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Golviot

lima - Perú

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Me especializo..., en no especializarme!

un zarcillo, un giro, un sarmiento, un boomerang, una cierta envolvencia...
Necesito del , del distinto, del no yo para oírme, saberme y saber lo que me pasa. Debe ser quizá, porque de alguna manera, intuyo, siento, espero, que quizá él- ella vean lo que yo no veo, sepan lo que no sé. Que sean mis ojos, mi sentir, mi piel que en su sentir, su ver se haga real lo que estoy dándome cuenta y me sobrecoge: el mundo desnudo abierto, expuesto, traspuesto.
Además, está mi cuerpo, mi cuerpo en sí, su urgencia de futuro, de futuro inmediato, ese que desde que temprano cuando abro los ojos, se me hace real en este momento enorme, diferente, nuevo. Eso, esa sensación (de saltar, de futuro inmediato) siempre estuvo ahí …, lo que cambió es que ahora soy consciente, filudamente consciente de la urgencia (de ser, de brotar) y también de la contención, del freno a ello. Y, esa urgencia de salir, de abrir, de hacer ¿será la de todo organismo vivo, la de la mariposa, el mosquito, la tortuga, el elefante?: el brotar, ampliarse desplazarse, salir ¿hacia el día? la luz? ¿hacia el otro, los otros? ¿hacia el ver...? ( fragmento, de reflexión acerca del “Pachacuti” que vivimos en el planeta desde marzo del 2020

Puedo decir que me gusta la pregunta, me encanta la aventura de lo nuevo desde que tengo memoria y también que nunca me aburro sola.
Como admiradora, servidora de un antiguo oficio -tan antiguo como el bípedo implume que somos sobre la tierra- puedo sí presentarme, pues lo abrazo hace demasiado como a un llamado telúrico, polifacético, flexible y aventuroso. Tal oficio, el de contemplar sin parámetros la vida y a la par acompañar jóvenes de espíritu (mas allá de años y tiempos digitales) o a dormidos de cualquier edad sin saber que lo están, en su camino a ser libres y pararse sobre sus propios pies, es de tal suerte que en seguirlo por rumbos impredecibles, encuentro de consuno mi propia libertad y mi alegría. Aquellos en quienes creo, lo llaman educar.
Muchas veces en distintos momentos del vivir me he preguntado qué significado, qué meollo tendrá esta actividad desde la que soy, y en la que vivo hace tanto. Se nos llama de distintas maneras: educadores, maestros, “profes”, facilitadores, guías, orientadores…. Hemos sido preparados para tratar con jóvenes, niños, adultos, con gente y relacionarnos con ellos distinguiéndolos en su particular manera de aprender, comprender, también para desarrollar relaciones creativas que impulsen al despertar, al desarrollar, al florecer.. pero sucede con frecuencia que en el transcurso del interactuar y conocernos son ellos quienes que nos ayudan a descubrir quienes somos y en qué recodo nos encontramos:.
Se suele confundir al profe, al maestro, con roles "políticamente aceptados" por el "establishment" últimamente por ejemplo, se ha puesto de moda la profesión de "coach" a caballo entre la psicología y la educación, pero ser maestro es más, mucho más… Quien de veras haya tenido la oportunidad de ejercer la profesión cabalmente, sabe que los conocimientos de su especialidad son pretextos para despertar vínculos de mutuo conocimiento y crecimiento personales, sabe que el aprender es un multifacético fenómeno vital al que es posible asistir y en el que se coexiste a gusto con los estudiantes, sabiendo generar los campos de fuerzas e intensidades del interés por tópicos y temas varios del conocimiento que estan sutilmente enraizados en la confianza y el mutuo reconocimiento. Los maestros somos grandes observadores, pero no necesariamente lo somos mediante instrumentos de medición. Lo esencial al encuentro diario o pautado de algún otro modo es nuestro “ojo clínico”, entrenado en situaciones y circunstancias diversas para apreciar talento, inclinaciones, estados y sentimientos en nuestros estudiantes. Desde ese “ojo clínico”, es primordial abrir vías a relaciones que acercan. Acercan a niños, jóvenes, padres, colegas maestros, en mi caso eso ha ocurrido en remotos pueblos de nuestro Perú y también en sus ciudades; también en países hermanos como Bolivia y Ecuador, pero por cierto no siempre en escuelas o universidades sino mas bien en situaciones de intercambio abierto y espontaneo, en investigaciones-acción, y en lo que llaman propuestas alternativas
En la universidad fui muy feliz, fueron años aquellos en que la formación era flexible abierta, libre, distendida: era una permanente oportunidad de encuentro y descubrimiento en el otro, en los libros en la observación, en la experiencia, en el trabajo de grupo. No se habían inventado aún los "indicadores de impacto", los "objetivos operacionales", los "créditos", ni siquiera los semestres. Trabajábamos anualmente y éstos aparecieron tan solo hacia el final de la formación o mejor dicho ya en etapas de opción por el doctorado y cuando ya habíamos probado alguito el sabor del trabajo. Pero no eran demasiado importantes y definitivamente la vivencia de temporalidad y de relaciones personales en la vida universitaria era otra muy distinta que hoy pues los aspectos tecnológicos eran subsidiarios a los formativos y de criterio propio. Esto último fue una enorme suerte, pues contribuyó en mucho a desarrollar una conciencia polivalente de las dimensiones del transcurrir, el estar y el proyectarse en ucronías liberadas de presiones por el cumplimiento de créditos. La vida de estudiante era una esfera radiante y porosa en que posibilidades múltiples fluían armónicas con el transcurrir del día a día. Acaso ese “especializarme en no especializarme” fuera el gratuito descubrimiento habido en exploración caleidoscópica de las letras, artes, historia, principalmente de la filosofía, la poesía y también de algunas no siempre “positivas” ciencias lo que dio plasticidad y confianza a una mirada a la par contemplativa y emprendedora, que transformada luego en decisión pudo ir deteniéndose, profundizando y ampliando horizontes en experiencias variadas y entrañables de polifacética realidad en nuestra nación de naciones.

