Fragmentos de tierra
Los hombres, con la vista en alto, admiraron su belleza. Luz azul y cielo rojo, señal que por tantos años muchos esperaron. Los niños, ya ancianos, derramaban algunas lágrimas; los ancianos, volvieron convertidos en luz. Recordaron sus conversaciones bajo las estrellas y las promesas de quienes habían abandonado ya la tierra. Servirían de luz y guía a quienes aún permanecieran en ella. Las nubes, teñidas de un rojo que ningún ojo humano antes percibió, maravillaban, callando por completo las voces. Fue en ese momento cuando comprendieron el valor del silencio.
Grandes fragmentos de atmósfera fueron arrojados al espacio dejando agujeros que comunicaban con el interior, el aire comenzó a escapar y con el emigraron las aves. A los animales les fueron curadas todas sus heridas, abandonaron sus cuerpos y trascendieron. Los árboles escogieron a un humano y lo llamaron a acercarse a la tierra donde mantienen aferradas sus raíces para entregarles las últimas moléculas de oxígeno, las necesarias. Mientras tanto, en sus corazones, se estremecía la conciencia que por años se mantuvo dormida. Preguntas sin respuestas, dudas, miedos, rencores e inconsecuencias fueron callados. El silencio fue absoluto. Desde sus interiores una única voz, abandonaremos la tierra cuando logremos descubrirnos, y sol se apagó. Aquellos que anteriormente habían dedicado tiempo a enfrentarse, comprendiendo la unidad, fueron los primeros en ascender en un fragmento de tierra junto a su árbol. Quienes habían plantado uno, fueron ayudados por estos en el proceso y ascendieron más tarde. Otros aguardaban pacientes, no había apuro pues el tiempo había cesado. Hubo quienes conscientemente se negaron y cerraron sus corazones, señal que bastaba al árbol para comprender que su oxígeno ya no necesitaba ser respirado, se desprendía de sus hojas y se marchitaba junto a ellos.
Fue un viaje por el espacio, un viaje de aquellos donde el paisaje lo conforman planetas y estrellas, galaxias a lo lejos. Extrañados estaban quienes rara vez miraban el cielo, sólo conocían las palabras que daban nombre a los astros, más nunca se detuvieron a reflexionar en ello y comprender que todo es real. Sobre sus fragmentos de tierra iban perdiendo materia y desocupando espacio, poco a poco dejaron de tener conciencia de sus nombres y su pasado, sus mentes fueron aclaradas, mientras por sus pies fluían los últimos pensamientos hacia las raíces, perdiéndose en el espacio. Finalmente fueron sólo vibración y se fundieron en el universo.
Aquella generación de humanos conserva aún sus historias, adornan el cielo esperando ser leídas durante el silencio nocturno por quien desee aprender de ellas. Se ha de necesitar paciencia para comprender su lenguaje, sin embargo es dado a los humanos la facultad de desarrollarlo. Cada estrella es una historia llena de enseñanzas, de las cuales es posible aprender incluso el lenguaje de la luna.
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