Mi felicidad se va,

Cual pluma al viento,

Esfumándose lento.

Tristeza me da

Cuando me faltas dentro,

Cuando siento tu desprecio,

Cuando en tu mente encuentro

Que para ti soy un necio.

Eres la joya que se volatizó en mis manos,

Un rayo que pasó por mis pantanos,

Cuya luz sólo pude apreciar un instante.

Vasto fue mi desacierto

Que ahora me cobra contigo distante.

Me invade esta culpa que siento.

No creo que me valga el esfuerzo

Que pensé haber puesto

Desde aquél comienzo.

Fuiste la estrella fugaz que me iluminó

Mi noche eterna, pero no terminó.

Espero sentado en esta penumbra

A que un ángel me devuelva a la tumba.

Deseoso, miro las sombras del cielo

Para ver tu magnificencia, vive Dios,

Otra vez, y al menos, poder decirte adiós.

Quisiera congelarme en el hielo,

Quisiera un sueño… que no acabe,

Sólo para tu ausencia no ver

Y que mi poca alegría no se menoscabe.

Un sordo yo quisiera ser

Para no oír el silencio de tu voz.

Anósmico me habría de hacer

Para no saber de tu retirada precoz,

Para no darme cuenta de la lejanía de tu perfume.

Prefiero dejar de sentir para que no me abrume

Carecer de ti, de la belleza que tu existir presume,

Para parar esta depresión que me consume,

Que desgarra mi pecho y vientre, que exhume

El dolor que ahora por mí trazume.

Mientras espero que mi inválida vida termine

Miro arriba, para ver

Si vuelve el amanecer,

Para intentar contemplar

Tu milagroso regresar,

Sólo para que cuando mi existir culmine

Lo haga con el recuerdo de ti, de tu rocío;

Sólo para que cuando regrese al vacío

Lo haga con algo que me proteja del frío;

Yo aún en tu perfección confío

Para dejarme haber disfrutado de este efímero amorío.

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