La casa era grande, pero no exageradamente. Era una casa de dos pisos, hecha de ladrillos blancos. Al menos, en la fachada, se distinguían 4 ventanas: dosmedianas en el piso de abajo, y dos grandes en el piso de arriba, lo que adornaba, junto con algunas sillas y macetas, el balcón de ambas habitaciones.
Jacobo procedió a llamar a su amigo para que le abra la puerta. Llamaba, llamaba y nada.
¿Que estará haciendo este tarado? –de repente, en una de sus múltiples llamadas, fue interrumpido por una llamada entrante de un número desconocido. Jacobo, pensando que podría ser su amigo del celular de uno de los hermanos, atendió.
–¡Dale banana, abrime que esta frio como picaporte de iglú acá afuera!
–¡Hijo de puta! ¡Yo sé muy bien lo que hiciste! ¡Yo sé muy bien que fuiste vos! –gritaba la voz más furiosa que alguna vez hubiese atravesado el celular de Jacobo.
–¿Quién sos? ¿De que estas hablando? –respondió Jacobo en la frontera justa entre la sorpresa y el pánico, titubeando y escupiendo de a poco las palabras.
– ¡NO TE HAGAS EL GIL, PODRAS ENGAÑAR A TODOS, PERO YO SIEMPRE ESTUVE Y VOY A ESTAR UN PASO MAS ADELANTE QUE VOS! –en ese momento, Jacobo cortó inmediatamente la llamada, y fue corriendo hacia la casa a tocar timbre como un desesperado.
Un minuto después, escuchó el sonido de las escaleras de la casa golpear fuerte y seco como un shot de tequila mexicano, seguido de una serie de malas palabras que algunas incluso Jacobo desconocía. En eso, se abrió la puerta y apareció la madre del Lechuga, una señora bien alta, gorda, con un ojo semi abierto y otro cerrado, despeinada y con cara de enojada, como si no hubiese alcanzado con el susto que Jacobo se dio con la llamada.
Como por arte de magia, la cara de la madre cambió instantáneamente a la misma que tenia cuando venían a jugar cuando eran chicos, cara de mama ofreciendo chocolatada y galletitas.
–Jacobo, ¿cómo estás? ¿No te parece que es un poquito tarde para tocar timbre? –se notaba a leguas que estaba en una lucha interna por no explotar de rabia.
–Jeannette, perdóname, pasa que hace como 10 minutos que estoy llamando a Lechuga al celular para que me abra y no responde. Aparte, justo hace dos minutos pasaron 5 planchas a un par de metros mío, y me empezaron a gritar mientras se iban acercando. –mintió Jacobo.
–Uyy pobre, ¿te acordás cómo eran? ¿Queres hacer la denuncia? –dijo preocupada la veterana.
–No te preocupes, mejor la dejo por esa, ya se me pasó el susto y aparte no me llegaron a hacer nada.
De repente, caminando tranquilo como si fuesen las 17:00, bajó Lechuga, con la ropa del club puesta, despeinado y con un poco de baba seca en el cachete.
–Hermano, tenemos una previa en media hora, están por llegar los pibes, ¿y vos estas así? –le gritó Jacobo a su amigo, pegándose con una mano en la cara.
–Perdoname Jacob, apenas llegue a casa, me puse a estudiar, y en un momento, quien sabe cómo, me dormí arriba del escritorio. –dijo Lechuga sacándose las lagañas de los ojos.
“...quien sabe cómo”
–Ya fue lechu, no le puedo pedir peras a un manzano… Es mi error, no el tuyo. –dijo con tono jocoso. –Dale, anda a aprontarte que yo voy arreglando todo.
Lechuga ni se molestó en cuestionar el claro imperativo del dictador Jacob, así que subió las escaleras trotando y se fue directo al baño.
–Que vamos a hacer con este muchacho... bueno, a ordenar.
En el preciso momento en que Jacobo fue a la cocina a tomar un mantel para la mesa, llegó justo un WhatChat del Puma al grupo, diciendo que le abran. Jacobo tomó el mantel, le respondió que ya iba, lo colocó y le abrió a su amigo.
–¿Pero qué haces, maestro? –le dijo el Puma con una sonrisa de oreja a oreja, seguida de un beso y un abrazo.
