«Llamadme Ismael…»

…estaba leyendo el Padre, pero la Madre lo interrumpió. Había un animal muerto en la Entrada y debía encargarse de él. Todo debía estar perfecto para la Ceremonia. Resignado, cerró el libro y despachó al finado.

Pudo leer hasta que la Madre le indicó que debía vestirse. Respondió que era pronto. Ella insistió, dijo que el Padre que entregaba a la Hija debía vestirse el Primero.

Leía tras vestirse. Le interrumpió una algarabía. La Hija bajaba de su Cuarto y la Familia la agasajaba. Guardó el libro en su túnica azabache y se unió.

Intentó leer, pero era tarde, debían salir de casa. Cargó en volandas a Abuela, Madre e Hija y franqueó el Umbral.

Volvió a leer mientras descansaba del largo camino hasta el Templo, pero, debido a las quejas de Madre, debió cerrar el libro. Entró seguido por Abuela, Madre e Hija hasta donde el Prometido esperaba.

Probó a leer tras la ceremonia para reponerse de la excitación. Sin embargo, el Marido empapado de la sangre de su Hija lo interrumpió. Cuando se fijo en el título del libro dijo que no merecía la pena: “en él, el que sueña en R’lyeh es sólo una ballena”.