Es como axiomático que las cosas no funcionan como deberían. Cuando sí funcionan, encontramos una forma de arruinarlas y, al mismo tiempo, embellecerlas. Como cuando el maestro debe invertir de su bolsa para realzar el proceso pedagógico con recursos que el sistema educativo debería proveer. Podríamos calificar este panorama como feo pero nos estaría faltando que, siendo tan común este escenario, se presenta como oportunidad de reflejar un lado hermoso de la humanidad, el poder de un compromiso con otros.

Por esto considero que es bueno dedicar estos segundos a valorar los patrones de fealdades agradables, porque nos harán capaces de apreciar cuando hicimos lo nuestro no gracias a algo, sino a pesar de todo.

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