–¿Qué andas Puma? Veni, ayúdame a arreglar el living que el Lechuga se mandó “la gran Lechuga”
–Noooo, mentira que se durmió de vuelta. –dijo el Puma con las dos manos en la cabeza.
–Exacto. Venì, vos encárgate de la nargui y yo me encargo de las sillas.
–Ya me conoces Jacob. Escuchame, ¿las chicas a qué hora vienen?
–En teoría, en una hora y media, fácil, pero ya sabes cómo es la cosa, si no apuro a los pibes, llegan a la hora que quieren. Acá arriba tenemos un claro ejemplo, decir que vive acá, sino ni se hubiese levantado. ¡LLEGÒ TARDE VIVIENDO ACA! –terminó Jacobo al borde del enojo
–Tranquilo hermano, ya vas a ver que todo va a salir bien. Cuando termine de armar la narguila,te ayudo con las sillas… AH, y traje el parlante nuevo que me trajo mi hermano, no sabes lo que es, ¡las chicas van a quedar como locas!
–Me acaba de pasar algo muy raro.- dijo Jacobo mirando para abajo.
–Si si, te vi cara de preocupado, pero no te quería joder. ¿Qué pasó?
–Antes de entrar, cuando estaba llamando al Lechuga para que se despierte, me llamó un número desconocido.
–¿Desconocido?
–Sí, atendí, y de la nada, me empezó a decir “hijo de puta, yo sé que fuiste vos, no te hagas el gil” y cosas así. Estoy re cagado boludo, te juro que no hice nada.
–Tranqui Jacob, seguro fue un numero equivocado. A mí me pasó una vez que dijeron que me iban a buscar a mi casa porque le robe a la novia, y no sé qué otras cosas más. La gente se enoja, y no ve ni lo que aprieta en el teléfono.
–Sí, tenés razón. Me estoy persiguiendo mucho.
–En fin… ahora que el tema está solucionado, te necesito concentrado en los preparativos de la previa Jacob, ¡vamo arriba!
Jacobo y el Puma, poco a poco, fueron preparando todo. El puma se encargó, como dijo anteriormente, de armar una nargui de limón con menta y de la música, mientras que Jacobo se encargaba de dejar el living en condiciones. Cuando el lechuga se terminó de aprontar, tomó las limas, cachaza, el hielo, el azúcar, etc., que había comprado el día anterior (a sabiendas que ese día no lo iba a poder hacer) y empezó a preparar “La Gran Cubeta”, gran tradición en el grupo de amigos. Lo que hacía a “La Gran Cubeta” tan especial no era que sea rica o que pegara tanto, sino que, por alguna extraña razón, al menos una persona terminaba mandándose una cagada bien grande. El lechuga recuerda con cariño aquella vez que, gracias a dicha cubeta mágica, el Avatar, un chico relativamente tímido con las mujeres, tuvo el coraje de hablar con una chica muy linda. La gente, a la hora de oír el encabezado, repite y repite como un vinilo rayado: “¿qué tiene eso de cagada?” A lo que nuestro gran maestro de pociones mágicas se ve forzado (aunque en el fondo, le encanta) a contar la historia. Un día, hace dos años, cuando “Lechuga” era simplemente “Joaco”, y cuando las previas con mujeres no eran algo que, precisamente, digamos…abundara. A la salida de Club, Tito reunió a toda la banda en la puerta de dicho lugar e informó:
–Gente, escúchenme bien: hable con Sofía. Hoy me dijo que viene a la previa con 6 amigas más.– la multitud empezó a aplaudir y a alabar a Tito por su gran hazaña. Este hizo ademan de que se callaran, y continúo con su arenga:
–Entiendo que estén emocionados, yo no puedo decir lo contrario, pero tengan en cuenta los siguientes factores: 1) Son judías, así que cuídense de no cagarla porque éstas hablan y la comunidad es chica. 2) Están todas divinas, así que por favor, hoy no sean ustedes mismos, en especial vos, “Codos” que siempre decís pavadas. Vamo arriba muchachos, ¡hoy se coge!.
