Yungay con Libertad. Valdivia, Chile.

Yungay con Libertad. Valdivia, Chile.

Entro a mi hogar en calle Libertad, subo corriendo las escaleras a tropezones con ganas de contar la buena nueva a mi mujer, caen los papeles que llevo en mi bolso de cuero, suelto mi corbata en el intertanto y cuelgo mi chaqueta en el perchero traído por mi abuela desde suiza (ser contratado por la prestigiosa cervecería Anwandter no es algo que ocurriera todos los días.)

Todo lo que soñamos y añoramos podría volverse realidad.

Pero al entrar a nuestro dormitorio mis ojos no pueden creer aquella escena , vieron con terror como el amor de mi vida, por quien prometí ante dioses y mortales, proteger cuidar y velar en salud y enfermedad, en nuestro lecho, nuestro refugio, donde el amor se plasmaba todas las noches, como lamia los dedos de aquel personaje sacado de la peor y mas sórdida historia shakesperiana, estaba dentro de ella, penetrándola, como yo lo hacia todas las noches, creyendo inocentemente que estaríamos por siempre juntos.

OH! iluso de mi no albergar la mínima duda en ella…

Detuvieron el pecado, suspiraron, me miraron, rieron, se miraron, se besaron y continuaron con la obscenidad…

Di media vuelta, deje la puerta abierta, ni tuve la dignidad de cerrarla, esperaba con todo el odio que puede abarcar un corazón mortal que los vieran y los quemaran vivos en la plaza de la república, atados, gritando, hirviendo por dentro.

Con toda esa carga, tambaleante, mis sueños rotos, el futuro quebrado, cual espejo recien fundido siendo machacado con un martillo.

Asi fui chocando con quien se atravesara en mi camino, con la mano en la cara, pensando, recordando , pensando en ella, me dirijo al puerto, donde pescadores venden sus mercaderías, gaviotas buscan su destino diario, y donde personas quizás con que función en este mundo deambulan de aquí para allá en busca de algún trabajo remunerado, me compro una botella de whisky, camino hacia una torre usada en años de conquistas españolas, me siento a su lado y empiezo a beber el odio, el llanto, la sangre, y cada una de las imágenes de aquel amargo momento de asco…quien lo diría

Cuando empieza a bajar la neblina de comienzos de otoño, ebrio, deambulo por el centro de la ciudad, luces tenues bañan mi rostro, la gente volviendo a sus hogares después de un largo y amargo día de trabajo, como tantos hacia la infinidad de sus días, fui emboscado por una pandilla de mal vivientes… me golpearon,me golpearon, me golpearon, y me volvieron a golpear hasta casi matarme, robaron el poco dinero que tenia pensado gastar en bares tratando de ahogar mis ideas, temiendo haber logrado ese cometido, me tomaron, sin delicadeza, habían decidido mi destino, donde terminare mis días?…Ya no importa…nada importa.

Siento como olas de sangre, tibia, roja como vino veraniego endulzado con miel, sale de mi nariz, de mi boca, como mis costillas están rotas, presionan mis pulmones, mis entrañas destrozadas, intento, trato de gritar, no puedo…

Despierto ensangrentado, sin dinero, sin zapatos, casi inconsciente y con una resaca de mil demonios, siento el agua del río en mi brazo derecho, el sol parece que golpea mis pupilas, ojos hinchados, olor a sangre en lo que queda de ropa, no quiero morir aquí, no debo, no me puedo parar, no siento las piernas, trato de levantarme, no puedo, trato de pedir auxilio, no sale aire de mi boca, comienzo a llorar, pienso: “tengo días que vivir, soy joven”, (tengo 25 años aun) maldigo ante todos los dioses aquella mujer y a su amante, maldigo mi fortuna, maldigo al mundo, maldigo esta ciudad, maldigo aquellos que casi me matan por unas pocas monedas, miro mis manos, dedos rotos, trato de mover el cuello, no puedo, a pesar del calor de la tarde temprana, siento un frió sepulcral, cierro los ojos…este es mi fin…

Por que el suelo se mueve?…por que la gente grita?…por que la gente empieza a correr?

Benjamín Oporto Loyola

Domingo 22 de mayo 1960

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS