Había una vez una mujer, era la más fuerte del pueblo, la más vivaz, la más aperrada, la que hacia de todo: bailarina, costurera, revolucionaria, era perseverante, la que nunca se callaba si algo le molestaba. Había una vez una mujer amada.

Había una vez una mujer, era la más fuerte del pueblo, aunque ya no tan vivaz ni tan aperrada, pero trataba de ver el lado positivo de todo; ya no hacia mucho: cocinaba, limpiaba, lavaba, los quehaceres del hogar. Había una vez una mujer amada.

Había una vez una mujer, ya no se parecía a la más fuerte del pueblo, ya no quería aperrar; solo hizo una cosa: tomar un objeto afilado y así, acabar con el dolor de no aceptar lo que venía. Había una vez una mujer amada.

Había una vez una mujer, para muchos era la más fuerte y no solo del pueblo si no del mundo entero, aunque ya no aperraba ni hacia muchas cosas extravagantes, solía levantarse y vivir el día como viniera. Había una vez una mujer amada.

Hubo una vez una mujer, la más fuerte del mundo, la que trató de luchar y dar todo hasta su último aliento, la que hizo de todo por sus hijos y nietos, la que por fin descansa sin dolor ni sufrimiento. Hubo una vez una mujer…es la más amada.

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