Esa misma noche, el futuro “Lechuga” y en ese entonces “Joaco”, por azar del destino, había quedado a cargo de preparar las bebidas, a lo que hizo rendir de una manera sorprendente el poco tiempo que teníaentre la salida del club y la previa. En esas 4 hs, busco un trago relativamente fácil de hacer, rico, y que al mismo tiempo, pegara. Se decidió por Caipirinha. Leyó una y otra vez la receta y la combinación de ingredientes para que quedara perfecto. Luego, fue al supermercado, hizo las compras, y a eso de las 22:30 llegó a su casa con todo. Después de una cena rápida, se puso a practicar una y otra vez el trago hasta que le convenció el sabor. Tomo una palangana gigante, y vertió todos los ingredientes en esta, generando así la mejor reacción y distribución volumen/volumen que alguna vez la química pudo haber presenciado. Colocó la palangana en la heladera (quien sabe cómo hizo para que entrara), y se fue a bañar. Cuando volvió, y a 5 minutos de que sus amigos lleguen, encontró una banana flotando en aquel polémico lago medio transparente, medio verde turbio con algunas rodajas de lima ululando por ahí.
–“Noooooo, me van a matar, cague todo, soy un idiota. Ya fue, le saco la banana y no digo nada, capaz no se dan cuenta”
Y efectivamente, nadie en toda la previa se dio cuenta de que el “proyecto de ciencias naturales” de su pequeño hermano Fernandito (que consistía en dejar una banana con una leve abertura en la parte del medio, adentro de una caja de cristal con una bombilla de 450 vatios), había terminado dentro de su húmedo vehículo hacia la tierra de la desinhibición. Según él, no tenía idea de como llegó hasta ahí. Fue el ingrediente secreto de la noche; es más, no había persona en la previa que no lo felicitara por su gran trabajo, sobre todo, las chicas, hecho que le infló el pecho.
En un momento en el que estaban todos hablando, se paró el tímido “Avatar” a romper la racha. ¿Cómo? Simplemente se tomó tres vasos al hilo y en aproximadamente 5 segundos, se armó de valor, tomo una silla y con marcha de borracho se tambaleó rápidamente hacia el lado del sillón donde se encontraba la chica que hacía algunos meses se venía fichando en el liceo:
–Escuchame, no queda mucho tiempo… –le dice sin ningún tipo de pudor a la pobre muchacha dos años más chica que él, que lo miraba fijamente con la misma inocencia que un conejito intentando entrar a la madriguera de una boa constrictor, sin saber lo que le esperaba.
–Yo vengo del futuro, ¿y a que no sabes qué? Seguía el borracho, destilando, no solo alcohol con banana, sino también palabras, las cuales iba arrastrando como la misma boa aproximándose lentamente al conejito.
–¿Qué? – preguntó Jimena, intrigada. –Nosotros estábamos juntos en el futuro. –dijo como podía el Avatar.
–¿Ah sí? ¿Y cómo me llamo entonces? – ya la chica no pudo disimular la gracia que le daba la situación y, poco a poco, fue esbozando una pequeña y tímida sonrisa.
Federico, alias, el Avatar, se tomó 2 segundos (lo que en realidad fueron 10) para pensar en que responderle, y se le ocurrió lo siguiente. – En el futuro no nos llamamos por nombres, sino por números, vos sos D11.
Él no sabía porque, pero desde que empezó a hablar con Jimena, el living, empezó a estar en silencio. Pero luego de que le dijo el nombre del futuro a la chica, prácticamente dicho silencio se rompió para dar lugar a carcajadas y más carcajadas, incluyendo a la propia Jime, la cual parecía estar disfrutando bastante de la situación.
–… como te decía, yo vine del futuro por dos cosas: 1) para pedirte tu nombre y tu celular del presente. – no importaba que tan imbécil pareciera para los demás, su retorcida estrategia de borracho estaba funcionando, incluso aparte de decirle su nombre, la adolescente le pidió su número, lo anoto y le hizo un timbre en el celular para que quedara registrado el suyo.
– 2) Nos tenemos que besar para sellar el pacto intergaláctico – y así sucedió… o casi. Se inclinó lenta y torpemente hacia la chica para darle un beso, cuando, en lugar de eso, le vomitó absolutamente todo el vestido.
– ¿Sos estúpido, nene? ¡Me vomitaste toda! –le dijo dándole una trompada en la cara que lo dejo viendo bananitas rodando alrededor de su cara.
