UNA MUJER SIN IDENTIDAD.-
Ciudad de La Plata, lunes 18 de diciembre de 1978. El país vive momentos difíciles. Cualquiera puede desaparecer. La ley del contagio iguala a quienes participan de la guerrilla con aquellos que tan solo se acercan a quienes se considera como enemigos de la República. La proximidad a un presunto guerrillero, convierte a quien se encuentre en dicha situación en un guerrillero más. No hace falta tomar armas, disparar un fusil o realizar el secuestro de personas. Sólo alcanza con cierta vecindad, aunque sea remota para ser considerado un traidor y justificar su aniquilamiento, por el medio que sea.
Salir en medio de la noche no se recomienda. Nadie lo hace, nadie lo haría, excepto Juana Gonzalez. Está embarazada con sólo dieciseis y a punto de parir. El padre del niño por nacer se había marchado al interior del país a probar suerte con el trabajo y nada se sabía de él. Era un joven de 20 años, sin trabajo, sin hogar propio, sin presente ni futuro. En su casa, su madre no quiere un niño más, porque no tienen con qué alimentarse. Su familia estaba compuesta por siete hermanos, un padre desconocido y una madre sin trabajo. La vida no había sido generosa con ella. Su madre se lo había advertido y de una manera muy explícita.
– ¡Juana, no puedes tener ese niño! Ya lo sabes.- En esta casa no hay lugar para nadie más.-
Juana ni siquiera atinó una respuesta, no tuvo fuerzas para oponerse. Tenía pensado una solución. –
Se desprendería del niño. Lo dejaría en el Hospital, donde ya tenían programada una cesárea. El aborto había sido su otra opción pero no podía imaginar dicha situación.
Se hubiera sentido culpable el resto de su vida. En el Hospital le habían dicho que había una pareja que aspiraba a ser padres pero que no querían esperar los largos trámites que se debían realizar para concretar el anhelo de ser padres.
Llegó al Hospital en medio de la noche para ser atendida y así poder lograr que su hijo naciera.- Un médico y una enfermera le asignaron una habitación. Pronto fue llevada casi de urgencia al quirófano para que se le practicara una cesárea. El niño o niña debía nacer de inmediato.
Pronto la incógnita terminó. El llanto de la niña se pudo oír en los pasillos del Hospital.
Su madre, no pudo escucharla. Aun permanecía dormida por la anestesia. Nunca más sabría más de ella. La neonata había sido entregada a una pareja que estaba en lista de espera, sin formalidades ni requisitos. Tan sólo un poco de dinero a repartir entre todos los que habían participado directamente o indirectamente del nacimiento.-
Cuando Juana despertó, la niña ya no estaba en el Hospital.-
Su instinto de madre la llevó a preguntar por su hija. La angustia había invadido su existencia.
Al ingresar la enfermera a la habitación que ocupaba Juana se apuró a preguntar:
– ¿Dónde está mi hijo? ¿quiero verlo?
– Es una nena, respondió la enfermera. Tu hija está en buenas manos. Es lo mejor para ella. No hubieras podido criarla, Juana.-
¿Acaso para ser padre se necesita tener dinero? ¿no basta con el amor que le puede dispensar una madre? ¿Debería negarse el derecho de crianza o de contacto con sus hijos a aquél progenitor que carece de bienes para solventarlo o brindarle su alimento.? ¿o que simplemente no quiere hacerlo?
Son muchos los interrogantes; las respuestas están pendientes.-
Rodrigo Mendez y Marta Rodriguez habían estado esperando el momento de encontrarse con la que de ahora en más sería su hija, desde hacía varios meses.-
Marta no podía tener hijos. Se había hecho todos los tratamientos que la ciencia ofrecía. Sin embargo, ninguno le había dado resultado.- Sin embargo, no podía imaginar su vida sin sentirse madre
Todos los intentos habían fracasado. Entonces Rodrigo y Marta habían decidido buscar su paternidad de una forma más directa, más rápida, pero ilegal.-
Rodrigo conocía al Director del Hospital Policlínico de La Plata, el Dr. Saul REBAY, Con el que tenían una amistad derivada de la frecuencia de trato y de la condicíón de colegas. Rodrigo también era médico.
