EL SABER SÍ OCUPA UN LUGAR

EL SABER SÍ OCUPA UN LUGAR

-¡EN BREVES MOMENTOS SE CERRARAN LAS INSTALACIONES ROGAMOS VAYAN ABANDONANDO EL EDIFICIO!- La megafonía retumbó en toda la sala como un reloj seco que da las horas y se pierde en el eco del tiempo. Noa terminó de subrayar el párrafo del texto que estaba estudiando. -Otra tarde más- pensó, y recogió sus folios de forma ordenada, y pausada como tantas y tantas otras veces en sus largas tardes de estudio. Dejó su libro de filosofía del Derecho sobre la inmaculada y blanca mesa.-Por hoy ya no hay más “sentido del Derecho”-, dijo sonriendo, mientras leía la tapa del libro que había dejado sobre la mesa. Terminó de recoger sus bolígrafos y apuntes y los guardó cuidadosamente en su carpeta archivadora.

Ya no quedaban estudiantes en la sala de estudio, la estancia era una gran sala rectangular muy amplia con grandes focos sobre el techo como grandes luciérnagas blancas, y bajo los altos techos, en las paredes, se disponían estanterías repletas de volúmenes de todo tipo de libros, grandes, pequeños, gastados, nuevos, como grandes columnas coloridas dando forma a una obra escultórica cultural que daban testimonio mudo del conocimiento. Juan, el bibliotecario, ya había dispuesto en orden todos los libros en sus estanterías, Derecho Civil, Derecho Romano, Código Penal…en riguroso orden de entrada por numeraciones sistemáticas y alfabéticas preparados para otra jornada. Se apreciaba un olor a papel de libros, a cuero, a madera que daba una sensación de calidez y a la vez de sobriedad a la sala.

Es curioso cómo puede cambiar un espacio en unos pocos minutos, una hora antes estaba repleta de estudiantes, libros revueltos sobre las mesas, susurros y un ir y venir sin cesar de personas que recogían manuales o simplemente pasaban apuntes a limpio sentados en sus mesas, con sus cabezas agachadas, silenciosos, como en una hipnosis colectiva.

Noa se levantó de su sitio de siempre, al fondo, en donde se tiene visión de todo y de nada, rodeada de un sinfín de libros callados

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esperando para ser abiertos y mostrar toda su sabiduría a aquellos inquietos que quieren aprender y buscan el saber en ellos. Con paso tranquilo, se colocó su bolso cruzado, se abrochó su chaqueta, se envolvió con su bufanda burdeos y se dirigió a la puerta de salida de la sala.

Era un sótano, en donde apenas había luz aunque había grandes ventanales pero como el edificio estaba construido imitando los castillos medievales, el sótano daba a la parte baja de un gran foso de piedra gris que lo rodeaba por completo. La planta del sótano semejaba un espacio casi de laboratorio en donde quedaban confinados los que buscaban el saber y los estudiosos nerviosos que pasaban tardes y noches en vela antes de la época de los exámenes.

La atmósfera estaba cargada, era de noche y hacia viento. Noa subió las escaleras que daban a la planta principal, un amplio espacio abierto de suelos de madera color nogal que chirriaban como un violín malsonante, y mas y mas columnas con estrechos pasillos entre ellas.

Esa noche era especialmente oscura, se podía oír más que nunca el viento, pues la biblioteca estaba dispuesta en un espacio del Campus apartado de los aularios y los departamentos. Noa salió del edificio a través del puente de madera de teka, y tras de ella se dibujaba la silueta solemne de una gran mole de ladrillo rojizo cara vista con amplios ventanales y aún en la en la semipenumbra se podía dilucidar todavía algún estudiante rezagado como ella, o simplemente estaban allí fumándose su último pitillo con algunos compañeros antes de volver a casa.

Mientras salía, Noa buscó en su bolso su móvil. -¡vaya!- ¡No lo encuentro!-¡Me lo habré dejado abajo!-Exclamó sorprendida, y claro, hoy en día es lo que tiene la esclavitud de la modernidad, no somos nadie sin móvil…. caprichos del progreso.

-Espero que no hayan cerrado aun-…se dijo a sí misma.

Volvió de nuevo sus pasos hacia atrás, dirigiéndose a la puerta de entrada. -¡Que bien, he tenido suerte, todavía no han cerrado!- pensó.

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Cuando fue a disponerse a abrir la puerta, lentamente se abrió, ésto le sorprendió pues las puertas de entrada son grandes estructuras de hierro y vidrio que no se abren fácilmente, incluso hay que empujarlas con bastante fuerza para poder entrar y sin embargo, la puerta… se había abierto… prácticamente sola. -Debe ser el viento- pensó, y con paso nervioso entró de nuevo en el edificio.

