos horribles ojos negros y supe que no era un ser humano. McKenzy tenía razón. Johanna aplaudió mi disparo; hice reventar la cabeza de esa perra. Slovoska se sintió tan excitada que esa noche se entregó a mí. Pude hacerle el amor a ese maravilloso cuerpo blanco y esbelto, adornado con esa rubia y larga cabellera. La belleza del ser humano es maravillosa; y es curioso como la muerte de una alimaña nos uniera en el amor. Planeamos casarnos y clonar un bebé, pero no decidimos si llevará sus ojos azules o mis ojos verdes.
Traducido de inglés a español por W.W.K.
Ilustración: Jakub Rozalski
Artículos Indeterminados 2015-2018
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