Escenas de la vida cotidiana
—Pa, ¿qué estación es ésta?
—Juramento
—¿Y la próxima?
—¡Una traición!
—¿Una traición?
—No, mentira, es un chiste.
—Pero, ¿por qué? No entiendo.
—Es que hay una canción que dice: «Hoy un juramento, mañana una traición,
amores de estudiantes, flores de un día son». Por eso lo dije.
—Y por qué dice eso la canción?
—Porque es verdad. Los estudiantes, los chicos, se enamoran, se prometen cosas y después, ¡chau!
—¿Y si se pusieron de novios?
—¡Justamente! Se ponen de novios, se juran amor eterno y tal vez al otro año los padres los ponen en diferentes colegios y no se ven nunca más. Así es la vida.
—Pero se pueden seguir hablando por celular.
—¡Ah!, bueno, es cierto. Pero cuando se hizo esa canción no existían los celulares.
—Yo le mando corazoncitos a Manón.
—¿Quién es Manón?
—Mi novia
—¡Tu novia! ¿Y desde cuándo tenés novia?
—¡Desde hace un montón, pa!
—¿Y cómo sabés que es tu novia? ¿Le diste un beso?
—Chi
—¿En la boca?
—¡Ay, no pa!, ¡en el cachete, todavía no estamos casados!
—Tenés razón, disculpá. ¿Y se van a casar?
—Sí, pero falta mucho, todavía somos chiquitos. Y vamos a ser felices para siempre.
—Ojalá… pero no es tan fácil, te aviso.
—Sí es fácil, cuando estemos casados vamos a comer todos los días milanesas con fideos.
—¿Y a los fideos le vas a poner mucho queso rallado?
—¡Sí, un montón de queso rallado y nada de acelga!
—Pero algo de verdura tenés que comer Elías, la verdura es buena para la salud.
—¡No, nada de verdura, solo milanesas con fideos!
—¿Y si Manón quiere comer verdura?
—Que coma. Pero no va a querer.
—¿Cómo sabés?
—La verdura es horrible, a nadie le gusta.
—A mí me gusta, por ejemplo la tarta de acelga.
—¡Vos porque sos viejo, pa! A los chicos no les gustan esas cosas.
—¡Pero algún día vos también vas a ser viejo! ¿Vas a estar con Manón todavía?
—Sí
¿Y vas a comer verduras?
—No, solo milanesas y fideos con queso rallado.
—Pero mirá si Manón se hace vegana, ¿qué pasaría?
—¿Qué es vegana?
—Que no come carne, que en lugar de milanesas comunes come milanesas de soja.
—Bueno, que ella coma milanesas de soja y yo milanesas comunes.
—Y después, mientras comen, ella quiere mirar una telenovela y vos querés ver las noticias.
—Bueno, ¡ponemos dos televisores!
—Y vos querés ir a jugar con tus amigos y ella te dice que no vayas, que te quedes con ella porque no se siente bien.
—Bueno, si está enferma, me tengo que quedar con ella.
—¿Y si un día te dice que está enferma y no lo está?
—Me voy.
—¡Y ella después te dice que no la querés, que la abandonaste!
—Una traición.
—Bueno, tampoco tanto…
—No papi, quiero decir que ya llegamos a la estación «una traición».
—¡Ah, cierto! Primero un juramento, después una traición. Pero no, esta estación se llama «Olleros», no «una traición».
—¿Y qué es una traición, pa?
—Bueno, una traición es cuando… digamos que llegás a la escuela y Manón está hablando con un chico.
—Bueno, ¿pero por qué no puede hablar con alguien?
—Está bien, pero vamos a suponer, solo por suponer, que de pronto ella le da un beso en un cachete.
—¡Ah! Ya entendí. Pero ella no haría eso en la realidad.
—Ya sé, por eso te decía, suponer…
—¿Y vos por qué te descasaste de mamá? ¿Le dio un beso en el cachete a otro hombre?
—No, en realidad, no. Aunque sí es cierto que muchos se «descasan» por eso.
—¿Y por qué te descasaste entonces?
—Dejame pensar… sí, ya sé: porque ella quería que yo hiciera todo lo que ella quería.
—¿Y por qué no lo hacés?
—¿Y por qué tengo que hacer todo lo que ella quiere, soy su esclavo acaso? ¿Ella haría todo lo que yo quiero? Por ejemplo, imaginate que un día Manón te exige que te hagas vegano, y que mires telenovelas y que la lleves de vacaciones…
—¡Me encantan las vacaciones!
—Ya sé. Pero, ¿qué pasa si vos querés ir a un lado y ella quiere ir a otro? ¿A dónde van?
—A la playa.
—Bueno, vos querés ir a la playa y ella quiere ir a un lugar donde haya montañas, porque la amiga le llenó la cabeza con que en las montañas hay «energías» o algo así.
—A Manón le gusta la playa, como a mí.
—Está bien mi amor, no digo que siempre vaya a salir mal, pero bueno… sí, casi siempre.
—¿Por qué casi siempre?
—No sé, tal vez las Manón y los Elías no estén hechos para durar mucho tiempo juntos, tal vez sea simplemente así. Pero cuando te das cuenta de eso, ya tenés hijos que te hacen preguntas.
—¿Y entonces te arrepentís de haberlos tenido?
—No hermoso. Entonces los mirás con un amor enorme y te das cuenta de que, haya pasado lo que haya pasado, valió la pena.
—¡Pa, tenés lágrimas!
—¿Qué decís? ¡Dale que bajamos en la próxima!
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