No había nadie ya en información, -supongo que hoy habrán salido antes-, pensó. Y miro su reloj, -bueno no es tan tarde, solamente son las nueve-, la verdad es que se quedo extrañada pues no había nadie en todo el hall. Miró a su alrededor girando su cabeza de un lado a otro, tratando de ver si todavía quedaba alguien allí.

Las salas de estudio laterales que daban al hall ya estaban apagadas, se perdían en la penumbra y apenas se podía apreciar las formas de las estanterías y los pasillos. Solamente se veían las luces de emergencia rojas inquietantes como ojos que la vigilaban.

De pronto, un golpe. – ¿que ha sido eso? Se sobresaltó Noa, -¿de dónde ha venido ese ruido?-.Lentamente giro la cabeza hacia donde había procedido ese sonido de ultratumba pero allí no había nadie solo la oscuridad y la nada.

_ ¿Hay alguien ahí?…

Nada. No escucho nada, solamente el ruido de las ramas de los árboles moviéndose por el viento. Permaneció quieta escuchando con la mirada puesta hacia el pasillo sombrío de su derecha pero no oía ni veía nada.

-Ha debido de ser una puerta- pensó… y siguió andando…

La madera chirriaba de forma fantasmal y parecía como un lamento un susurro lúgubre que provenía del subsuelo…

De pronto, otro golpe. Esta vez más fuerte que el anterior que volvió a retumbar en todo el hall perdiéndose entre los pasillos.

Noa abrió los ojos y se volvió rápidamente de nuevo hacia la zona de donde provenía ese golpe. De nuevo nada…volvió a preguntar esta vez

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más fuerte. -¿Hay alguien ahí?- Nerviosa y asustada su respiración se entrecortaba y empezó a notar como su pulso se aceleraba rápidamente.

Que silencio sepulcral que calma tensa, y nadie a su alrededor, no había nadie.

¿Sería posible que no hubiera realmente nadie? ¿Que estuviera sola allí? Todo parecía muy extraño y sin sentido no podía entender que era lo que estaba ocurriendo.

Nerviosa y asustada, tomó de nuevo el pasillo que se dirigía al sótano, todavía con luz. Bajo las escaleras rápidamente que daban a la sala de estudio.

-Espero que abajo este todavía Juan, el bibliotecario sino me muero allí sola- pensó.

Llegó al pasillo central que daba a la sala de estudio. -¡Si! Parece que hay alguien-. Y se alegró enormemente -todavía hay luz, he llegado a tiempo-.

Entro en la sala central en donde se realizan todos los préstamos y devoluciones de los libros y cuál fue su sorpresa cuando se dio cuenta que ¡tampoco había nadie! ¡Pero si yo he visto a alguien aquí dentro! Pensó espantada.

No puede ser verdad aquí había alguien lo he visto con mis ojos….

-Esto no me gusta Noa- se dijo a sí misma, voy a coger el móvil y me voy corriendo de aquí.

Su corazón ya no latía del miedo, estaba asustada y nerviosa le recorrían escalofríos sin fin por todo el cuerpo. -Y pensar que aquí estoy cada día a diario estudiando, y ahora estoy aterrorizada-.

Se dirigió a la sala a buscar el móvil y de pronto, otro golpe, y se apagó la luz.

¡Ahhhh!- emitió un grito de miedo que retumbó en toda la sala. Y empezó a temblar.

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La oscuridad más absoluta se cernió sobre ella. Ya no había libros ni mesas ni sillas ni estanterías. Solo oscuridad, una oscuridad vacía y atroz que la envolvía y que le helaba la sangre. Comenzó a correr y tropezó con una silla cayendo al suelo. Allí tendida inmóvil, asustada y llena de espanto y horror se sintió abandonada y sumida en una realidad irreal y oscura.

De pronto, otro golpe seco. Trató de levantarse temblando de miedo y noto el tacto de metal frio y redondo, era la pata de una silla, logró agarrándose a ella incorporarse y ponerse en pie.

De pronto, apareciendo de la nada, comenzaron a verse unas pequeñas luces como estelas brillantes flotando por la sala. -¡No puede ser cierto lo que estoy viendo!- Noa era incapaz de moverse, permanecía inmóvil anclada al suelo como si una fuerza invisible la hiciera permanecer allí de pie quieta.

La sala oscura estaba invadida por pequeñas luces que iban de aquí para allá parándose en libros moviéndolos haciéndolos volar por doquier. Era un baile fantasmagórico y terrorífico como una danza espectral de libros abiertos volando de un lado a otro y volviendo a su sitio.

