Ha despertado una vez más, con un pésimo ánimo, siente que no debe darle las gracias a nada ni nadie por este nuevo día, ni siquiera al perro que ha ladrado y causado que él despierte.
“Desearía volver al sueño”-piensa, mientras se encuentra mirando al techo de su habitación, su pensamiento lo invade y lo dejo reflexionando por unos cuantos minutos antes de finalmente levantarse, si por él fuera volvería a dormir, siente que su “realidad” sería más tolerable en aquel sueño que tenía.
¿Y si aún se encuentra en un sueño? Es decir, hace rato cuando estaba soñando sentía que estaba “viviendo” y se ha despertado, ¿Qué tal si nuevamente despierta?
-Naa, no es momento de tener ese tipo de pensamientos existenciales- dice en voz alta y en seguida aprovecha para finalmente levantarse, ya que sabe que si sigue ahí pensando y pensando no encontrará el momento preciso para levantarse.
Se refriega los ojos, traga saliva y se queda parado mirando con desprecio la puerta, sin ánimos de siquiera tomar la chapa para girarla y abrir la puerta.
Tras unos segundos de pensamientos depresivos en su cabeza, decide salir de su habitación, su madre se encuentra en la sala, es la primera en desearle los Buenos Días, pese a su estado de ánimo nunca lo hace notar, siempre expresa una educación y simplicidad en sus acciones, contesta el saludo con un “Buenos días Madre, la bendición”.
Desayuna con ella, mientras usa la cuchara para ingresar alimento a su boca puede observar las noticias en el televisor de la cocina, sucede lo típico, corrupción en el gobierno, inestabilidad económica, homicidios, desaparecidos, y al final para concluir de la mejor manera, un poco de farándula para completar la despreciable realidad en la que nos encontramos. Desea apagar el televisor, pero su madre se encuentra viendo esa basura, sería irrespetuoso apagar esa porquería, porque aun así su madre se encuentra viéndolo. No le queda más remedio, que dirigir su atención del televisor a su desayuno, hace un pequeño esfuerzo por terminar pronto y levantarse de la mesa. Termina su comida con un “Dios le pague madre”.
¿A qué se debe ese agradecimiento?, deja que él mismo te lo explique mientras está lavando su plato:
“Es simple, me considero una persona agnóstica con tendencias al ateísmo, pero mi familia es católica, su fe y devoción a Dios es a tal magnitud que a ellos les satisface más escuchar un DIOS LE PAGUE, que un MUCHAS GRACIAS, al parecer sienten que Dios premiará sus buenas acciones lo cual sería un aporte a su consciencia católica, ah, y también una esperanza más de entrar al cielo”.
Termina de lavar su plato, se seca las manos y ayuda en los quehaceres del hogar, verifica que todo esté en orden en su habitación, da una breve inspección a sus redes sociales o plataformas virtuales en las que él frecuenta, no es muy sociable con las personas, máximo habla con unos 3 amigos al día, intercambia un par de mensajes, memes y canciones, por lo que su estadía en las redes sociales es bastante básica y corta.
Procede a bañarse y dedicar tiempo a su higiene personal, mientras se baña se toma un momento para alzar la cabeza y sentir como el agua de la ducha cae sobre su rostro, se concentra en las gotas que golpean su cara y como estas se encuentran recorriendo su cuerpo, bajando y bajando hasta llegar a sus pies y perderse en el piso. Obviamente no puede abusar de estos momentos porque desperdiciaría bastante agua.
Ha salido de bañarse y se dispone a usar una camiseta negra, un jean algo descolorido y unas zapatillas cuyo uso es notorio, poco o nada le importa el comentario que el haga la gente, incluso su madre que le ofrece en comprarle ropa nueva para su uso. Pero tanto ella como él saben perfectamente que a nuestro protagonista de esta historia no le interesa la ropa, así que suele ser muy simple al momento de vestirse.
