Unas semanas después, el apóstol lo encontró pidiendo limosnas otra vez. Se acercó y le dijo: ─Hijo, te devolví la vista, ¿qué haces mendigando? ─El mismo día que me devolviste la vista, fui y me saqué ambos ojos. Porque recuperando la vista iba a perder mi único trabajo. ─Hijo, eres joven y fuerte, pudiste encontrar algo mejor qué hacer. ─¡Ayyy señor! ─dijo suspirando el mendigo y agregó─ se nota que no conoces el concepto «zona de confort».

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS