El barco en sombras

En una noche estrellada, plagada de sentimientos voraces, te conocí. Para mí, deslumbrabas tanto que hasta la luna opacaste; recuerdo ese impresionante momento como si fuera ayer. Desde lejos, vislumbraste mi pedregoso caminar, entre tanta oscuridad solo podía ver tu majestuosa silueta que me daba la seguridad de que, al descubrir quién estaba detrás de ella, serías el propósito que buscaba para seguir luchando incesantemente en el reto que todo hombre ha de desafiar: la vida.

Desde hace tiempo he buscado un guía que me muestre el verdadero camino en este averno de mundo, guía que en ti encontré. Pero no solo eso, también descubrí al fin quién podría ser la cura de la enfermedad que ha plagado de demonios vestidos de personas este cosmos al cual tú y yo pertenecemos; tenía la certeza de que solo tú lo lograrías, una certeza nacida solo por el insípido hecho de ver tu figura a lo lejano, figura que me dejó prendado de la paz que irradiabas.

Cuando por fin hubo un claro de luna que iluminó tu pálida piel, fuiste tú la primera en mirar hacia atrás; en ese momento, decidí cruzar todo el mundo por ti. Pero la vida no es tan fortuita como para permitir que desde el primer intento pudiera lograrlo, y lo peor es que en ese momento no sabía que, para poder llegar hacia ti, tendría que recorrer inmensurables mares y trivialidades. Pero por ti, un ser diferente entre cualquiera de su especie, lo intenté, y después de tanto buscar, de rondar siempre el mismo lugar sin poder encontrarte, cuando por fin lo logré, me di cuenta de que las decisiones que había tomado hasta ahora, después de 15 años, habían sido solo para conocerte…