Otra oportunidad
Rocío cruza la avenida para llegar a la universidad, observa diferentes ambientes; el teatro, la cafetería, la biblioteca, un área extensa de verde y los salones para las diferentes disciplinas.
Transita Rocío, por unos atajos, respirando el aroma de los arbustos, hasta llegar a la biblioteca; luego se dirige al módulo de préstamo y fotocopia de libros. Al salir, recorre los jardines; Allí se ven grupos de jóvenes estudiando, leyendo, charlando, escuchando música, bebiendo algo, para refrescarse.
Los pasos de Rocío se topan con los de Roberto. Ella iba distraída ojeando uno de los libros. Era muy extraño, al verlo, escuchaba los latidos de su corazón, aunque hacía un año, que habían dejado de comunicarse.
Rocío tenía su cabello almíbar, rizado recogido, sus ojos miel, piel bronceada, delgada. Él también estaba sorprendido, aún recordaba el olor de su piel.
Sólo hacen una breve venia como saludo y despedida.
A la semana siguiente se vuelven a encontrar en la cafetería. Roberto se acerca y la invita a almorzar. Ella accede.
–Ahora dicto una clase, pero ¿qué tal si nos encontramos al finalizar el día?, hoy es viernes. ¿Puedes?. Me agradaría que me dieras una nueva oportunidad.
–Me encantaría mucho que nos encontráramos, ¿Dónde y a qué hora?
–A las cinco de la tarde, en la cafetería. ¿Te parece?
–Allá te espero –dice Rocío. A partir de este momento reinician una gran amistad.
Acontece un año compartiendo y viviendo en el mismo vecindario. Casi siempre estaban en el apartamento de Rocío, con ventanas grandes, por donde se colaban los rayos solares. Con una amplia alcoba y su baño privado. Las puertas de madera de color caoba con vidrio. Las paredes de color azul y verde; una pequeña chimenea en la sala, para calentarse.
El comedor con sillas y mesa redonda de mimbre ubicado en la cocina.
Intentaban estar juntos: estudiando, laborando. Bregando y reconciliándose, aceptando sus defectos de carácter. Cuando ella se enojaba él se retiraba, hasta que le pasara. Y cuando él se molestaba por celotipia, ella lo escuchaba en silencio. Luego le explicaba. Reconocían que eran muy orgullosos. Siempre uno de los dos cedía, sometiendo la autosuficiencia, accediendo a quitarse las máscaras.
Al finalizar los estudios, Rocío requiere realizar una práctica de un año fuera de la ciudad en una zona rural. Esta situación es una gran prueba para su relación. Él solo puede ir cada dos meses a visitarla.
Cada vez que se encuentran él le dice:
–Te extraño mucho… Quiero que estemos juntos, que seas mi compañera. Ella le dice que esperen hasta que pueda ascender en su trabajo como psicóloga.
Una tarde de cielo encapotado, se desgajó un diluvio. Mientras ella lo esperaba en la cafetería, aparece Inés encinta diciéndole que el hijo que espera es de Roberto y tiene seis meses.
Rocío le pregunta:
–Ya, ¿le informaste a Roberto?
–Quería que tú, lo supieras primero, para que lo dejaras y que mi hijo tenga un padre.
–Así será, puedes estar tranquila.
De inmediato Rocío entrega el apartamento y pide a la señora dejar en bodega todos sus muebles, le paga y prepara una maleta rumbo al terminal de transporte, hacia la costa, para laborar allí. Siente un nudo en la garganta, padeciendo la rabia brutal, con su vida sin esperanzas. Durante el viaje, recordaba los momentos de su noviazgo con Roberto y como en una fiesta de cumpleaños había perdido el control y al terminar la celebración estaba tan ebrio que pasó la noche con Inés, su mejor amiga. Al día siguiente ella le cuenta y por ese motivo se separan. Después de cuatro años de haber estado juntos.
Ahora, la ruptura era definitiva. En su memoria había quedado grabado Roberto; alto, de ojos negros, mirada profunda, cabello liso, azabache, piel acanelada, con agradable olor a menta, muy atractivo, cariñoso, amable, de buen humor, lúdico, alegre, bailarín, solidario. ¡Dulce para atraer a las mujeres!
Sólo al pasar seis meses Roberto encuentra a Andrea, la mejor amiga de Rocío y le pide encontrarse. Primero le muestra el examen de laboratorio comprobando que no es el padre del hijo de Inés. Y que le ayude a encontrar a Rocío.
Andrea le comunica a Rocío lo sucedido. Pero ella le dice que lo va a meditar, a pensar, que por ahora está trabajando en paz en la universidad a distancia y que quiere seguir sola por un tiempo.
A los ocho meses siguientes Rocío regresa y se encuentra con Roberto. Él le pide perdón a y le explica que ya dejo de ser mujeriego, que Inés le dio una lección. Le dice:
–Cuando estuve con Inés estaba borracho, y al estar con otras mujeres, siempre el olor de tu piel estaba dentro de mí. ¡Créeme, por favor! Dame una oportunidad. Sé, que hay amor y magia entre nosotros, hemos pasado duras pruebas. Quiero que recuperes la confianza en mí.
–Ahora… No sé. Voy a continuar laborando en la universidad… ¡No sabía que me querías, después de todo lo vivido y del distanciamiento! Le responde Rocío.
Durante este tiempo resolvieron esperar, seguir como amigos, compartiendo la vivienda en una casa de campo que a Roberto le dejó una abuela de herencia. Empezaron a reconstruir la estructura de madera, que requería de ciertos arreglos, así como el tejado marrón, el patio, podar el jardín. Las paredes las pintaron de colores cálidos y vibrantes.
Ajustaron las ventanas y las abrían para contactarse con la naturaleza y apreciar el asombroso ambiente silvestre. El sonido del riachuelo ubicado en la parte trasera, era arrullador, así como el canto de los pájaros, el canto de los grillos. Culminando las jornadas de limpieza se respiraba en el entorno un aire rústico, cálido y fresco.
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