Rodrigo se había cruzado varias veces con Saúl en las guardias médicas del hospital. Allí se había forjado una amistad. Surgió entonces la idea de pedirle a Saúl que lo ayudara a conseguir un bebé.
Se encontraron en el buffet del Hospital. Se dieron un abrazo intenso. Hacía varios meses que no se veían.
– Rodrigo, viejo amigo. Qué alegría verte.
– Hola, Saúl. También me pone bien haberte reencontrado. Pero quiero ser directo. Necesito pedirte un favor.
– Decime.-
– Marta, mi mujer, no puede tener hijos. Está muy angustiada. Pero no queremos esperar. Los trámites legales son muy complicados y complejos, no queremos estar en lista de espera. Sabemos que eso puede durar mucho tiempo. Marta quiere ser madre, ahora.
– ¿Cómo puedo ayudarte? preguntó Saúl intrigado.
– Queremos que el próximo bebé que fuera abandonado por su madre, sea nuestro hijo.
– Sabés que eso puede ser peligroso; es arriesgado Rodrigo. Si se descubre puedo tener problemas.
– Pagamos lo que sea necesario, dijo Rodrigo, tratando de seducir a Saúl con su propuesta.
– No se trata de eso, contestó Saúl. Pero bueno, dejame que voy a ver qué puedo hacer.
Terminaron el café y se despidieron sin pronunciar palabra. Los dos sabían que se estaban arriesgando más de la cuenta.
Las crónicas daban cuenta que cada cinco días un bebé recién nacido era abandonado.
La mayoría de las veces los niños eran dejados en los hospitales en los que nacieron, por mamás que se retiraban antes de que les den el alta.-
Saul se había comprometido con Rodrigo en darle el próximo niño que no hubiera sido querido por su madre. Era una posibilidad incierta. Pero al menos existía una chance. Marta y Rodrigo estaban dispuestos a esperar.
Al poco tiempo, lo que parecía imposible se hizo realidad.
– Hola Rodrigo, soy Saúl. Tengo novedades para vos. Vas a poder tener lo que querías.- Vengan al hospital ya. No demoren.
Rodrigo no podía contener la alegría. Su corazón comenzó a latir desenfrenadamente. Apenas podía hablar. La emoción lo había invadido. –
– Gracias…Gracias, Rodrigo. No sabés lo que significa esto para nosotros.-
Marta estaba a su lado. Había escuchado la conversación. Por fin, la espera se había terminado. Se confundieron en un beso encendido que fue interrumpido por las lágrimas que comenzaron a fluir.
Se dirigieron velozmente hasta el hospital de la ciudad a bordo de un flamante Ford taunus color verde. Durante el trayecto desde la casa hasta el nosocomio, ninguno quiso hablar, como si ello pudiera afectar la felicidad que sentían.
El personal de seguridad los detuvo su entrada al hospital. – ¿Hacía dónde se dirigen? preguntó el personal de seguridad. Está prohibido transitar luego de las 22 hs.
– El Director del Hospital nos llamó de urgencia. Tenemos una entrevista por él, respondío Rodrigo. Nos está esperando.
– Esta bién, pasen.-
Se dirigieron por el ascensor hasta el despacho del director. La ansiedad crecía a cada momento.
Ni bien abrieron la puerta del despacho, Saúl les hizo señas para que mantuvieran la calma y no pronunciaran ninguna palabra que pudiera ser escuchada por otros pacientes o el personal del Hospital.
– Rodrigo, tienen que ir hasta el segundo piso. Al sector de maternidad, habitación 4. Allí los espera la enfermera, les indicó Saúl. Ella se las va a entregar.
