Mi elocuencia poética aún no se ha esfumado de mi lado…
Mi Dios de los cielos me hace deleitar en tan suaves y hermosos
pastos colosales y celestinos purpuras; cuando alzo la vista al
cielo y me dejo sumergir en tal delicadeza existencial de mi
esencia humana.
En la lobregad de la noche encajo en un viejo sillón de madera,
rechina como la columna vertebral de los 60 año plateados; 60
veces me he hincado, 60 mil lagrimas han recorrido en mi mejilla
como suave diván de agua tibia.
Pero mis lágrimas no han sido en vano, mi lágrimas no caen en el
friolento suelo, mis lagrimas llevan el nombre de: miedo, inseguridad,
temor, muerte, felicidad, esperanza, cada lágrima corresponde a un bello
acto espiritual «oración…pequeñas charlas con Dios».
Y entre las 60 mil lágrimas en una de ellas Dios me respondió con un
bello y deleitoso amor, chica de ojos claros, de sonrisa tibia, de cabello lisado,
de tez clara, de manos pequeñas, y de besos que descubren cada vez más
mi alma.
Sus manos ruedan mis cabellos y su voz despierta el sentido de la vida
terrenal y espiritual; no es un ángel, pero es una estrella que camina a mi
lado de día, de tarde, de noche y en ensueños mágicos veo el bello destello
de mi fiel amada.
– No fue obras del destino… fue Dios y su magnifica obra, y aún sigue obrando
en nuestros caminos, solamente que ya no separados en Ella y Él, si no en
unánime camino de NOSOTROS y Dios.
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