Nos encontramos en la cocina de la residencia de José Javier Ezquerra Bernal, quien no tardará en presentar a él y a su invitado. Sentados ambos dos en torno a una mesa de mezclas conectada a un ordenador, discuten los pequeños detalles del programa antes de comenzar a grabar. Finalmente, tras volver a ofrecer a su invitado una bebida que éste vuelve a rehusar y preguntarle si le parece bien que comiencen a grabar, José Javier comienza el programa. Escuchamos la sintonía, música de Isao Tomita, muy utilizada en programas de esta temática. A los treinta segundos, José Javier, ya metido en su papel de locutor, baja el volumen e interrumpe la sintonía recitando de memoria la entradilla habitual:
—Buenos días, buenas tardes o buenas noches, según a la hora en que nos estéis escuchando, queridos oyentes. Aquí estamos una semana más en “La hora 180”, vuestro podcast de actualidad y misterio. Presentado por éste que os habla, José Javier Ezquerra Bernal, intentaremos daros una perspectiva contrastada sobre esos temas de los que no se habla en los medios de comunicación convencionales. Podéis encontrarnos en nuestra página web, tres-uves-dobles-la-hora-cientoochenta-punto-es; en las radios libres “Dredd FM”, “Radio d’Estroncio”, “Onda Cuttlas” y “Museum FM” o en las plataformas de audio habituales.
José Javier sube de nuevo la música durante unos segundos, hace una seña a su invitado y la vuelve a bajar para empezar el programa en sí.
—Hoy, queridos oyentes, vamos a hacer un programa ligeramente distinto a lo habitual. Hoy vamos a dar voz a los que no tienen voz. Hoy vamos a denunciar los abusos de los poderosos. Para ello, contamos con un invitado cuyo nombre muchos conoceréis; por desgracia para él, está de rabiosa actualidad y no para bien: los medios de comunicación convencionales asocian su nombre a actividades tan sórdidas como el satanismo o la pederastia…
Su invitado mira a José Javier con expresión de disgusto, pero no interrumpe.
—…pero hoy tendréis la oportunidad de escuchar la verdad, ¡la Verdad sobre la que no os hablan los medios de comunicación convencionales!; conocer quién mueve los hilos que pueden hundir la reputación de una persona en el fango; descubrir cómo se puede destrozar la vida de una persona normal con injurias y manipulaciones, y todo ello gracias a nuestro invitado: Antonio Latorre Pisón. Hola, Antonio, recibe nuestros más cordiales saludos.
—Hola, José Javier, gracias por invitarme y gracias por esta oportunidad para…
—Gracias a ti por venir a ésta, nuestra casa del misterio, que es también la tuya —interrumpe José Javier—. Debo señalar que he podido contar con la inestimable presencia de Antonio gracias a un amigo común, un buen amigo que nos ha puesto en contacto. Gracias a él, he podido escuchar la historia de Antonio y quiero compartirla con vosotros, queridos oyentes. Es posible que muchos, como he dicho, conozcáis parte de su historia: las falsedades expuestas por los medios de comunicación convencionales, pero hoy, repito, ¡hoy vamos a conocer la Verdad!, esta Verdad a la que tan aficionados somos en este problema. Antes que nada, vamos comenzar por el principio, Antonio, ¿cómo contarías tu historia a un oyente que no supiera nada sobre ella?
—Bien, me temo que es complicado, casi todos los oyentes habrán oído las mentiras que cuenta sobre mí la prensa…
—Por eso estamos aquí, Antonio, para que puedas limpiar tu nombre, ¡para que puedas iluminar esta obscuridad a la que te han condenado!
—Bueno, pues intentaré comenzar por el principio —prosigue Antonio, un poco harto de estas interrupciones—. Mi nombre es, como ha dicho José Javier, Antonio Latorre Pisón, tengo veintinueve años y nací en Zaragoza, donde vivo. Estoy casado, sin hijos, y quiero mucho a mi mujer. Actualmente estoy en el paro y preparo las Oposiciones para Secundaria en la especialidad de Matemáticas…
—¡Así que no eres un “parásito improductivo”!, como te han llamado algunos medios de comunicación convencionales. Como pueden escuchar nuestros oyentes, hablo con una persona normal, desempleada sí, igual que tantos y tantos jóvenes de esta generación, a la que algunos se refieren como “generación perdida”, pero es una persona que no está inactiva, sino que busca un sueño: ¡ser profesor de Matemáticas! Hablo con una persona que se levanta todos los días a luchar y a trabajar por ese sueño. Pero sigue, Antonio, te he interrumpido.
