Mentira lo que dice
mentira lo que da
mentira lo que haré
mentira la mentira
mentira la verdad
mentira lo que cuece
bajo la oscuridad.
La fatigada música se cuela por el patio interior con su intenso mensaje, asoma con desgana desde el departamento del perroflauta del vecino, ese que vive arropado con chalecos gordos de lana y atufa a incienso y cajas de cartón.
Me descubro cuando me lo cruzo a solas por el portal, o en el ascensor. ¡ Mira qué pintas me trae hoy ! – ¡ Qué pasa camarada !, cómo va esta mañana lo del Ártico, ¿ se descongela o no ?
Y él se acomoda distraido el gorrito andino y se ríe el muy cabrón.
Se ve hermoso reflejado en el espejo del ascensor, aún con ese cabello aceitoso y sus incontables perros y pulgas.
Mentira el amor
mentira el sabor
mentira la que manda
mentira comanda
mentira la tristeza
cuando empieza
mentira no se va.
¡ Hijoputa, qué lírica !, ¡ para comerte los güevos Federico !
Los lánguidos acordes de caja de ritmo barata se cuelan sin cuartel por el oido que no me tapa la almohada. Abro sosegado los ojos y los poso en un tendedero abarrotado de acartonados vaqueros. No se mueve ni una pizca de aire. Cuanto anhelaba un agosto al Sur y una siesta sudada en Sábado.
Mentira, mentira
la mentira
Las respiraciones de Julia me pegan en la espalda y el aire vivo que choca contra mi piel mojada no me hace mal. Me pego la vuelta y la espío furtivo. Volvimos después de años, como algo irremediable que esperábamos y contra lo que nos dio pereza luchar.
Me castigo al pensar los te quieros que ahora se quedan agarrados aquí en la nuez, las caricias esquivadas por la distancia de sólo centímetros, los besos sin respiraciones ahogadas. Luce bonita dormida y le aguanto la mirada a esos ojos cerrados.
Mentira no se borra
mentira no se olvida
mentira la mentira
mentira cuando llega
mentira nunca se va
mentira la mentira
mentira la verdad.
La cómica melodía del indecente social me provoca a encender la chusta a medio terminar, y que dejé humeante en la mesilla antes que me venciera la flama. Me calzo las lentes de cerca y destapo el libro por donde lo dejé. Porro y libro, nada como retomar viejos hábitos.
¿ Sabéis que se sueltan tres mentiras por cada diez minutos de conversación ? Lo dice la sicóloga del libro que ando leyendo, “la verdad de la mentira”.
Si ya de antemano tienes ese apunte, que yo tuve sin necesidad de leer a la sicóloga, es para ir con ojo, para no tragar mucho y masticar hasta salivar para luego escupir.
Ese irrefrenable capricho de mentir, que si a la madre, y por qué no al marido, y mi hermano no va a ser menos y a los hijos desde chiquitos, a bocajarro, a lo Pinocho. Que lo dice la sicóloga en un libro, con su prólogo y sus páginas numeradas.
¿ Os confío algo ? Amo mentir, por vocación, con naturalidad y estilo, con mucha pasión, cómo la que tienen otros por correr los Domingos por el parque. A mi las mentiras me nacen espontáneas, sin necesidad, otras sin remedio. Me da recompensas inmediatas, embellecen mis historias, engrandecen las escasas habilidades que poseo, adornan mis aventuras.
Y si ya encima decoro mis sobresalientes monólogos con un poquito de omisión y las justas exageraciones, se te queda la tarde estupenda.
Si me das un hilito, te lo hago cuerda de barco y te acabarás agarrando a ella.
También tiene sus riesgos, y a veces toca tapar huecos y rendijas, a dos manos, para que no aflore nada, ni un rayito, hay que ser ágil y hacer drama si fuera necesario y el ofendido merece el esfuerzo. Y lapidar si algo se te escapó entre los dedos y salió a flote, pero con piedras gordas, mentira por mentira.
Mis mentiras no tienen patas cortas, sino largas y ágiles.
Todo es mentira en este mundo
todo es mentira la verdad
todo es mentira yo me digo
todo es mentira por qué sera ?
Apuro una última calada y descubro tras la ventana al perroflauta preparándose un té, que de seguro le trajo una colega de Larache o Bombay, y que vino pero mogollón de cambiada y que ahora ama a todos y que le parece superfuerte todo lo que necesita la gente para vivir, ¡ ossea Cayetana !
Se mueve por su cocina con un pantalón de esos de los peruanos, a rallas lilas y negras, con barba de insumiso sin mili y con ese aura de místico vacío.
La voz de Julia, rasga el momento. – ¿ Qué haces ? Dice sin interés alguno mientras se estira.
– Fumo y te pienso.
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