– Sí Saúl, lo que vos digas. Decime cómo hacemos con el dinero que tenemos que darte por el bebé.-
– Shhhh, después arreglamos Rodrigo, respondió Saúl. No quería dejar rastros de un hecho tan cuestionado y repugnante.-
– Entendido, gracias.
Marta y Rodrigo salieron de la oficina de Saúl con la premura de quien está llegando tarde a una cita soñada. No esperaron el ascensor. Subieron por las escaleras como si se tratara de una competencia, la ansiedad era cada vez mayor.-
En pocos segundos se encontraban en el segundo piso. Entraron a la habitación donde se encontraba la niña sin golpear. Rodrigo se dirigió a la enfermera que aguardaba con la niña en brazos y exigió que le entregara la pequeña como si se tratara de un trofeo, de un premio que se obtiene por participar de un juego de azar.
– ¡Quiero a mi hija, dámela! le dijo Rodrigo a la enfermera. Necesito llevármela ahora.
– Señor, usted es un maleducado. No puede…
La enfermera no alcanzó a terminar la frase. Rodrigo le había arrebatado la niña de sus brazos y salió abruptamente de la habitación, al mismo tiempo que depositaba a la niña en los brazos de Marta.- La enfermera, de nombre, ALICIA, había sido alertada por el Director del Hospital de la desesperación de MARTA y RODRIGO por tener un hijo; había incluso aceptado participar en su entrega a cambio de un dinero que le resultaba imprescindible para arreglar su casa, pero no aceptaba el destrato como mujer; sentía de algún modo, que a ella también le habían robado una parte de ese ser que había alcanzado a tener en sus brazos por apenas unos instantes. ¿Instinto de madre tal vez?. Quién podría saberlo. Pero sin dudas, ALICIA ya no sería la misma desde entonces, algo se había quebrado por dentro. La culpa había comenzado a hacer su trabajo.-
RODRIGO escapó rápidamente por las escaleras con MARTA, sin esperar que el ascensor abriera las puertas.
Sabía que lo que estaba haciendo era un delito. Pese a ello, no le importaba las consecuencias que podría derivarse de la situación.
– Acá tenés al hijo que tanto querías Marta. Ahora podremos vivir en paz.-
– Si, mi amor. No lo puedo creer. Gracias.
– No es a mí a quien debes agradecer MARTA. Se lo debemos a Saúl y a la madre de la pequeña que decidió abandonarla. No debió ser así, pero no tuvimos otra opción.
Se fueron del Hospital con un sensación extraña. La alegría que sentían era incontenible, pero sabían que no habían hecho lo correcto. Y ello impedía que la felicidad fuera total.
Pero en algún momento la verdad saldría a la luz. Y con ello, todo cambiaría.
Con la partida de nacimiento que les había entregado Saúl, pudieron inscribir la niña en el Registro Civil. Eligieron un nombre acorde con la larga espera y una solución inesperada: MILAGROS.
Luego de unos meses sin que nada alterara la tranquilidad inicial de la nueva integrante de la familia, RODRIGO y MARTA decidieron bautizar a la niña en la Basílica de San Ponciano, en el centro de la ciudad de La Plata, en medio de una multitud de invitados que asistieron al lugar invitados por los noveles padres.
MILAGROS fue creciendo entre algodones. Tenía todo lo que una niña quisiera tener: Ropa, comida, atención, dedicación, comodidad, juguetes, tiempo y sueños de algo mejor.-
A los quince años MILAGROS celebró su fiesta de cumpleaños rodeada de amigas y amigos de la vida y del colegio. Sus padres impostores vivían una vida perfecta.
Sin embargo nada es para siempre. Cuando MILAGROS terminó la secundaria ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La plata y fue allí donde comenzó a cambiar su historia.
