Hace mucho no escribo para ti, hace ya un buen tiempo que traté de arrancartem hace mucho que me obligué a dejarte ir, hace mucho que mis ganas murieron y con los días tu voz suena menos aquí. 

Digo hace mucho porque pensé que era sólido, porque simplemente creí sentir así, pero la verdad es que hace mucho no sonrío, hace mucho no me emociono como la primera vez que te vi, sí corazón, hace mucho que no lloro mientras me falta el aire con una sonrisa en la mejilla. 

Tal vez, digas y te preguntes, ¿Qué quiere? La misma pregunta que te hacías al comenzar; jamás la respondí y tal vez por eso, solo por eso muero al contestar. 

Equivocadamente puedo pensar que quería todo de tí, pudiste suponer que quise, extaciadamente, la totalidad de tu ser, pero no puedes estar más equivocada. 

Sabes muy bien que el «querer» era muy debil al lado nuestro y el «amar» era fuerte para algo inicial. Lo cierto es que amaba todo de ti, pero no quería nada tuyo, que clase de egoísta sería si te quitara lo mucho que ofrecías. 

Dirás que con razón alguna nunca quise nada de tí, que ni siquera pude quererte y que con mustias muestras de afecto que me entregabas me bastaba, me bastaba con lo que dabas, con lo que podías ofrecerme, con lo que querías darme y con lo que te permitías entregarme: sin embargo, lo único cierto es que no quería nada tuyo porque la veradera pregunta era… 

¿Qué quería para ti? Y, para tí; para tí lo quería todo. 

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