De pronto, una de esas luces se acercó despacio delante de su rostro como observándola. Noa pensaba que iba a morirse en ese mismo instante y tragando saliva se atrevió a preguntar.

-¿Qué sois quienes sois? ¿Qué hacéis aquí?-…

La luz permaneció fija delante de ella y poco a poco comenzó a brillar más y más con una claridad blanca que le impedía apenas abrir los ojos. Era como un resplandor cálido, y de pronto, sintió como su miedo fue desapareciendo poco a poco invadiéndole una sensación de tranquilidad dejándola todavía más confundida. Fuera lo que fueran aquellas luces brillantes no le harían daño.

-Noa, no tengas miedo- le susurró la luz. Somos el Espíritu del Conocimiento.

-¿El conocimiento?- Preguntó Noa.

-Si Noa, El saber el espíritu del saber, la cultura, el arte, las ciencias, este es nuestro hogar nuestro refugio, siéntete afortunada pues no todos tienen la gran suerte de poder apreciarlo. Hemos permanecido

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siglos y siglos acompañando a grandes sabios de la cultura, de las artes, de la literatura, de la poesía, somos fuente de inspiración de poetas, de escritores, de inventores de científicos. Este es nuestro sitio, aquí os damos perseverancia, os ilustramos, y tu eres muy especial para nosotros Noa por eso hemos querido que estuvieras aquí.

-¡Esto debe ser una broma!- exclamo Noa- No es posible, no eres real debo estar soñando, yo no soy nadie-. Dijo extrañada.

Si, es cierto-, le contesto la luz, pero… ¿Cómo crees que se forjaron los grandes sabios de todos los tiempos?. En sitios como estos, en la Edad Media en los monasterios, las Abadías, y durante el Renacimiento, en los talleres de Miguel Ángel, Leonardo, Botticelli, ellos aportaron a la humanidad todo el saber a través de sus libros sus ensayos sus obras que quedaron para siempre y permanecerán para toda la posteridad. Así también pues vosotros contribuís para el conocimiento de vuestro siglo. Noa, ¿tú piensas que no vale nada el saber? ¿La cultura? ¿El conocimiento?.

Noa permaneció callada un instante, y mirando fijamente a la luz contestó -claro que es importante – El saber nos hace grandes por dentro aunque seamos pequeños por fuera. Dijo sonriendo. Pero yo no soy especial, no tengo nada especial para que me hagáis este regalo.

Si eres especial, mira a tu alrededor, vivimos en una época en donde no se valora el conocimiento. El ser humano ha sucumbido al imperio del egoísmo, la injusticia y el materialismo. Vengo a traerte un mensaje, tu eres una elegida, estudias las Leyes, la Justicia, tienes en tu mano el hacer el bien y aplicar el bien, terminarás tus estudios y harás grandes logros para la humanidad porque cambiarás las leyes y serán más justas. Y será gracias a personas como tú que con su perseverancia, su dedicación y sus valores lograrán el cambio que espera la humanidad en este siglo.

Noa se mantuvo quieta con los ojos muy abiertos, bajó su cabeza y se quedo pensativa, meditando sobre lo que le había dicho el Espíritu del Conocimiento. Permaneció allí, inmóvil, en aquella sala que iba a cambiar para siempre su vida. Con lágrimas en sus ojos levantó la vista y las luces comenzaron a desvanecerse.

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Inmediatamente se encendió la luz de nuevo y entro Juan el bibliotecario. –Noa ¿Qué haces aquí tan tarde?. Casi te dejamos dentro, por cierto ¿no te habrás dejado tu móvil?-. Noa con lagrimas aún en sus ojos y todavía conmocionada por lo que le acababa de ocurrir, un poco confusa, le contestó,- Si, me he dejado mi móvil, gracias Juan, hasta mañana- contestó, y con una sonrisa se dio media vuelta y lentamente se dirigió hacia la salida de la biblioteca.

Ya no hacia viento, ni frío, Noa caminaba pensativa por la calle, no escuchaba el ruido de la ciudad, de las gentes, de los coches, las palabras del Espíritu del Conocimiento se repetían una y otra vez en su cabeza. De pronto, sonó su móvil. Lo buscó en su bolso, alguien le había mandado un mensaje. ¡Qué extraño!, pensó, no tiene remitente.

El mensaje decía así..: “El saber, sí ocupa un lugar, ese lugar al que tu acudes cada día es su lugar”. Noa con una amplia sonrisa cerró su móvil y lo volvió a guardar en su bolso, tomó su carpeta archivadora se la puso debajo de su brazo, se anudó de nuevo su bufanda, y siguió caminando… a casa.

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