– Me voy, te haces el pibe grande, pero la verdad es que pareces uno de los pendejos de mi generación. Yo me voy de acá. –dicho eso, pidió un taxi, y cuando se estaba por ir, la siguieron todas sus amigas,menos Sofía, que estaba en la cocina a los besos con Tito.
Al otro día, domingo, luego de escuchar los audios de cada uno de sus amigos diciéndole cosas no muy lindas y culpándolo por el fiasco de la previa, se sintió tan culpable que decidió tomar cartas en el asunto. Se acordaba muy poco de lo que había pasado, por lo que le preguntó a “Joaco” lo que había acontecido, el cual le contó todo (cabe destacar que este fue el único que no lo criticó porque pensaba y piensa hasta el día de hoy que su coctel de la muerte fue el culpable de todo ese lío).
Una vez enterado de lo que hizo, vio que tenía una llamada perdida en el celular, la cual era a las 4:27 de la madrugada, lo que le trajo un flashback de una hermosa chiquilina llamándolo para que tuviese su número.
–¡Claro! ¡Ella me hizo un timbre para que tuviera su celular! – en ese momento, la llamó, llamada que apenas sintió, y cortó. Luego de eso, le mando un mensaje de texto diciéndole que sentía mucho lo que había pasado en esa noche, y que tanta era la vergüenza que sentía por lo que había sucedido, que quería ir a su casa a disculparse en persona.
Y así fue, la chica enojada del vestido vomitado accedió a que vaya a su casa a escuchar lo que el pobre ebrio arrepentido tenía para decirle.
Nadie sabe cómo ni porque, pero la situación se dio vuelta como una media, al punto que hoy por hoy, Federico y Jimena son novios hace 2 años.
Cuando llegó el último de los amigos, Jacobo y Tito juntaron a todos en el living, y Tito, el que coordinó con las chicas para la previa, empezó a hablar:
–Gente, las chicas que vienen hoy a la previa son de mi facultad, bah, en realidad solo una. Yo se que la Fing (facultad de ingeniería) no se caracteriza por tener minas muy lindas, bah, gente linda en general, pero justo esta está que se parte, y por su manera de ser, al menos por lo poco que la conozco, tiene pinta de medio popular, así que las amigas deben ser del mismo palo.
Tito era una persona con presencia, muy inteligente y sobre todo, “vivo”, y así le iba con las mujeres. Definitivamente, su rol era conseguir grupos de chicas para las previas, ya que siempre tenía algún grupo bajo la manga, y por lo general, nunca fallaba.
Cuando Tito terminó con lo que tenía que decir, le tocó el turno a Jacobo:
–Bien. Alcohol, ¿listo?
–Listo – dijo Lechuga, señalando la mesa del living, en la que había una cubeta enorme llena de Caipirinha, vasos descartables y una gran narguila en el medio.
–Puma, ¿el tema narguila y música ya está solucionado? – Siguió Jacobo.
–Afirmativo capitán. – dijo con evidente sarcasmo.
Una vez habiendo dejado todo pronto, Puma prendió la música y la nargui, y los amigos se sentaron a esperar a que vengan las chicas.
Ya había pasado aproximadamente una hora de la hora de llegada que habían dicho las chicas, hecho que parecía preocupar a la mayoría del grupo, a casi todos salvo a uno, al estratega y experto en dialecto femenino, Tito.
–Era obvio, mira si unas minas así van a venir a hacer previa con nosotros. No es que seamos unos giles tampoco, pero hay que tener claras nuestras limitaciones… –dijo Spicy , con cara de, “esto es lo que nos tocó”.
No se sabe si llegaron a pasar 5 minutos de ese triste y demoledor comentario, cuando de repente, Tito dice con su característica tranquilidad:
–Están afuera, me acaban de mandar un mensaje, Lechuga, te acompaño a abrirles.
Ambos se pararon y fueron hacia la puerta. Cuando volvieron, no lo hicieron solos, claro que no, sino que con 8 de las mujeres más bellas que cualquiera del grupo haya visto en mucho tiempo. En fin, la predicción de Tito fue correcta: 6/8 de las chicas que habían venido eran muy lindas, y 7/8 tenían una presencia que chupaba todo lo que había alrededor, como si fuesen un agujero negro. Todas estaban vestidas con el último grito de la moda: vestidos hermosos, plataformas, y 8 tipos de perfume, obviamente todos diferentes y exquisitos. Todo en ellas parecía sospechosamente coordinado.
