Los seres humanos nos creemos reales,
ocultamos pecados bajo un manto frágil
y exhibimos nuestras vanidades
como trofeos de cristal,
tan obsesos y doblados
que cargamos nuestras propias ruinas.
La vida es una guerra interminable
entre la verdad y la mentira,
un duelo que creemos blanco o negro,
ignorando que hay mentiras que acarician
y verdades que desgarran.
No todo el que dice la verdad es un héroe.
Hay palabras tan afiladas como puñales,
verdades que arrojas como piedras,
y en ese instante,
la bondad que te habitaba muere.
Te vuelves un verdugo que hiere,
un portador de sombras.
Las intenciones son el espejo roto
de nuestra extraña naturaleza:
decimos algo porque amamos,
pero en un instante breve,
con un solo gesto,
destruimos lo que más queremos.
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