En fin, dejando ese comentario acerca de la vista de lado, madre e hijo salen al centro de la ciudad como el motivo de pagar los servicios básicos, además que la madre debe realizar un trámite en el banco.
En su rostro se refleja una seriedad habitual, pero en su mente refleja un tanto de satisfacción por salir de su casa, pese a disfrutar de su soledad y los pasatiempos a los que puede dedicarse en su habitación, como escribir o tocar el bajo, hay días en los que se siente muy triste recordando situaciones del pasado.
Conversa un poco con su madre sobre asuntos familiares durante el trayecto en que ambos se encuentran para llegar hasta la parada del bus.
Es casi medio día así que no hay muchos asientos disponibles en el transporte público, sin embargo al subirse se puede apreciar dos asientos disponibles en lugares separados, procede a ceder el primer asiento a su madre para que ella vaya cómodo durante el recorrido, mientras que él aparentando dirigirse al segundo asiento se va hasta el último del transporte y se queda parado arrimado a la ventana de emergencia, se coloca sus audífonos y disfruta de la lista de reproducción que su celular le puede ofrecer. No le gusta sentarse cuando el bus está lleno, al parecer siente que habrá gente que al subir necesitará de ese asiento más que él, además disfruta de encontrarse parado escuchando música, junto al paisaje que la ventana de emergencia le puede brindar.
Han llegado al centro, su madre se dirige al banco mientras que él para optimizar tiempo decide ir a pagar los servicios básicos. Se puede notar el gozo de su paseo a través de sus ojos, es el único medio que puede reflejar su estado de ánimo. Alguna vez una persona en su pasado le hizo notar eso, cuando se siente triste sus ojos se vuelven cristalinos como si fuera a llorar, y cuando está feliz sus ojos se muestran brillosos en el color de su pupila color café. Sus ojos brillosos contemplan con paciencia las casas del centro histórico, la gente cruzar por el color del semáforo y aquel sujeto que se encuentra tocando un modelo de batería en el centro de la plaza.
Aunque su trayecto se ha visto muy limitado, ha tomado el tiempo necesario para apreciar lo que su vista le ha podido ofrecer, ya pagados los servicios básicos y guardando el cambio en su bolsillo trasero derecho, se dirige hasta el banco para reencontrarse con su madre. Cuando llega ahí puede notar numerosas filas de personas esperando realizar algún trámite, su madre se encuentra en una de ellas, está muy cerca de llegar a una de las cajeras, así que decide arrimarse a una de las paredes y esperar tratando de distraerse en uno de sus tantos pensamientos ya que en el interior del banco no le permiten el uso de sus auricular, ni mucho menos el de su celular.
Durante su espera, puede observar a tres niñas pequeñas de unos 4 o 5 años de edad, jugando en las gradas que daban a la salida del banco, no hacían mucho ruido así que era algo que la gente podía tolerar, fijó su atención en entender a lo que estaban jugando, la respuesta a su curiosidad era “imaginación”, vieja amiga con la que él también había jugado gran parte de su infancia. Queriendo recordar experiencias pasadas de su niñez, se vio interrumpido cuando una señora se acerca hacia las niñas, y le dice a una de ellas que es hora de irse. Se sorprende porque había pensado que las tres eran hermanas, pero con lo acontecido se daba a entender que solo dos de ellas eran cercanas, y que la tercer era una niña que decidió jugar con ellas. La señora tomó de la mano a su hija, subió las gradas y antes de llegar a la salida un ¡espere! la freno. Tres personas regresaron a ver ese llamado, la señora, nuestro protagonista y uno de los guardias del banco, los tres creían que alguien había olvidado algo y que quién hizo el llamado intentaba avisar. Pero otra sorpresa se llevó cuando notó que quien había hecho el llamado era una de las dos niñas que se encontraban al inicio de las gradas, tras dar ese aviso, subió y se dirigió hasta la señora, no la miró a ella, miraba a la que fue su amiga temporal, y tras esa breve mirada le dijo “déjame darte un abrazo de despedida”.
Su boca se abrió ante tal sorpresa, no sabríamos decir si tanto al guardia como la señora que fueron los que también presenciaron el hecho, reaccionaron de la misma forma en la que él lo hizo. El acto de esa pequeña niña lo había conmovido mucho, retomando consciencia de sus actos, cierra su boca para luego formar una curvatura hacia arriba hasta llegar a ser una sonrisa, y con esa sonrisa decide contemplar a la niña que había sido capaz de hacer ese acto tan bello para sus ojos pero ignorado para los otros.
Su mente se llena de emotividad y alegría generando varios pensamientos alojados en su cabeza, pero nuevamente nuestro protagonista se ve interrumpido, esta vez por su madre, se encuentra frente a él, ya ha terminado de realizar sus trámites correspondientes.
Buscan un lugar en el que ambos puedan almorzar, cuando lo encuentran su búsqueda ahora es por elegir una mesa agradable en la que pudieran compartir sus alimentos, ya encontrada la mesa hacen el pedido al camarero y mientras ambos se encuentras en la espera de que llegue su orden, se toma nuevamente un tiempo para recordar la sonrisa que tuvo en el banco, no la comparte con su madre porque se da cuenta que no reaccionaría de la misma manera que él, y tras esto tan breve, surge un nuevo pensamiento en su cabeza, ¿Y si algún día deja de percibir la emoción que le producen los pequeños detalles y momentos?, esta vez los recuerdos bonitos se han ido de su cabeza y solo siento miedo por el futuro. A lo largo de su vida ha visto como mucha gente cambia, y él ha sido consciente como muchos de ese cambio, recuerda aquella canción de Mercedes Sosa “todo cambia”, y repite la frase de la misma canción que dice “Y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño”. Los cambios se producen, son necesarios y siempre tienen algún motivo o razón para ser. Quizás no deba sentir miedo, creo que se ha resignado a entender que toda su vida es un constante proceso en el que cada día aprende y adquiere lo necesario para “seguir adelante” como dicen muchos por ahí.
Curioso que una simple espera en una mesa de un restaurante, lleve a analizar y reflexionar sobre cierto tipo de temas en la cabeza de una persona, pero ya no es momento de pensar, el camarero ha llegado con la orden, “Buen provecho” se dicen madre e hijo y degustan de un almuerzo sencillo.
Terminado el almuerzo, se dirigen a casa, nuevamente toman el transporte público y llegan a su hogar respectivo.
Él se encierra en su habitación, da una breve inspección a sus redes sociales en internet, y se queda acostado nuevamente mirando hacia el techo de su habitación, así como el principio de esta historia, y quizás así sea la mejor manera en la que decida terminar, al menos así lo ve desde su cabeza, no hay nada más interesante por contar, ha vuelto a su rutina en la habitación, se reúne nuevamente con sus pensamientos y recuerdos del pasado que cada día lo dejan deseando vivir otra realidad diferente a la suya. Es como si presenciáramos como un hombre entra a una jaula, cierra la puerta de esta y entre la obscuridad una especie de serpiente negra lo envuelve hasta asfixiarlo y matarlo lentamente… Pero, ¿por qué no lucha? Quizás, así como en la mesa de aquel restaurante en la que sintió miedo, siente resignación y no se preocupa por el hecho de resistirse. Y mientras digo este relato podemos imaginar como el animal sigue ejerciendo presión en asfixiar al sujeto, y la cara de este yace morada, sus ojos están cristalinos a punto de salirse de sus cuencas mirándonos, observándote y escuchando como está voz ha narrado su rutina, quizás así se siente Dios cuando observa la vida de cada individuo. ¿Lo sientes?… Ahora eres un narrador.
OPINIONES Y COMENTARIOS