El exitoso economista mira por el resquicio de la puerta;
no puede evitar una mueca burlona observando la escena:
en una mesa repleta de hojas, su criada intenta
cuadrar la contabilidad del hogar.
Se retira indignado camino al vestidor, no entiende cómo puede existir gente incapaz de manejar conceptos tan sencillos.
En unas pocas horas debe presentarse a una entrevista importante.
Su camisa preferida no está planchada,
así que se dispone a hacer la labor de su criada para no molestarla.
Calor, vapor, arrugas inteligentes regresando a su posición eternamente…
Ahora, es la criada la que ríe disfrutando del espectáculo.
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