Esa noche que decidí marcharme de tu vida, empaque tus besos y tus te amo en una pequeña cajita, colocándola junto a mi ropa cerré la maleta, me coloque mi mejor sonrisa y me fui sin decir adiós, ya sabes que siempre he odiado las despedidas, hay demasiado drama para mi gusto.
Me subí al tren de la vida sin pensar en mi destino, y ahí sentado en el último vagón, lloré en silencio y para mí, sabiendo que probablemente me iba a arrepentir cuando fuera muy tarde.
Desde entonces camino errante; cambiando de amores, como me cambio calzoncillos, coleccionando besos con sabor amargo y sexo vacío, escuchando muchos te amo que se sienten como piedras porque no salen de tus labios.
En ocasiones me gusta abrir esa cajita que guardo con recelo, y me pruebo tus besos, para recordarme lo imbécil que soy algunas veces a la hora de tomar decisiones.
He colgado junto a mi cama, aquel bello atrapasueños que con tanto esmero me hiciste, para alejar las pesadillas que hacen que me despierte gritando tu nombre, pero extrañamente no funciona, me visitan con mayor frecuencia desde entonces.
En fin, he aprendido que las cosas no son como en las películas románticas o como en las novelas, pero ciertamente hay algo mágico en la poesía, y en todos los escritores que te hacen anhelar ese sentimiento llamando amor.
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