El último discurso. Segunda parte

El último discurso. Segunda parte

Requiem forJC

13/04/2018

Murmullos a los alrededores, teléfonos sonando seguido del efecto que produce cuando los descuelgas y aprietas los botones que este mismo tiene, las hojas pasando de un lado a otro, y unas cuantas pisadas del personal mientras caminan por el suelo tapizado de la sección a la que pertenezco, levanto mi cabeza ligeramente para que me permita observar el panorama alrededor de mi cubículo y contemplo un ambiente de personas trabajando, prestando un poco más atención me puedo fijar en como algunos rascan su cabeza con las yemas de sus dedos mientras su mirada yace ante el monitor, otros como Sara por ejemplo, están masticando su lápiz mientras leen algún documento que tenga cierto tipo de relevancia, y aquí estoy yo… observando como los demás hacen su trabajo.

-¿Cómo se supone que debo inspirarme para hacer el mejor discurso si me encuentro en este ambiente?-

Hace unas cuantas horas salí de la oficina del Gerente con “los ánimos por los cielos”, esperanzado de llegar a ocupar el puesto de la misma persona a la que había estrechado la mano, sin embargo, y como es de esperarse en la vida, todo tiene un pero, un precio o un costo. Bueno, supongo que también si quieres aspirar a llegar a ser o a hacer algo bueno debes esforzarte ¿no?, de otra forma, si ha resultado fácil significa que realmente no te lo merecías. Pero, ¿Qué culpa tengo yo de que la vida me brinde las cosas tan fácil? La vida, Dios, el destino, deberían de ser más responsables en todo caso al asignar el destino de cada persona. Pero, ¿Y si las personas realmente somos las encargadas de forjar nuestro propio destino?, pienso que hay personas alrededor del mundo que tienen una vida dura pero habrá que admitir que cierto pequeño porcentaje, pero aun así existente, goza de una vida placentera y cómoda. Por tal razón podremos afirmar que hay personas con “buenas y malas vidas”, de hecho al decir esto, me ha venido a la cabeza como si la vida se tratara de un regalo. Como si tu nacimiento se tratará de la Navidad, y cuando estás saliendo del útero de tu madre por primera vez aprecias el regalo que tus padres te han obsequiado… Naturalmente, cualquiera que ha recibido un regalo, podrá tener la experiencia y conocimiento de saber lo maravilloso que puede ser encontrarse con un buen regalo. Mientras que, por otra parte, cuando encuentras algo que no es de tu gusto, te guardas esa decepción y simplemente tienes que soltar un: GRACIAS, porque a la final, un regalo es un regalo…

Entonces, ¿será que la mayoría de estas personas aquí presentes encontraron en su vida un regalo desagradable? ¿Guardan su frustración internamente y “hacen un esfuerzo” por vivir cada día como aquel GRACIAS forzado que dices ante tal regalo? Según yo recuerde, mi vida desde mi niñez hasta la actualidad se tornó bastante normal, complementada con buenos y malos momentos, últimamente algunos más malos que buenos, sin embargo no creo que mi vida haya sido un “mal regalo”, aunque si podría decir que con el tiempo mi regalo se ha ido deteriorando y perdiendo su valor.

-¡Vaya debate que yo solito me he generado en mi cabeza!-

Me apoyo sobre mi mano derecha, mientras mi palma está tocando mi frente y mi cabeza está hacia abajo con mis ojos cerrados, intento despejar mi mente…

Momentáneamente mi mente se ha quedado en blanco, como una hoja de Word a punto de que alguien escriba algo, y pues la primera palabra ha sido escrita en mi mente como un recordatorio, “trabajo”.

-¡ES CIERTO!- expreso en voz alta y sorprendido, los ojos se me abren y apoyo las manos contra el escritorio formando un ruido instantáneo.

Aún tengo que terminar un informe que el gerente necesita para antes de que me vaya a casa, y la verdad esperaba terminar lo más pronto posible sin distracciones para poder retirarme tranquilo a casa, esperar a Sofy de la guardería y dedicarme en mis horas libres, alejadas de mis responsabilidades paternas, a mi primordial discurso. Tras pensar esto, me lo tomó un tanto a la ligera, todavía falta una semana entera para eso, creo que sería muy estresante tener que dedicarme desde ahora en realizarlo, y me temo que bajo mucho estrés no podría cumplir las aspiraciones que tengo para dicho discurso. Aunque también siento que al decir estas palabras podría generar una confianza negativa, subestimando la importancia que merece aquel discurso.

-“Todo estará bien Luis”- me digo a mi mismo mientras pongo mis manos sobre mi cabeza y me estiro un poco hacia atrás para aliviar la tensión que tengo en este momento. Pero ahora ya no son ideas mías las que invaden mi cabeza, son recuerdos, aquellas palabras que acabo de mencionar con la intención de animarme y darme aliento, no han sido dichas al azar, pues tienen su origen, y al recordar su origen es donde aquella vieja depresión quiere volver a invadir mi cuerpo…

Pues ella solía decir aquellas palabras, mientras tenía sus manos sobre mi quijada, como si yo fuera un pequeño niño que estaba llorando y ella fuera mi madre intentando calmar mi ánimo y secar mis lágrimas. Ahora he vuelto a recordar su mirada… tenía unos ojos cafés tan brillosos, que cuando el sol le daba en el rostro era como si tuviera dos bolas de cristal, y la suavidad de sus manos… desprendían un ligero aroma a rosas, ahora que he recordado todo esto, me la imagino, sentada sobre la mesa de mi cubículo, sus manos en mi quijada mientras dice aquellas tiernas palabras: “todo estará bien Luis”. Mis ojos permanecen cerrados disfrutando tal experiencia que mi imaginación me ha podido brindar en este momento, lo mejor será continuar así pues aún soy lo suficientemente consciente de que si los abro y no la veo en frente de mí, inevitablemente soltaré una o dos lágrimas.

Mi momento se ha visto interrumpido, cuando escucho una risa absteniéndose de ser expulsada, entonces abro los ojos y puedo ver a César y Miguel observándome desde la puerta de mi cubículo, entonces Miguel al percatarse de que finalmente me he dado cuenta de su presencia, suelta aquella risa que estaba aguantando quien sabe por cuánto tiempo. Molesto e indignado me levanto de mi silla.

-¿Qué carajos hacen aquí?-

La risa de Miguel se ha cortado, al parecer no había previsto mi reacción y le doy la razón. He soportado mucho tiempo las humillaciones y estupideces de mis compañeros, las más destacables han sido de Miguel, pero no quería problemas al intentar hacer frente ante estos tipos de abusos, no por miedo, sino más bien porque siento que es más productivo el ignorar, así, si no hay reacción por parte de mi ante sus provocaciones, no tendrán satisfacción alguna.

-Tranquilo Luis, lo sentimos… Te veníamos a preguntar sobre lo que pasó esta mañana con el Ingeniero pero te vimos cerrado los ojos y asumimos que estabas durmiendo, admitiré que si fue un poco gracioso, pero también irrespetuoso- dice César mientras se oye el nerviosismo que se carga a través de su voz, Miguel a su lado asienta con la cabeza por cada palabra que César dijo, vaya que ambos están nerviosos, a lo que me hace pensar. ¿Con qué fuerza reaccione? O más bien, ¿Cómo fue mi expresión?

-Apártense de mi vista y si no es mucho pedir, que no solo sea por hoy si no por el resto de esta semana- expreso en un tono más calmado que en la primera vez que les respondí.

Tras decir esto, ambos se retiran, seguramente irán a comentarles a los demás, ya me imagino sus chismes: “Luis está insoportable”; “Luis no toleró su inminente despido”; “El pobrecito de Luis libera su dolor interno a través de una ira hacia nosotros”.