Con la vigencia de la democracia y el auge de las investigaciones para determinar la paternidad de miles de niños nacidos en cautiverio durante el régimen militar que instauró el Proceso de reorganización nacional, MILAGROS comenzó a tomar conocimiento de lo que había sucedido con esos niños. No podía entender cómo las personas que se habían apropiado de hijos que pertenecían a aquellos a los que habían hecho desaparecer y podían vivir sin culpa, como si se tratara del hecho más normal del mundo.-
Tampoco podía comprender como alguien pudiera aceptara sin más, ser el padre de un niño sin someterse a un proceso de adopción, simplemente pagando por ello o suprimiendo su identidad para luego crear la apariencia de
El tema la había atrapado de tal modo que luego de finalizar sus estudios como abogada decidió cursar el Doctorado en Ciencias Jurídicas y Sociales y aprovechó la ocasión para profundizar más sobre el tema, a punto tal de elaborar su tesis doctoral sobre el derecho a la identidad.
Ello cambiaría su vida para siempre.
Para comenzar su trabajo se preguntó a sí misma. ¿qué mejor forma de dar a luz a esta tesis averigüando cómo había llegado al mundo?. Después de todo conocer sobre su identidad podría servirle para fundamentar su trabajo.
Al regresar de la Facultad y ya con la decisión tomada, MILAGROS encontró a su madre preparando la cena.
Eran las diez de la noche. El frío del invierno resultaba implacable para quienes no tuvieran un refugio apto donde pudieran resguardarse. MILAGROS entró a la cocina
y le hizo a MARTA la pregunta más difícil e incómoda de su vida. – MAMÁ ¿Me podés contar cómo fue que decidieron tenerme? Estoy preparando un trabajo para la Facultad sobre la identidad y quiero comenzar contando mi historia personal.-
MARTA se paralizó, sus manos comenzaron a temblar; al mismo tiempo, gotas de sudor comenzaron a caer sobre su rostro pálido y estupefacto. Jamás pensó que MILAGROS le hiciera esa pregunta, nunca se le había ocurrido que podría tener que hablar con ella sobre ese tema.-
Por un momento se le cruzó decirle verdad. Se hubiera sentido aliviada. Pero luego, recapacitó. El miedo al desprecio, al rechazo eterno y al distanciamiento de MILAGROS la llevó a persistir en el engaño.-
Hizo un esfuerzo para que MILAGROS no advirtiera en su voz la mentira que escondían sus palabras.
– Siempre quisimos tenerte hija. Lo intentamos varias veces y como no podía quedar embarazada hicimos un tratamiento. Gracias a Dios que todo salió bien. sabés que te quiero mucho, MILLI, respondió MARTA.
MILAGROS aceptó sin sospechas la explicación de MARTA. Sin embargo, un hecho fortutio cambiaría la vida de todos los involucrados en esta historia para siempre.-
Después de todo, se había enterado que su madre no podía tener hijos al escuchar una conversación entre sus pretendidos padres en la que discutían el por qué no era posible adoptar otro hijo.
La duda de MILAGROS era cada vez mayor y se había acentuado luego de que en la Facultad le comentaran que en el Hospital Policlínico de La Plata habían ocurrido varios episodios en los que los niños que eran abandonados o de padres secuestrados por los militares, eran entregados en adopción.-
MILAGROS no encontraba con sus padres ningún parecido físico. Ello empezó a preocuparla y decidió terminar con la incertidumbre preguntándole a su MARTA sobre su origen.
Todo es posible, dicen….menos evitar las consecuencias.
Rodrigo murió de un ataque al corazón.
Marta fue internada en el hospital neurosiquiátrico.
Alejandra debió iniciar una terapia psicológica para superar su trauma.
María se acabo suicidando con una sobredosis de tranquilizantes. No quería sentir ni siquiera su propia muerte que ya había ocurrido desde el mismo instante en que había abandonado a su hija.-
Saúl fue finalmente detenido acusado del delito de supresión de identidad, tráfico de personas y falsificación de partidas de nacimiento.
El Hospital fue intervenido, iniciándose una profunda investigación sobre los casos de venta de niños, abortos y otras irregularidades,
Todos, a excepción de la víctima, habían desafiado y vulnerado las reglas; ahora esas reglas habían acabado con sus sueños.
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