El pescador y las perlas mágicas

El pescador y las perlas mágicas

Había una vez, un pescador que vivía con su esposa cerca de una playa.

A menudo su esposa le reclamaba porque a veces él no tenía mucha suerte y no conseguía pescar nada.

Todos los días al atardecer, el pescador se echaba a al mar, en su pequeña y vieja lancha, para ver si con algo de suerte conseguía algún pez para la cena.

Pero su esposa estaba cansada y triste de vivir en una cabaña tan sucia y deteriorada, que ella no era feliz.

El pescador como amaba tanto a su esposa no quería verla triste y se esforzaba mucho para darle lo mejor.

Un día salió a trabajar en su pequeña lancha y el cielo empezó a ponerse negro. Una gran tormenta se avecina dijo, y se preocupó mucho.

Así que desesperado trató de regresar, empezó a remar una y otra vez pero la lluvia empezó a caer muy fuerte acompañada de fuertes vientos.

El pescador remó y remó tanto que se cansó y solo se quedó observando la torrencial lluvia, cuando en ese momento se le apareció una sirena, él muy espantado se quedó mirando a la sirena y ella le dijo: “No te preocupes que yo te salvaré”.

En un abrir y cerrar de ojos, la hermosa sirena desapareció, en ese momento la lancha se volteo y el pescador cayó al fondo del mar, el pescador desesperado se desmayó.

Cuando el pescador despertó ya estaba en la orilla y junto a él había una cajita dorada, él se asombró mucho y cuando la abrió había tres perlas dentro de aquella caja. ¿Qué es esto? se preguntó.

Cuando en eso apareció la sirena y le dijo: Estas perlas son mágicas.

Te ayudará a que tu esposa sea feliz, cuando quieras pedir un deseo deberás traer una de las perlas lanzarla al mar y te concederá tu deseo, pero recuerda que solo tienes tres oportunidades.

El pescador fue corriendo a mostrarle a su esposa las perlas mágicas que la sirena le había dado y ella en ese momento le dijo:

Quiero que cojas una de esas perlas y que le pidas una mejor casa no quiero seguir viviendo en esta pocilga sucia y descuidada, el pescador cogió la primera perla y fue corriendo a pedirle al mar, la casa que su esposa quería para ser feliz.

Cuando regresó la casita linda y modesta ya estaba allí.

El pescador le preguntó a su esposa, mujer ya eres feliz…

Pero ella no estaba muy contenta, ni siquiera pudo dormir esa noche, ella quería más. Así que cuando despertó le dijo a su esposo: coge otra de las perla y pídele al mar que quiero un palacio, el pescador fue corriendo al mar y le dijo: “Mi esposa no es feliz ella quiere ahora un palacio”.

Cuando el regreso vio un enorme palacio donde estaba su casa.

Y le preguntó a su esposa: Esposa ahora ya eres feliz, no se aún, quiero ser muy poderosa, pero tú debes irte porque yo quiero vivir con un rey a mi lado. El pescador se puso triste, cogió la última perla que le quedaba y se fue.

Se sentó en la orilla del mar y miró la última perla que le quedaba y dijo: Yo solo quiero que mi esposa sea feliz y así yo también seré feliz y lanzó la última perla que le quedaba.

Cuando regreso a casa el castillo había desaparecido y su esposa lo esperaba muy feliz en su modesta y linda casa lo abrazó con mucho amor y nunca más les falto el alimento en su mesa. Y así ella pudo entender que nada era más importante que la felicidad de su familia.

Fin.

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