En fin, suelto el aire de mi cuerpo por medio de un soplo con la intención de aliviar mi ánimo. Regreso a la silla, ahora sí con la firme intención de terminar el informe, regreso a ver el reloj y veo que aún tengo tiempo suficiente para terminar antes de que sean las 15 horas, así que me apresuro tecleando con rapidez para poder terminar.

Las horas que me quedaban para concluir han terminado, junto con mi trabajo, el informe está listo para ser presentado al gerente, me dirijo hasta su despacho nuevamente así como hice en la mañana, al tocar su puerta parece como si no hubiese pasado ni un solo minuto desde aquel momento, aún tengo en mi cabeza aquel pensamiento del discurso latente. El gerente abre un poco apresurado, parece ser que él también se encuentra de salida hacia algún tipo de reunión importante, me saluda y le correspondo.

-Aquí está el informe señor, como podrá percatarse están expuestos cada uno de los puntos que usted me había comentado, puede revisarlo antes de irse si gusta, en caso de presentarse un error notifíqueme para corregirlo en este preciso momento-

El gerente sonríe mientras da una breve inspección al informe, seguido de esto, dice:

-Excelente trabajo Martínez, no cabe duda que usted es bueno. ¿Cómo vamos con ese discurso?

Genial… lo tenía que mencionar, como si en mi cabeza ya no hubiera muchas cosas en que pensar.

-Trabajo en ello señor, como sabrá es una gran responsabilidad, espero darme el tiempo prudente para realizarlo tranquilo.

-Me parece muy bien, pues ahora puede empezar ya que es momento de irse, y yo también debo irme, así que ¡Hasta mañana Martínez!- y apenas mencionado mi apellido el Gerente sale apresurado por la puerta.

Pues bien, yo también tendré que salir por aquella puerta, aunque… doy una breve inspección a la oficina con mi vista, quiero apreciar este lugar ante tal posibilidad de que en unos cuantos días yo pueda ser el que supervise informes de los demás en esta, mi nueva oficina. Salgo por la puerta, todos en la sección también ya están empezando a salir, pronto vendrán los guardias de seguridad y el personal de limpieza para asegurar el cierre de la empresa hasta el siguiente día.

Espero el autobús alado de la empresa, me ha entrado un gran apetito ya que no he podido comer nada por dedicarme enteramente a aquel informe, así que espero estar con Sofy para comer algo en casa en compañía de mi hija. Me impaciento un poco ya que el autobús todavía no llega, no sé cuánto tiempo llevo esperando, la constancia de mis pensamientos me hace perder la noción del tiempo, trato de imaginarme que hubiese llegado más rápido si tuviera un carro que manejar, pero siendo franco conmigo mismo eso no me interesa, es cierto que el automóvil es una herramienta muy útil para movilizarse, pero desde que falleció Leslie mis destinos dejaron de poseer importancia, y así mi estómago se aqueje por no brindarle alimento en estas horas, no tengo apuro por llegar a casa. Parece que en recompensa ante mi breve reflexión, el autobús ha llegado, al subirme en él me dirijo a un asiento que dé a la ventana, y solo disfruto de ser espectador ante la especia de “cinemática” percibida con ayuda del movimiento del vehículo, aunque siento que tal experiencia ha perdido un poco de gusto, ya que normalmente en estos momentos es donde intento relajarme, pero mi mente se encuentra pensando en el discurso, las palabras que deben ir, su inicio, su estructura, su final y como debería reflejar mi experiencia y ambiente en aquella empresa.

Esta mañana llegué a la empresa como un empleado más dispuesto a trabajar en su rutina normal, y ahora no me siento como el mismo empleado de esta mañana, ahora me siento más pesado y encadenado ante un discurso imaginario que tengo por escribir. Como cambia el comportamiento de una persona, pues al concluir mi primer relato mostré felicidad y esperanza ante mi asignación para dar aquel discurso, y ahora me invaden los nervios acompañados de una constante preocupación.

“Creo que mi regalo ya no me está gustando”…

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