La ausencia del gesto

Qué
suerte,

me
puedes soportar más de lo que imaginabas,

estás
más cómodo de lo que imaginabas,

me
quejo menos de lo que imaginabas.

Qué
suerte,

no
tienes que querer estar a mi lado,

simplemente
lo estás.

Tienes
lo que necesitas y con un poco de suerte

no
llegará ninguna lágrima más.

Qué
suerte que hoy no pregunte demasiado

y
que tú no tengas que preguntar.

Qué
no necesite lo que tú no me das.

Qué
suerte que me reconozca los méritos sin que los llegues a apreciar.

Estar
por encima del tiempo mientras yo,

aquí
debajo,

hago
malabares con él.

Qué
suerte no tener que ser consciente de la suerte,

poder
darla por hecha.

Qué
suerte que sólo te pedí un grito de amor a cambio

y
qué mala suerte que no te diste cuenta.

Fue
la ausencia del gesto la que me hizo despertar. Así que hoy anudaré
mis lágrimas y mis ganas de querer en un petate morado e iré en
busca de personas que se contemplen desde la misma altura. Y sé que
no seré la única porque cada vez oigo más voces, cada vez están
más cerca.

Hoy
soy yo quien exijo mi suerte y la de todas ellas.

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