—Sí, sí…, como decía, estoy preparando las Oposiciones de Secundaria y debido a esto paso casi todo el día en casa. Tengo un cuarto para estudiar y allí paso mis días, estudiando y preparando contenido didáctico.
Antonio hace una breve pausa antes de proseguir, parece sorprendido por no haber sido interrumpido todavía:
—Llevamos poco tiempo viviendo en esta casa, mi mujer y yo nos mudamos hace menos de un año y apenas conocemos a los vecinos. Casi que mi única relación era con la vecina de al lado, Ángela…
—¡Ángela de Felipe Royo!, la famosa Ángela de Felipe Royo de quien tanto se ha hablado en los medios de comunicación convencionales y tan poco se ha contado, en realidad, sobre su figura. La difunta Ángela de Felip…
—Si, efectivamente —se atreve a interrumpir esta vez Antonio—, pero, José Javier, no me interrumpas, por favor, que pierdo el hilo…
—Lo siento, Antonio, mis disculpas, yo sólo quería informar a nuestra audiencia, complementar tu relato. Pero, efectivamente, entiendo que las interrupciones, a veces, pueden ser molestas. Sigue, por favor, con tu historia.
—De acuerdo, de acuerdo… —intenta proseguir Antonio— Eso, que Ángela era la única vecina con la que tenía relación en el bloque. La pobre vivía sola y sus hijos, que tan preocupados están ahora por ella, nunca la visitaban. Un día me la encontré en el portal y le ayudé a subir las bolsas de la compra, me invitó a tomar café, hablamos y, poco a poco, comencé a pasar algún rato después de comer para jugar con ella a la Escoba o al Siete y Medio…
—¡Un gesto que te honra!, Antonio, un gesto que engrandece tu persona, si me permites decirlo.
—Gracias, José Javier —dice Antonio, más fastidiado por la interrupción que agradecido—, sí, supongo que sí. El caso es que al final se convirtió en una costumbre: después de comer, pasaba una hora o así con ella; jugábamos a las cartas, tomábamos el café y ella me contaba todo lo que no podía contar a nadie: la película que había visto a la noche, lo caro que esta todo, lo mala que es la gente en bici… ¡lo típico de una persona mayor! Y, así, pasaron un par de meses hasta que un día la llamé, pero no estaba en casa. Luego me enteré de que estaba en Urgencias, ¡a la pobre le había dado una embolia comprando el pan! Había planeado ir a verla al día siguiente al hospital, pero ya fue tarde, al menos la pobre parece que murió sin sufrir…
—¡Una muerte trágica! —parece que José Javier ya no aguantaba callado—, como todas las muertes, no hay muerte buena, queridos oyentes…
—Sí, José Javier, sí… La verdad es que me di cuenta de que le echaba de menos y todo, a veces era un poco pesada, pero era agradable estar con alguien un rato después de comer, ¿sabes?, mi mujer come en el trabajo y estoy solo casi todo el día…
—Pero esto sólo fue el principio, el principio de esta tu rocambolesca historia, el comienzo de la tragedia que estás viviendo, el comienzo de tu persecución. A continuación sucedió todo lo relativo a la herencia…
—Eso quería contar ahora…
—Sigue, sigue, por favor, Antonio, no quisiera interrumpirte.
—Pues eso, el tema de la herencia —continúa Antonio, casi resignándose a que no habría forma de evitar los cortes esporádicos—: a las pocas semanas, me llamaron de la notaría y me dijeron que Ángela me había nombrado legatario de…
—Es posible que alguno de nuestros oyentes no conozca el significado de esa palabra. ¿Se lo puedes explicar, a ellos, por favor? —pregunta José Javier, más interesado en que se la explique a él que a la audiencia— Es posible que la jerga legal y el funcionamiento de este tipo de procedimientos legales no sean de común conocimiento para algunos de ellos.
