Cuando yo vine a este mundo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo
se me alivia caminando
Nicolás Guillen.
-Buenas tardes a todos, como se habrán dado cuenta, hoy tenemos una nueva integrante en el grupo.
-Le damos la bienvenida y le vamos a pedir que ella misma se presente, y si está dispuesta comparta con todos nosotros cuál es la razón por la que está hoy aquí.
Hola, mi nombre es Clara, todavía no entiendo bien porque estoy, y esta es quizás la razón por la que he venido, siento que nunca puedo despertar del todo, pienso si no soy acaso el lucero de la mañana. En mi hay una pena que desde siempre me atraviesa y me ha acompañado a lo largo de mi vida, es un dolor constante, es una espina viviente que está para demostrarme que sigo viva.
Ver a mi hija después de mucho tiempo y entender que nada había cambiado entre nosotras; me recordó por primera vez, que yo también fui hija, es curioso que mi infancia la reconozco ahora, quizás porque nunca vi en la relación con mis padres mi propia existencia de hija amada. Siempre elijo reptar y dormir fuera de los conflictos, en cierta forma, estar hoy en este lugar es verme en el centro de mis dificultades.
Me pregunto qué efecto causaron en mí; la ausencia de amor y de dulzura por parte de mi madre, de niña aprendí a refugiarme en la música como forma de obtener aquello que mis padres no me daban, y también fue una forma de huir sin dar explicaciones; el hogar no era parte de mis anhelos, al menos el que yo conocía. Entendí que sacrificio y éxito son la combinación perfecta para desertar sin culpas y escapar de todo lo no deseado: La primera vez que hui fue del concepto hogar que yo tenía acuñado; ese cotidiano con su persistente querer y estar; en el fondo creía que el amor era innecesario, y ante el requerimiento de amar mentía de la forma más cruel; retirándome en silencio hacia ese lugar de libertad: la música; al que tampoco puedo aferrarme del todo. Amo a mi hija, pero no la necesito, y por el contrario siento que ella no me ama pero me necesita profundamente; no es su vida la que vive, sino la que no pudo alcanzar: la mía.
La vida es cruel con los que no se atreven a seguir sus sueños completamente, es como dividir la vida en dos; una para aquello que se quiere alcanzar, la otra para hacer lo que los demás esperan, no deseaba ser madre y tampoco supe serlo, en cierta forma habite la vida que mi hija con el fin de que ella fuera como yo, y ella anhelaba serlo solo para conseguir mi amor, hoy pienso que si la alentaba a seguir sus pasos yo dejaba de seguir los míos y lo mío era mejor, era la única forma de trascender.
El dolor está pero no lo muestro, me sirve para validar que los triunfos obtenidos nunca son suficientes, siempre hay otros esperando. Algunas veces tengo pesadillas, ahora se que el dolor de mi hija no es solo de ella es también el mío, es su pesar mi fuente de energía?, es mi desamor su motivo para vivir?; yo no aprendí a habitar su dolor ella no aprendió a amarse más de lo que yo la quiero.
Mientras yo subo la cuesta en silencio, voy proyectando en ella mis carencias, mis defectos y mis sombras; siempre sobre su frágil andar de niña, que espera el amor de su madre.
Hoy ya adultas, se que tenemos algo en común; la falta de talento para vivir.
-Buenas tardes a todos, como se habrán dado cuenta, desde hoy ya no contaremos con la presencia de Clara.
Enrique Lara
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