Aun siento el calor de su espiración,
ella humedecía mi rostro,
sus ojos, en la oscuridad descansaban
los míos puestos en ella.
Una ocuridad que solo su figura propagaba tranquilidad,
porque de soledad mi tormenta florece,
es mi lágrima la que se desvanece,
y no acaba su cauce hasta que amanece.
Mi brazo dormido, encima tu cabeza reposa,
tus abrazos te pido, mi corazón te reza.
Mis dedos callan el frío que manifiesta su poco riego,
comodo estaba en su comodidad.
Es la sabana fría que me recuerda su vacío,
en la sabana caliente que desprende su amor,
aunque ahora es mi alma la que arde,
arde de no tenerte mi amor.
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