—Si, claro, claro…, yo también descubrí esa palabra entonces: legatario es una persona a la que le dan una parte concreta de una herencia, como es mi caso, mientras que heredero es el que recibe y gestiona la herencia íntegra o casi íntegra, con todas las obligaciones y deberes que supone…
—Gracias, Antonio, muchas gracias por tu clara respuesta.
—Eh…, de nada, de nada… Bueno, como estaba diciendo, Ángela me nombró legatario. Como luego me pude enterar, había cambiado su testamento tres días antes de morir y me había legado una cantidad bastante importante de dinero…
—¡Tres millones de euros! —exclama José Javier, haciendo caso omiso de la mirada amenazadora de Antonio— ¡Tres millones de euros!, ¡nada más y nada menos! Puedes decirlo, Antonio, esta información ha sido dada en prácticamente todos los medios de comunicación convencionales.
—¡Sí!, ¡vale!, pero no me gusta demasiado que yo sea el que lo diga. Como te contaba, la pobre me había legado bastante dinero…
Antonio se aclara la voz para intentar ordenarse un poco después de tantas interrupciones.
—¡La pobre Ángela!, la verdad es que estaba forrada la mujer, creo que su patrimonio ascendía a varios cientos de millones…
—¡Varios cientos de millones! —vuelve a recibir la mirada amenazadora de Antonio— ¡Varios cientos de millones! No creo, entonces, que a sus herederos les deban importar tres millones más o menos.
—Pues sí que les importan, ¡y cómo! Esa es la clave de esta historia…
—Cuéntanos, Antonio, cuéntanos la clave de ésta, tu historia.
Antonio mira a José Javier, queriéndole decir con la mirada que ya bastaba de interrupciones. Desgraciadamente, este último siempre ha sido muy poco sensible al lenguaje no verbal.
—Pues verás, ellos me han dicho, ¡literalmente! —dice, marcando esta última palabra—, que para ellos es una cuestión de principios: me han dicho que soy un seductor de tres al cuarto, que encandilé a su pobre madre y que si no renuncio a mi parte de la herencia, acabaré en la cárcel o muerto…
—Pero ¡eso es una amenaza en toda regla! —vuelve a interrumpir José Javier, esta vez más por indignación que por ganas de hablar.
—¡Sí! ¡Lo es! Y he intentado denunciarlo, pero me han dicho que no puedo hacer nada. Escucha José Javier: un día, una persona se me acercó por la calle, me dijo que hablaba en nombre de los herederos y me amenazó diciendo todo esto. Llevaba sombrero, gabardina, barba postiza y gafas de sol, parecía de chiste, ¡pero de chiste nada! Lo intenté denunciar y me dijeron que podía ser cualquiera, que no había manera de relacionarlo con los herederos. Desde entonces me han estado haciendo la vida imposible.
—Sí, Antonio, en los medios de comunicación convencionales podemos ver que ha habido una campaña de desprestigio de tu persona: se ha asociado tu nombre a infames casos de satanismo y pederastia. Se ha dicho que intentabas seducir a la pobre Ángela, ¡seducir a una pobre anciana!, para quedarte con su dinero. Se ha dicho que…
—¡Mentiras! ¡Joder! —explota Antonio cuando ya no puede más— ¡Todo eso es mentira!
—Si, Antonio, pero tranquilízate, intenta, por favor, no utilizar palabras malsonantes, ya que tendré que editarlas, y cuenta a la audiencia todo lo que me has dicho antes de comenzar a grabar.
Se escucha la respiración de Antonio mientras intenta controlarse.
—Perdón, José Javier… Comenzaré diciendo que estas injurias son muy graves para alguien como yo, los medios ya me han señalado con el dedo, ¿cómo voy a trabajar de profesor de Secundaria con todas estas calumnias sobre mí?
—¡Exacto!, podemos ver lo grave que puede ser una difamación, pero vamos a las acusaciones concretas: comencemos con el satanismo…
—¡Satanismo! ¡Ja! —pequeña pausa para intentar relajarse— De joven estuve en un grupo de Black Metal, llevábamos pelos largos y pintas, pero ¡tenía dieciséis años! ¡Ni siquiera sé cómo han podido conseguir esas fotos! —otra pausa para tranquilizarse— Mira, en esas fotos aparecemos haciendo poses que habíamos copiado de discos sin saber que eran, eramos críos intentando parecer duros y hacer la música más bestia que pudiéramos.
