Capítulo 1 ~ Cotidiano

Libre. Veloz. Inalcanzable. El aire me golpea la cara. Siento la brisa en mi pelaje, siento la libertad en cada metro que recorro. La luna, mi única compañera, fiel ante todo momento; nos reunimos siempre al anochecer.

Sigo corriendo hasta un valle y me detengo delante de un riachuelo; puedo contemplar la inmensidad de mi ser; el reflejo me adula y yo, perplejo, lo adulo a él. Nada mejor que ser un lobo en libertad, correr, aullar sin miedo. Solo yo.

«Solo yo.» Estas palabras quedaron grabadas en mi mente por todo el día. Ah, lo siento, ¿esperaban una fantástica historia llena de aventuras de un lobo feroz y salvaje? Lamento decepcionarlos, casi tanto como la vida me decepciona a mí todos los días. Para arruinarles sus expectativas, déjenme decirles que solo era un sueño, otro entre tantos, donde me sentía libre.

Me desperté mucho antes de que sonara la alarma, por lo que tuve tiempo de desayunar algo normal, por primera vez en muchos días. Casi siempre ignoro que tengo un estómago que me exige alimento y voy a la universidad sin probar un solo bocado. Meh, de algo tengo que morir, ¿o no?

Vísperas navideñas, mis favoritas. Sarcasmo, como las odio. Esta época del año es donde todo mundo pretende ser feliz y amarse mucho con obsequios costosos y viajes que no pueden pagar; aunque otros dicen que es la mejor época porque ves a todos tus familiares y pueden pasar un rato acogedor. «Inserte sonido de asco.» Vamos, no me juzguen; ¿qué tontería es esa? Si el sentimiento fuera verdadero, las personas no esperarían una festividad para pasarla con sus «seres queridos.»

Parece que entre más pasan los años, el clima se vuelve más loco; digo, lo comprendo. Tener que tolerar la inhumanidad de este mundo y su contaminación infinita, es comprensible volverse loco. Nunca he sido fanático de los abrigos, por lo que la única protección para este frío colosal de la mañana es mi única sudadera gris de cuello ajustado y unos pants ligeros del mismo color.

La ventaja de la universidad es que puedes acomodar, relativamente, tu horario; así que mis días constan de únicamente 2 o 3 clases a lo mucho. Voy tarde para la primera, que raro. Son las 7:28 de la mañana y el viento me pega directamente en la nariz; no sé si estornudar o llorar. Mi clase empieza en 2 minutos y apenas voy entrando al edificio correspondiente de profesional; me subo un poco el cuello de la sudadera para evitar el golpe de frío y me encamino al piso dos del edificio, donde mi divertidísima clase de matemáticas está por comenzar.

No me malentiendan, soy un auténtico fanático de las matemáticas, las adoro. Es sólo que, precisamente por eso, intenté estudiar una carrera relacionada solamente con matemáticas y terminé en ingeniería industrial. No me pregunten como, porque ni yo mismo lo sé.

Cuando llego a mi clase, a las 7:34, mi profesor apenas comenzó a pasar asistencia, por lo que me escabullí de alguna forma dentro del salón y esperé a escuchar mi nombre.

-¿Otra vez tarde? -Era Lucy, una de mis compañeras de clase.- Es como la tercera vez esta semana. -Una ligera sonrisa mañanera se asomó entre sus mejillas.

-Muy graciosa Lu, seré torpe, pero no demasiado. Sé que hoy apenas es martes. -Le devolví la sonrisa y después aparté la mirada.

El profesor empezó anotando una cantidad impresionante de números y garabatos matemáticos en el pizarrón, lástima que estoy ciego sin mis lentes, aunque también disfruto de sentarme hasta atrás. Lo sé, no me juzguen.

Alcancé a escuchar algo a cerca de derivadas e integrales, pero no le di mucha atención. Normalmente en esta clase no me esfuerzo por sobresalir o por fijar interés; la mayoría de los temas son cosas fáciles que ya domino, por lo que me la paso jugando en el celular o escuchando música.

Otra ventaja de este lugar es que puedes ser la persona mas obvia con audífonos y música a todo volumen y no serás reprendido; quizá la universidad no es tan mala después de todo.

-Oye. -Era Lucy de nuevo, me sacó de mis pensamientos perdidos.- Espérame en el 2205 a las 11:00, hay algo que quiero darte. -Y con un ligero guiño se levantó de su asiento y se marchó.

Ah, otra cosa buena de este lugar es que no se necesita pedir permiso para ir al baño; al menos nos tratan con mayor madurez, supongo.

Pasé el resto de la clase con mis audífonos y jugando cualquier jueguito estúpido que encontré en Internet; después de todo, ¿quién tolera 90 minutos de derivadas e integrales sin volverse loco?

Las 9:00 en punto y todos se pusieron de pie, se despidieron del profesor y salieron del salón. Como de costumbre, yo salí al último, busque a Lucy con la mirada, pero no la vi. Recordé lo que me dijo, en el salón 2205 a las 11, ¿qué será lo que quiere darme?

Me puse de pie y me encaminé a la entrada; justo cuando iba a salir, me topé con mi profesor de la siguiente clase.

-Siéntate, hay algo de lo que debemos hablar. -Mi tutora entró después de mi profesor, cerrando la puerta tras de sí y ambos se acomodaron en el escritorio junto con mi profesor de matemáticas.

-¿De qué se trata todo esto?

-Solo siéntate, vamos a hablar un momento.

FIN DEL CAPÍTULO 1

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS