Impacientes gotas, desbordaban raudales por sus ojos. Barriendo Asperezas. Frustrados sus enojos.
Vertientes y desechas aclamaban cual despojo.
«esta carne que no sana. Que se consume a groso modo».
Poco a poco con el tiempo endureciendo sus poros. Hoy se decide a servir
a corrientes sus añoros.
Y una cubierta de mar envuelve por completo su rostro; de melancolía reprimida, de furor de saberse roto.
Como compadecer al tiempo? Se pregunta incesante y absorto.
Limitados sus movimientos, acicalados ante mis ojos.
Quisiera Darte mi tiempo. Devolverte tan solo un poco. Para que detengas tus lamentos y la angustia de saberme tonto; ante tanta incapacidad de ayudar y solventar tan siquiera un sorbo, de este camino que te queda tan corto y pavoroso ante tus ojos.
Mírame fijamente… en mis adentros están tus días gloriosos. Que recordaré por siempre como mi más valioso tesoro.
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