Cada una de las recién llegadas empezaron a saludar al grupo de amigos dándoles un tierno beso en la mejilla a cada uno de los presentes. Luego de eso, cada una se iba sentando armónicamente y en orden de saludo en un lugar, como si de una coreografía finamente ensayada se tratase.
La previa marchaba bien, incluso demasiado. Todas probaron nargui, todas tomaron alcohol, y todas estaban participando de todas las conversaciones, todas menos una, que era la más linda de todas por decisión unánime. Un pelo lacio, castaño oscuro y brilloso que le llegaba hasta la mitad de la espalda; una cara de muñeca casi perfecta, con unos ojos verdes de tigre de bengala, nariz pequeña, y unos labios que si bien no destacaban tanto, le quedaban bien con ese bello rostro, que también llevaba la medida justa de maquillaje; por último, un cuerpo delgado que ayudaba a destacar aquella armonía curvilínea de sus partes femeninas. Jacobo no podía parar de mirarla, era como sí esa chica fuese un dementor y le estuviese succionando poco a poco el alma. Lo que más le gustaba a Jacobo de esta chica no era solo su abrumadora belleza, sino que, a pesar de esta, era la que menos intentaba llamar la atención del público masculino, simplemente sentada en la esquina de un sillón, vaso en mano, y se limitaba a reírse solamente cuando un chiste le parecía gracioso. Sin embargo, nadie la escuchó decir una sola palabra en toda la noche, por lo menos, en lo que había transcurrido de esta.
–Bueno, ¿les parece si jugamos al “yo nunca”? –exclamó El Buitre con entusiasmo y mojando a todos con su vaso cuando lo levantó de golpe para hablar.
Las chicas primero miraron a la muchacha que estaba sentada al lado de Tito (la de su facultad), luego de que ella asintiera, ellas la secundaron y luego de eso, la amiga de Tito, que se llamaba Laura, dijo tranquilamente, pero con voz decidida:
–Perfecto, juguemos, pero empiezo yo. A ver…yo nunca tuve sexo adentro de un coche.
–Uhh, empezamos fuerte eh. –decía El Buitre,llevándose el vaso a su boca.
Solo 3 hombres levantaron leo vaso: Tito, El Buitre y Jacobo, debido a que ya había tenido una novia con quien hacerlo a los 18 recién cumplidos. 5 de las chicas tomaron de su vaso.
–Yo nunca me encare/me encararon y bese en un baile a una persona que pensaba que era mujer y después era hombre, o al revés. –dijo Tito, en claro ademan de que “Codos” tome del vaso, que, con cara de resentimiento, hizo.
Para suerte del chico, no fue el único que tomó, sino que otra chica también lo hizo. Todo el público ahi presente estalló de risa.
Yo nunca practique y/o me practicaron sexo oral- siguió El avatar, con una sonrisa de un niño de 6 años que le acababan de regalar una consola de videojuegos.
–¡AHHH, SOS UN BOLUDO! ¡Acoplate al nivel del juego, Fede! – exclamó El Buitre, enojado.
A pesar de la afirmación del Buitre, que tenía por objeto quedar bien a costa de avergonzar a su amigo, la gente se limitó a sonreír y luego, 12 de las personas presentes, incluyendo a todo el público femenino, arrimaron el vaso a sus labios.
–Yo nunca soñé que tenía sexo con una persona que conocía, me desperté toda mojado/a y cuando me cruzaba a esa persona en la vida real, no me daba ni para saludarla. – dijo una morocha llamada Lyan, que, según la opinión del Picante, “estaba más fuerte que paliza de padrastro”.
Reinó el silencio en los hombres, que quedaron literalmente helados ante tal enunciado; no porque no les hubiese pasado, sino por lo bizarro de la situación. No solo eso, sino que todas las chicas tomaron del vaso, mientras que los varones quedaron tan petrificados que no pudieron ni probar sorbo, todos con una mezcla de sorpresa y suma excitación.
–Ay, que aburridos chicos, les falta vivir mucho a ustedes. –lapidó por fin Lyan, con cara de superada.
Todo el público femenino estallo en las que para Jacobo fueron las carcajadas más crueles que había escuchado en su vida. Realmente, y en contra de todo pronóstico, estaban quedando como unos vírgenes delante de un grupo de divinas aparentemente ninfómanas. Había que revertir la situación, y rápido.
