Caía una gota de petróleo
sobre la troposfera
y esta vez éramos los humanos
los que moríamos.
El odio nos consumía,
la incomprensión culpaba
al vecino y la envidia
carcomía los principios.
¿Por qué tu suelo vale más que el mío?
Nos lanzábamos podredumbre
hasta destruir los millones de años
de historia en que no existimos,
cuando reinaba la paz.
Solo quedo un hombre,
lleno de odio por el odio
sembró sus pies en la tierra
y pidió convertirse en árbol.
¿Por qué no nacemos con una semilla adentro?
Las lágrimas hicieron crecer
hierbas dormidas,
vida escondida de la guerra,
el ruido y la sangre.
El hombre no muere al odiar,
sino cuando el mar
no puede contener una gota más
de odio.
¿Por qué odiar el suelo de los demás
cuando puedes sembrar en el tuyo?
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