¡Mis cálculos son falsos! -me repetía- es una pesadilla…Pero allí estaba él, cabizbajo en nuestra habitación, llenando su vieja maleta con toda su ropa, el portarretrato con la foto del último viaje, y hasta el esmoquin de nuestra boda… ¡Basta! Le grite, sin que mi ruido pudiera romper el silencio de tanta calma. Por un instante hizo una corta pausa, cogió delicadamente el pañuelo de seda con colores cálidos, que me regalo la semana pasada, y sin más, se marchó. Corrí detrás de él, pero no pude parar su camino. Frente al remo del viejo árbol, entre lágrimas, dijo “Descansa en paz, corazón”

Vanesa Suárez

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