Como lo hace no lo sé. Es enérgica, alegre, humilde y brillante. Una de las mejores chicas que he conocido. La gente se le acerca como abejas a la flor durante un día de primavera, y todo quien lo hace, se vuelve su amigo. Lo que ella da parece verdadero. Lo que recibe sin embargo, no siempre es tan claro. Es debido a su gran red de conocidos que mucho se sabe de ella, mucho de ella está en boca de todos. Se sabe que se enamoró de Yareth, un chico de tercero y de tercera, que es bastante feo y bastante más de mujeriego. Como lo hace, tampoco sé.
Ayer pasó que una de las amiguitas de este chico, vino a buscar a Hannah al salón. Tocó con fuerza a la puerta, y sin esperar respuesta, la abrió. Buscó con la mirada a su víctima antes de pedir al maestro que la hiciera salir. Su excusa era la de darle un mensaje de “vital importancia” a la líder del grupo, y bajo esto, el profesor no pudo hacer más que acceder aun cuando, se le notaba molesto por la interrupción. Todos imaginábamos que esa chica traería problemas, pero nadie hizo nada mientras Hannah salía. Yo esperaba que aquel problema se arreglara ahí mismo, para poder así, continuar sin más preocupaciones. Ni sospechas. Ni clases interrumpidas.
La puerta se cerró, pero la tensión se asentaba alrededor. Se nos miraba tiesos como quien percibe un mal augurio. Hannah representaba algo importante para cada uno de nosotros y queríamos que estuviera a salvo. El maestro tuvo la intención de continuar con la clase, pero falló rápidamente al ser interrumpido por los gritos de aquella vieja loca. Se escucharon preciosas joyas como “perra”, “zorra”, “puta”, entre otras varias. Más nunca se escuchó a Hannah responder. La imaginé temblorosa y con la voz ahogada. No era yo capaz de comprender por qué dos chicas se rebajarían a pelear por ser la novia de un chico, que en realidad, no les ofrecía siquiera el título. Y peor aun cuando a la novia en turno, ya no le interesaba serlo.
El maestro entonces corrió a la puerta, dejándola abierta por un seguro descuido. Preguntó lo que sucedía mientras todos en el salón guardábamos silencio, como nunca durante clases. Mirábamos con fijeza hacia el resquicio de esa puerta por donde entraba un intenso brillo.
—¿Qué es ese lenguaje señoritas?— Preguntó el maestro irritado, como es habitual.
—Es toda su culpa. No entiende que no tiene nada que andar haciendo con Yareth. — Alegaba la intrusa con alboroto.
—De verdad que no entiendo profe, y siendo sincera no me importa. ¿Puedo regresar al salón?— Pidió Hannah con esfuerzo por sonar amable.
A penas vimos a Hannah poner un pie dentro, todos fingimos no habernos dado cuenta de lo sucedido, aunque por el silencio absurdo y la tensión con la que nos encontrábamos, no quedaba duda de lo contrario. Hannah había dado a penas dos pasos, cuando se escuchó un grito retador “¡te voy a buscar a la salida y entonces sí verás!”. Todos dentro, lanzamos salto. Todos excepto Hannah, que giró sobre sus talones, apretó los puños y se asomó solo para responder “búscame entonces”.
No pude ver la cara del maestro, pero supongo que estaba tan asombrado como el resto de nosotros, porque tardó bastante tiempo en decir palabra y, después, tartamudeó.
—Ha…Hannah, vuelve al salón— y dirigiéndose a la otra— Y usted retírese —.
Hannah regresó a su lugar mientras la mirábamos asombrados y atentos, ya sin preocupación por mantener la discreción. Se sentó y se miraba tranquila. El maestro volvió y retomó el tema, fingiendo haberse olvidado ya de todo, sin embargo, sus manos sudorosas decían lo contrario. Todos volvimos a la clase, pero nuestra mente seguía con Hannah. Casi podían escucharse los pensamientos y los asombros.
Las clases continuaron y el grupo se tranquilizó. Las amigas más cercanas a Hannah, volaron hacia el chisme como abejas a la miel, los chicos jugaban desinteresados por otra parte y el maestro parecía ya haberse olvidado de lo ocurrido. Se convirtió en un asunto aislado, al que solo Hannah parecía temerle.
Llegó la salida y Hannah se encontraba en el patio donde, comúnmente espera para ver a sus abuelos. Nadie pensaba que la amenaza de aquella chica se cumpliría y sin embargo se materializo frente a ella. Comenzó de nuevo a discutir, reclamándole por apartar la atención de Yareth que por algún tipo de pacto secreto le debía pertenecer como perro. Hannah asentía a todo lo que le decían, lo que molestó más a la loca. Empezó a empujarla, y a retarla, pero Hannah en ningún momento respondió a sus agresiones.
Muy pronto, la gente se acercó y creó un enorme ruedo con la sola intención de ver el espectáculo.
—No le voy a pegar — aseguró Hannah alzando la voz —Así que sí lo que quieren es ver una pelea, no va a pasar—.
Los espectadores entonces se alejaron decepcionados. Quedaron solo los amigos de Hannah, que parecían estar dispuestos a quedarse con ella hasta las últimas consecuencias. Llegaron en ese momento, los abuelos de Hannah y ella caminó hacia ellos, no sin antes despedirse de la de 3° con toda amabilidad.
Después de ese día pocas cosas cambiaron. La chica brabucona no molestó más a Hannah y lo único que logró fue ganarse el título de “vieja loca”. Yo terminé con Yareth aunque este, nunca se dio por enterado de lo sucedido. Hannah tampoco se molestó en contarle. Jamás hubo nada entre ellos, porque así como yo, ella era una gran chica y él no era la mitad de hombre.
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