Tras cada movimiento el mundo nunca vuelve a ser el mismo, cambia con nosotros, y colisionamos constantemente, nosotros y el mundo. Los cuerpos se abren, se desgarran, explotan. Llueven entrañas y sesos sobre el mundo. La contradicción, el vacío contra la existencia, la imposibilidad, la coincidencia, el error. El ojo se abre y contempla el mundo por primera vez, y desde entonces, todos los ojos se abren, se entregan a la luz y se derraman sobre el mundo. Salvaje o delicadamente, nos apareamos con las cosas intentando ser ellas. Sentimos, tanto que a veces preferimos escapar, pero nuestro sentir se derrama sobre todo aquello que no siente. Y aquello, todo aquello se vuelve sensible a través de nosotros.

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