Me gusta la soledad, disfruto en muchas ocasiones de ella. Durante los ratos en los que tengo la fortuna de encontrarme solo, leo, estudio, descanso y a veces pienso, actividad escasa y poco valorada en los tiempos que vivimos.

En este caso, mi pensamiento va dirigido a todos esos jóvenes que se acercan inexorablemente a una de las decisiones más difíciles de su vida, qué estudiar. Personalmente, tuve la mala fortuna de encontrar mi vocación demasiado tarde y aún hoy, me pregunto qué habría sucedido si hubiese elegido hacer lo que realmente me gusta, la filosofía.

Por ello, exhorto a todos los adolescentes que se encuentren en esta situación que intenten dedicarse a lo que realmente les apasiona, al margen de las opiniones exteriores y de las posibles pocas salidas que encuentren. Os lo dice un hombre de diecinueve años que cargará toda su vida con una decisión errónea que la mala suerte y la cobardía fraguaron.

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