Una serendipia…
Azotado bajo el látigo de una rutina aburrida,
En una época de agonizantes conflictuaciones,
Con una personalidad pudorosa y bífida,
Con un tormento que me deja ahíto de fluctuaciones.
Con todo lo que me agobia de mera atonía,
Si el más mínimo asueto me diese,
Tal vez algo de brío tendría,
Si sentir tu beatitud pudiese.
Soy la luciérnaga de más tenue luminiscencia,
Una cosa que, superflua y atroz,
De valor sólo tiene su arcana conciencia,
Pero que no dejará de deleitarse con tu meliflua voz.
Soy el iceberg que se derrite con tu llama,
El petricor que, con más de tu lluvia, más te ama;
La hoja seca que vuela con tu brisa,
El bramido que, con tu alegría, se convierte en risa.
El jazmín que te envuelve
Me hace atisbarte constantemente,
Al volverte a ver, el auge vuelve
Y de ataraxia se llena mi mente.
Eres el sol cuya aurora se postra en mis mejillas,
Que pronto en arrebol, me convierte.
Afloras paz en mí, cuando brillas.
Beato soy con el hecho de poder verte
Eres mi cándida serendipia agraciada,
Que me da cabida a una dicha perenne,
Que en asidua limerencia me tiene,
Que me vuelve una persona nefelibata, encantada.
Me arraigué en la batista de tu presencia
Para asir el gusto por tu bonhomía
Para gozar de tu hermosa decencia
Para detener esta barahúnda mental mía.
Tu inefable belleza oculta
Estremece este sentimiento acendrado,
Acaricia airosamente mi alma con solo estar a mi lado.
Mondas mi mente con tus etéricos ojos.
Ornas mi ser con la dulzura de tus labios rojos.
Al ser yo mismo quien me gasta,
Encontrarte fue un bálsamo para mí,
Un alivio, que sólo pide más de ti,
Un consuelo que dice que contigo basta.
OPINIONES Y COMENTARIOS