El canoso maestro observa incrédulo un decepcionante espacio vacío en el cuadernillo escolar. Arruga su frente pensando cómo es posible que a una estudiante le cueste algo tan simple como sumar dos números.

La joven pupila se sienta encorvada en su pupitre con las manos sobe la cabeza, su mirada se pierde entre los surcos de madera de la mesa.

Aturdida, se preocupa ante la magnitud del problema expuesto, pues en el camino entre un número y otro hay una infinidad de valores y entre estos hay una incontable cantidad de subvalores… suspirando, piensa en cómo podrá contabilizar todo eso.

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