—Entonces, ¿es mentira que pertenezcas a una sociedad secreta de adoradores de Satán?
—¡Coño! ¡Claro que es mentira! Perdón por el taco, José Javier.
—Tranquilo, luego lo editaré. Tranquilo Antonio, sigamos: ¿qué me puedes decir sobre esas graves acusaciones de pederastia?
—¡Pederastia! ¡Son fotos mías bañando a mi sobrino! ¡Debería denunciarles yo a ellos por publicar fotos de un menor desnudo!
—Y, ¿qué me dices sobre…?
—¡Mentiras y más mentiras! Si sólo la mitad fuera verdad, ya estaría detenido ¡Joder!… ¡Perdón! Mira, José Javier, no sé cómo lo han hecho, pero ha conseguido fotos de toda mí vida, fotos que ni siquiera yo conocía. Y han hecho que las publiquen todos los medios de comunicación…
—Pero todavía queda un espacio para los medios de comunicación alternativos como “La Hora 180”, Antonio, estamos encantados de proporcionarte un espacio libre donde puedas exponer tu caso…
—¡Sí! ¡Sí!, eso espero, pero escucha, he intentado defender mi caso en Internet. He creado una web, pero han saturado el servidor por ataques DDOS…
—¿Podrías explicar a la audiencia, por favor, de qué se trata un ataque “dedos”?
—¡DDOS! ¡Un ataque de denegación de servicio! Han contratado a unos hackers rusos que mandan más peticiones de acceso a mi página que las que puede soportar el servidor y la web está continuamente caída. He intentado cambiar de dominio, pero en cuanto subo el contenido vuelven a tirar la página. Además, han conseguido borrar mis perfiles de redes sociales, borran mis comentarios de las webs de los periódicos, ¡hasta me expulsan de foros privados!
—Pero, ¿cómo es posible que alguien pueda hacer eso? —pregunta José Javier, intentando alejar el tema de las nuevas tecnologías para no caer más en evidencia— ¿Quién puede tener tanto poder, tantas influencias, tantos medios para acallar tu voz?
—Pues todo es porque los hijos de Ángela controlan este país. ¡Escucha!, te voy a decir sus nombres y a qué se dedican, nunca te lo podrías imaginar…
Ring, Ring, suena de repente el teléfono, interrumpiendo a Antonio y estando a punto de provocarle un infarto.
—Tranquilízate Antonio, es sólo el teléfono —dice un José Javier que ha abandonado de repente su papel de locutor—, voy a ver quien es y luego editaré esta parte. Seguro que se trata de propaganda o algo así.
José Javier va al salón a contestar el teléfono. Antonio no puede verlo, pero si lo viera podría apreciar como poco a poco se pone más y más blanco sin que su interlocutor le deje decir nada. Finalmente, sólo puede tartamudear un «Sí, sí» tras la inevitable pregunta de «¿Lo has entendido?».
Cuando vuelve a la cocina, apaga la mesa de mezclas y comienza a borrar lo grabado del programa sin siquiera mirar a Antonio.
—Son ellos, ¿verdad? —pregunta Antonio, aunque ya sabe la respuesta.
—Sí —responde José Javier con tono apagado—, pero ¿como pueden saber…?
—Lo saben todo; por un momento, tenía esperanza en que pudiera hacer esta entrevista y en que ellos no se dieran cuenta hasta que estuviera subida en todas tus plataformas y radios. ¡No te puedes imaginar las vueltas que he dado antes de llegar a tu casa! ¡No he hablado con nadie! No entiendo como alguien puede saber que estoy aquí.
—¡Renuncia a la herencia! No sé quienes son, ni quiero saberlo, pero son demasiado poderosos…
—¡Son unos hijos de puta que no querían a su madre!
—Sí, lo son… Mira: te vas a tener que ir, tengo que preparar un programa distinto para mañana y voy a estar muy ocupado…
—Sí, lo entiendo.
—Escucha: yo creo que si renuncias a la herencia, todavía podrías conseguir que se retracten de las acusaciones…
—Sí, lo que digas, lo que digas… Adiós José Javier.
—Adiós Antonio… y, ¡buena suerte!
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