Era el turno de Jacobo, por lo que, ante su frustración de estar quedando como un grupo de Boy Scouts con todas las condecoraciones al día, tuvo que sacar lo más pesado de su arsenal, una anécdota de Shnat que ni la mujer con más experiencia podría replicar.
–¡Yo nunca tuve sexo mientras caían misiles desde el cielo! –dijo Jacobo, con la mejor cara de autosuficiencia y satisfacción que puso en su vida.
Era un hecho, las chicas estaban anonadadas. Lo que ellas no sabían es que, ese escenario en Israel puede llegar a ser bastante probable debido a que, en ciertas zonas, caen misiles esporádicamente desde la Franja de Gaza, eventualidad que te puede tomar desprevenido en la más incómoda de las situaciones.
–¿EHHHHHH? Esto tiene que ser mentira, ni que fueras Rambo, boludo. –exclamó Laura con una cara de sorpresa tal que la parte inferior de su mandíbula se encontraba en la alfombra.
Jacobo se limitó a mirarla de reojo con cara de “pobre ingenua”, sonrió y dejó lugar a que la siguiente diva prosiga.
El juego se extendió alrededor de media hora más, en la cual se asomó a un nivel de sombra y perversión tal que hasta al más depravado le temblarían las piernas. Luego de aquel juego, todos se pusieron a hablar entre sí, y “disimuladamente” cada quien iba depositando su ficha en el tablero.
En eso, Jacobo, cada tanto, le echaba un ojo a aquella Barbie personificada a ver qué movimiento hermoso le seguiría al anterior. Todo en ella le parecía perfecto, incluso cuando, en una ocasión, de la sorpresa de una de las anécdotas contadas, se le escapó un moco para afuera. En esa última mirada que le dio, se percató de que la chica que estaba sentada a su lado en el sillón, se encontraba en otro lado hablando con uno de sus amigos.
Es ahora o nunca. – suspiró, tomo un trago y fue directo al campo de batalla con toda la valentía que poco a poco iba tomando prestada del trago.
–Hola, te vi media sola y dije, bueno, no puedo dejar a una de nuestras invitadas así. – dijo el pseudo macho alfa de Jacobo.
–¡Hola! Estaba esperando a que me vengas a hablar. Justo le dije a mi amiga que se fuera de al lado mío para ver si, en una de esas, te dignabas a venir. – dijo sonriendo la chica.
Claramente Jacobo no estaba entendiendo bien la situación. No podía dar crédito a las palabras de aquella chica, no podía ser verdad lo que estaba sucediendo, por lo que hizo de cuenta como si no hubiese pasado nada y prosiguió con su encare:
–No me dijiste tu nombre todavía, creo.
–Clara, el tuyo es Jacobo, ¿verdad?
–Así es, ¿cómo sabes?
–Digamos que, si algo me interesa, lo investigo. –dijo Clara, mirando a los ojos a Jacobo, como si de un duelo de intimidación se tratase.
Ya son demasiadas casualidades, esto tiene que estar pasando de verdad. –Jacobo estaba al borde del colapso.
Dicho duelo de miradas parecía no tener fin, ya que ella estaba esperando la respuesta de Jacobo y el no parecía tenerla, hasta que decidió que la mejor forma de romper dicha tensión seria besándola.
–Slow down, Honey –le dijo alejándose de a poquito de su cara, pero al mismo tiempo poniéndole una mano en el cachete.
–Perdoname, pensé que querías besarme. –dijo Jacobo, rojo como un tomate.
–Pensaste mal, galán. –dijo suavemente aquella mujer acercando lentamente su cara a la de el hasta quedar a 2 centímetros, y como si eso fuera poco, con el dedo pulgar que estaba en la cara de Jacobo, empezó a jugar con sus labios.
–¡La verdad que no entiendo una mierda!– exclamó el pobre títere, cansado de ser manipulado por la confusa situación.
En ese momento, la chica alejó su cara lentamente, y trasladó sus labios a un centímetro de su oreja. Sacame de este lugar, y te juro que vas a entender todo.
