Cerré los ojos, y te creí. En mi ignorancia, al darme cuenta de que fuiste un lobo vestido de oveja. Nos mentiste y engañaste. Dolor, frustración, enojo, fue tu cuna. Jamás fuiste sincero. Te permití estar con un tesoro que nunca debiste tocar. Desconfianza, desesperación, fue lo que dejaste tras tu paso. Como un huracán alcanzando categoría cinco, arrasaste con todo ante ti. Pero volver a creerte, intentar confiar, no sé… eso no volverá a suceder.

¿Cómo odiar cuando no me he familiarizado con dicho sentir? Pero odiar sería lo más certero, por el desprecio que siento. Pero ¿quiénes somos para estar atados todo el tiempo a un sentir? Avanzar y reflexionar es una capacidad que todos estamos diseñados para utilizar, aunque no todos recurran a ella. El propósito de la vida es demostrar que no todo lo que vemos es cierto, y no todo lo que se cree cierto ¿sera es así?. La vida siempre está marcada con una gama amplia de experiencias: dolor, amargura, felicidad, odio. Jamás sabremos qué nos espera en la siguiente esquina de la vida, si una traición o un desamor, todo con el fin de desentrañar lo que una vez fuimos o lo que alguna vez creímos.

Rompernos completamente con el fin de probar si somos fieles a lo que una vez fuimos, a lo que alguna vez profesamos creer o ser. Pero, ¿qué sería la vida sin un poco de sabor, aventura o peligro? Sería una novela de la cual ya sabríamos en qué termina, aburrida. Siempre habrá alguien diferente de ti, con un sentir o credo opuesto. Y eso, ¿qué tiene de malo? Resulta curioso ver cómo los humanos crecemos creyéndonos únicos e indispensables, cuando lo que realmente importa no es eso.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS