Y volvió a suceder (parece ser casual)…ahora un poco más de lo conveniente ¡No quiero mirar!
A través de la ventana, el paisaje corre vertiginoso y colorido, el rutinario ronroneo del motor por momentos acrecienta su andar, y mi pensamiento se proyecta más allá de los sentidos.
Resta poco por llegar, de seguro todo igual, una taza de café compartido en soledad, luego de leer el trozo de una novela…a la cama y mañana despertar…para volver a comenzar ¡Que rutinaria es mi vida! Igual que este motor.
Y vuelve a suceder (pero ya no es casual) ¡Ay Dios que insistente! Juro que no lo vuelvo a mirar.
La protagonista de la novela que leo, sí que es audaz…si yo hubiese sido así…pero hoy ya el tiempo no se puede desandar.
¿Pero que pretende? ¡Es un impertinente!…sin embargo ¿Qué me pasa?…siento que sonrojo…me tiento por un instante y le miro…el espejo retrovisor me devuelve su mirada. Quiero que acabe ya este juego – ni yo soy una niña, ni el chofer es un chaval- a propósito nunca aprendí a manejar ¿para qué? Si mis distancias siempre fueron tan cortas. Para conducir se requieren buenas manos ¿y cómo serán sus manos para acariciar? ¡Dios me perdone! Que tontera me ha dado por pensar, debe ser el aburrimiento, el gentío de este bus, o algo mas…siento el aire enrarecido, me cuesta respirar…pero está él para darme aliento de su boca ¡Dios! ¿Me estaré volviendo loca? ¡Basta tengo que parar!
Qué alivio solo restan tres cuadras para llegar a mi destino (destino al cual no quiero llegar) ¿y si me atrevo? ¿Y le sonrío? ¿Como puedo pensar tal necedad?
Me incorporo, es momento de bajar, la distancia del pasillo me parece una eternidad…las piernas no me acompañan…siento que voy a resbalar…tengo miedo, es increíble, hasta transpiro, me tengo que calmar.
Estoy en la bajada ¡Ay se voltea! finalmente me va hablar, extiende su mano; dos pesos y un centavo – Señora su cambio – No lo vaya a olvidar.
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