Antes de que Clara pronunciara la palabra “juro”, Jacobo ya había pedido el taxi. Cuando la aplicación indico que el móvil estaba a 30 segundos de la casa, ambos se pararon, hicieron un saludo general, y ante la ovación de las 14 personas restantes, como si de la final de un mundial de futbol se tratara, se retiraron.
Cuando entraron en el vehículo, y habiéndose sentado ambos en la parte trasera, Jacobo intento besar a la chica una vez más, a lo que no solo le alejó la cara, sino que se agachó. Lo que pasó iba a hacer que Jacobo pasara de la más intensa cólera a estar de repente en un jardín lleno de flores y frutillitas.
Nunca se esperó tan poco algo en su vida como el sexo oral que le empezó a practicar en ese momento. Realmente, ni la videoconsola de 64 bits que le regalaron sus padres al cumplir los 6 años le había generado tal impacto.
(Al igual que ustedes, me gustaría tener más detalles sobre este peculiar suceso, aunque, ni siquiera siendo el narrador, me dejaron ver).
Jacobo, literalmente, se sentía en el séptimo cielo de Dante, desnudo en una nube de algodón totalmente suave y pachoncito, pero cuando estuvo a punto de acabar justamente en el séptimo y abrasador infierno, el taxi se detuvo, como también el placer.
No sabía si era del estado de ebriedad o de la excitación,pero Jacobo no recordaba el trayecto desde el taxi a su habitación, ni cómo llegó tan rápido. Apenas entraron en el cuarto, aquella Chita hambrienta procedió a empujar violentamente a Jacobo hacia su cama.
–Ahora, cerrà los ojos. –le dijo a aquel pobre e indefenso cachorrito, al mismo tiempo que se sacaba el short, quedándose con una tanga fucsia flúor; procedió a sentarse sobre él.
Jacobo no lo pensó dos veces, cerró los ojos y esperó plácidamente la sorpresa. La chica estaba moviendo suavemente las nalgas sobre su zona pélvica, lo que provocó un inmediato efecto hipnotizante en el, estaba a su merced.
–La estas pasando bien, ¿eh? ¡PERRA! – Clara, en ningún momento de la noche se había caracterizado por ser tierna, pero esto ya era demasiado, incluso para Jacobo, por lo que lo puso un poco más alerta, aunque tampoco estaba dispuesto a salir de su zona de confort.
Se empezó a sentir un suave sonido metálico, pero no podía ser, debía ser la borrachera y su estado actual, pensó en ese instante, y se intentó olvidar del asunto. Clara logró quitarle tanto el pantalón rojo como su ropa interior.
–De ahora en más, vas a ser mi esclavo. –le dijo aquella pervertida al oído, y apenas dicho eso, Jacob sintió algo frio y duro que le apretó la muñeca de la mano derecha. En ese momento, decide abrir los ojos, y cuando lo hizo, no podía dar crédito a lo que vio: estaba atado desde su mano derecha con unas esposas de policía al borde superior de su cama, pero eso no era lo peor.
Cuando decido por fin mirar para adelante a ver qué sorpresas le tenía preparadas tan gloriosa noche, lo que presencio literalmente le sacó una lagrima: aquella hermosa mujer tenía en una mano otras esposas, seguramente para inmovilizar su mano izquierda, y como frutilla de la torta, tenía puesto una cinturonga (un cinturón con un pene de goma considerablemente grande pegado a este).
–¡Para, loca de mierda! ¿Qué estás haciendo? –dijo, tratando, sin éxito, de sacarse las esposas.
–¡No hables, a menos que yo te dé la orden! –y una vez dicho eso, le pegó un espozaso en sus partes nobles.
Jacobo sabía que era su propia casa, pero no le importaba, tenía que huir de ahí a como dé lugar, y como quien se convierte en un súper sayajin, sacó una fuerza descomunal de su miedo, lo que le hizo arrancar el pedazo de madera que estaba conectado a las esposas, acto que lo liberaría. Empezó a mirar para todos lados, la mina y su cintoronga cubrían el espacio entre la cama y la puerta, por lo que había solo una salida posible, la ventana. Fue corriendo hacia donde estaba la misma, la abrió, miro para abajo y calculó:
Bueno, si bien la piscina no es exactamente cerca de la ventana, creo que si salto con fuerza desde acá, tengo una oportunidad.
Tomó un largo suspiro, y como que de un trampolín se tratase, saltó.
OPINIONES Y COMENTARIOS