No había ido nunca al museo, le había sido esquivo, no el al museo, sino que el museo lo había esquivado a el. Les explico..
El museo se lo había recomendado un amigo, que si bien recordaba el barrio donde se ubicaba, no recordaba la calle ni la altura, en tiempos previos a internet y a google maps, la gente dependía de arcaicos inventos, como gacetillas, la guía telefónica, Filcar, Michelin, etc.
En casa de una tía recordó la recomendación de su amigo y busco en la guía la dirección del museo, aunque luego recordaría que algo sobre la dirección del museo lo hizo dudar.
Como no tenía auto, se guio con la Filcar que colectivo lo dejaba en la inmediaciones de su destino
Podría relatar aquí las desventuras de su mediocre viaje en transporte público, la compra de unos caramelos Refresco, y su desventurada observación de un escote femenino, pero para resumir. Llego a la dirección buscada y viendo una casona deteriorada y en franco abandono consulto con un vendedor de periódicos que le dijo que el museo se había mudado de esa dirección y que él creía lo habían llevado a La Paternal.
Regreso a su pequeño apartamento y a su gata, mientras reflexionaba en lo que era la pérdida de tiempo y del fin de semana, imaginó que su tía no cambiaba la guía de teléfono hacia años y que la que el consulto estaba caduca.
Se recostó, y se dijo que lo intentaría el fin de semana siguiente.
No lo hizo, la llegada de unos primos y un asado por el encuentro lo desviaron de su curso y la visita al museo quedo relegada, exigencia del trabajo en la semana lo distrajeron de esa visita por el resto del mes.
Varias semanas más tarde y a raíz de un comentario en un grupo del trabajo, donde había una fémina que le interesaba impresionar, la fémina en cuestión relato su visita al museo y el solo pudo decir que no había ido, pero aprovecha la conversación para proponer una excursión juntos al susodicho si sabía la dirección, sorprendiéndolo la respuesta de la fémina, que dijo que No,..no sabía porque la había llevado su novio, que tenía auto, lección de tacto y estrategia para nuestro desafortunado. La fémina se saca de encima el tema diciendo que creía que quedaba por La Paternal.
Decidido, ese fin de semana llama al 109 información telefónica y consulta teléfono del museo tal y le dicen que tienen el teléfono pero que lo están cambiando y que el que le dan no serviría ahora y que nuevo todavía no ha sido asignado pero le dan la dirección y el horario de atención. Victoria, dice, y se deprime un poco porque se da cuenta que es nombre de la fémina con novio motorizado.
Filcar mediante y mediocre viaje en colectivo (s). Llega a su destino.
En la dirección halla un divertido Kiosquero que le informa, que le pasa seguido, porque parece, dice, que en la telefónica tienen mal el dato y que no se preocupe que no es el primero. Nuestro amigo de sobre pique le pide si tiene la dirección correcta. (la referencia tenística es porque el pobre parece una pelotita de tenis rebotando en la búsqueda del esquivo).
No, no la tenía.
Perturbado, ya medio caliente y decido a hacer sus papeles de doble nacionalidad italiana, para irse de este país de mequetrefes y tirifilos vuelve a su casa.
Su gata es testigo de acaloradas discusiones telefónicas con información telefónica y los disculpe pero marche preso del caso. Después de un par de fernet se calma y concilia el sueño.
En la oficina diseña un poster y un díptico tras otro; cuando su jefe lo llama para avisarle que le tienen en cuenta para sumar a su portfolio la cuenta del susodicho museo. Sonríe y pregunta dónde queda, y su jefe lo mira con cara de “todavía no fue al museo”, lo que sigue es de libro, pero termina en.
Bueh… si no lo conoce y no fué… le daré la cuenta a otro.
Fue inútil explicar. Su jefe ya se había ido…como su oportunidad.
En llamas…. va a la planta baja y conmina a su amigo, que obtuvo la cuenta del museo, que le diga donde esta. Le dice y el muchacho sorprendido lo mira salir.
Va a esta la dirección (si en colectivo..) y finalmente el museo y el se ven las caras, bah la cara de el y del museo los barrotes porque estaba cerrado y las horas de visita eran de tal a tal como dijo la telefónica. Lo señala con el dedo teatralmente, al estilo de un pistolero de una película de Sergio Leone. Vos y yo mañana de 11hs a 17hs tenemos un asunto pendiente.
Falta a la cita porque su jefe, parece que decidió que un empleado que no va al Museo puede hacer más trabajo. Así pasa una semana, pasa un mes.
Su cabeza no para de pensar en la fémina, la cuenta perdida y su malestar gástrico y como suele suceder cuando uno piensa cosas mientras intenta dormir llega irremediablemente a una conclusión obvia y errónea.
Dice el badulaque..”desde que me recomendaron el museo y yo no parezco encontrarme con el mi vida se esta yendo al tacho, cogito ergo sum, tengo que conseguir visitarlo y llegar al nirvana”..luego de este razonamiento inexplicable y de lógica inhallable va el cernícalo en pos de su meta, dejando todo de lado, al día siguiente pega faltazo y se va derecho al museo en horario.
Colectivo mediante desciende y ya sabe que algo anda mal cuando ve sábanas blancas que cubren su fachada. Una instalación lo intenta tranquiliza su cerebro…pero no.
El museo se mudó nuevamente y en su lugar, no sé qué algo del ministerio de telefonía e información al público.
Estoy meado por Budah dice mientras lo vemos dirigirse a su casa.
Deprimido, de camino al trabajo en colectivo, reflexiona y decide que mejor es dejarlo ir antes que se convierta en obsesión, aceptar el destino con fatalismo y entregarse.
El de vigilancia en la entrada que le dice que el jefe de personal lo quiere ver, el amigo lo saluda de camino al despacho donde lo recibe el jefe en cuestión y le dice que lamentablemente su ausencia, mas ciertas actitudes y opiniones de sus jefes no le dejan más opción que “dejarlo ir…”
Le detono la frase en la cara.
“Dejarlo ir”.- repite. Mientras va a su despacho donde lo espera el de seguridad y lo acompaña a la salida
“El Museo”.- repite. Mientras sus compañeros lo ven salir.
Ni se da cuenta que salió a la calle, camina sin destino durante horas incrédulo de lo que le sucedió. En un estado de perplejidad cruza la calle y ni ve el colectivo que lo arrolla.
El diario del día siguiente habla de la re apertura del Museo en su nueva dirección y de como su fiesta de inauguración se vió opacada por el accidente de un transeúnte que fué atropellado por un colectivo
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