Rodeado de árboles empecé a sentirme a gusto
con la protección de su sombra,
el papel en el que escribía,
esta casa hecha de sus troncos y ramas,
el fruto que me alimentaba.
Alzando mi voz mostré mis alegrías
donde nadie responde,
buscando cambios desahogue mis dolores
pero solo reinaba la paz y el silencio
de este bosque que no escucha
y que no siente como tierra propia las penas de mi carne.
Despertando del sueño llamado realidad
me vi en medio de la ciudad, nuevamente rodeado.
Las empresas producían y el hombre sonreía
llevando monedas convertibles en cualquier cosa
(o al menos esa es la promoción
que la sociedad ha creado)
El hombre producía y dejaba de sonreír
cuando el peso de ocupar el espacio
entre cielo y piso era demasiado
para hombros que solo se apoyan en débiles piernas.
Desperté de este sueño llamado realidad
y me convencí de que no era suficiente
al apreciar el silencio del bosque.
Al final ¿Qué es esta sociedad?
¿Qué hay que hacer para ser parte de ella?
¿Acaso solamente producir monedas
o profesionales encargados de que los demás
sigan produciendo monedas?
Me sentí solo cuando grite y no encontré diferencia
entre árboles y edificios,
cuando no importaba mientras la cuota de ocupar
estos metros cúbicos de oxigeno entre personas
les diera una razón para permitir mi existencia.
¿Cómo te sientes al pensar que este aire que respiras,
este aire por el que pagas,
no conduce el sonido de tu voz quebrada?
Convocó la creación de una sociedad
(no debería llamarse sociedad,
ya pensaremos un nombre que podamos sentir)
Una en la que el peso de tus sueños,
materiales o no,
y tu sed por cumplirlos no decida
poner micrófonos ante palabras vacías
sino papeles ante sentimientos en silencio.
Convoco la creación de una sociedad de almas,
de sentimientos rotos que griten con las manos
y oídos dispuestos a mirar a todos lados.
Te convocó a ti
que lees
o quizás escuchas,
a ser más humano
…y menos árbol.
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