Formación de maestros, investigación y asesoramiento, programas experimentales de arte y juego con niños trabajadores y de la calle, aquellos otros con adolescentes y adultos campesinos, incursión en educación bilingüe intercultural consubstantiva a Perú y Bolivia amén de ciertas experiencias en desarrollo organizacional con obreros y ejecutivos, perfilaron singular camino aventuroso en el que fui haciéndome persona y profesional atravesando terrones que la vivencia universitaria había despertado en raicillas. Una larga y reciente etapa sugestiva en propuestas de educación por el arte incorporando lenguajes universales de música, teatro, poesía y plástica a la semiótica de espacio y lugar, agigantó temporalidad e imaginario de literatura y filosofía hacia los ejes del espacio y el habitar. Y pudimos integrar equipos multidisciplinarios con la novedad de hacer psicopedagogía de la arquitectura. Campo fertilísimo en que desde cultura y sociedad, semióticas transgresoras e interpelantes abren potencial inagotable de creación al encontrarse con preguntas existenciales y con el habitar sobre la Tierra.
Educación, Cultura, Desarrollo y Libertad; Autoconocimiento y Libertad; El Arte: forma del conocimiento analógico; Conciencia, posibilidad y desarrollo humano: desafíos del maestro contemporáneo; Símbolos y paradigmas de lo femenino en occidente; Sinestesias
Desde ahí, la mirada, evidencia y comprensión de que lo que hace la educación posible, real, es la comunicación auténtica , aquella que brota en confianza, amistad, “philía”; y desde ello, en lo mejor del interior oscuro e indescifrable de las personas.
La genuina, legítima educación está más allá del lugar en que se la ejerce, no tiene que ver con el aula, la escuela, el instituto o la universidad. También está más allá de la edad y circunstancia de vida de los estudiantes, los aprendientes puesto que la posibilidad de educar, ser educado y educarse, es tan inherente a lo humano como lo son lenguaje, inteligencia y sentido del humor.
La verdadera educación está también más allá del tema, circunstancia o intención de conversación- comunicación que nos involucra, éstas no dejan de ser dimensiones de lo real que, al concertar mutuo interés, cobran vida en el acto de la comprensión permanentemente abierto, pasible de profundización mientras exista el vínculo e inclusive más allá de ausencias y

Desde tal concepción, la educación se encuentra también bastante más allá de planes, programas y currículo, pues las instituciones y escuelas que operan bajo ciertos parámetros o sistemas son pasibles de objetivos, indicadores de logro y modalidades evaluativas, tan solo porque pueden existir bajo la gran sombra del fenómeno vital de la educabilidad como condición inherente a lo humano, aunque en ocasiones lo olviden y pretendan atraparlo o controlarlo en formatos, pero ciertamente sin éxito alguno pues estos últimos generalmente suelen alejar más que propiciar la comunicación. También se hace necesario decir que la auténtica educación se encuentra más allá de la calificación grado o acreditación profesional que los educadores, pedagogos o maestros hayamos podido alcanzar académicamente hablando. En estricto sentido, las personas podemos, inadvertidamente en ocasiones, perder nuestra calidad de tales precisamente a causa de nuestros propios títulos, reconocimientos y grados
¿Qué será entonces esto, el educar, "educere"?
¿Acaso aquella dinámica íntima que al expandirse sobre territorios de mutua confianza, respeto, libertad de conciencia y profunda alegría de alcanzar a ver reflejada la propia, verdadera imagen en el otro? ¿de ver y dejarse ver? Aquellos vínculos de auténtica comunicación son imborrables, refuerzan y sostienen el subsuelo de la memoria, son resistencia ante los embates de la vida y meandros de confianza en el sí propio. Pueden y deben alcanzar vibración de “poiesis”, poesía.

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Interesado por: Cuento corto / relato breve, Novela en un sentido amplio, Poesía, Artículo / Crónica / periodismo literario, Ensayo / No ficción / Divulgación

Autores o libros favoritos: Julio Julio Ramón Ribeyro El filo de la navaja, Watanabe, Hernández, Eduardo Galano, Gilles Deleuze

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