Una crítica a la violencia deshumanización y corrupción en un colegio militarrador

Una crítica a la violencia deshumanización y corrupción en un colegio militarrador

INTEGRANTES: 

Anticona Medrano, Sarita Velesca.

Rodas Sanchez, Lesly Rocio.

Golnzales Alberca, Jhoseline Michelle. 

La ciudad y los perros,
es una novela escrita por Mario Vargas Llosa y publicada en 1963, una obra fundamental de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Ambientada en el Colegio Militar Leoncio Prado de Lima, donde narra la vida de un grupo de cadetes sometidos a una rígida disciplina institucional, donde se evidencian situaciones marcadas por violencia física y psicológica, deshumanización, discriminación y conflictos. En este texto se plantea una postura crítica frente a los entornos autoritarios, denunciando cómo estos fomentan la violencia y la pérdida de la identidad personal. El colegio militar se convierte en una sociedad corrupta donde las jerarquías se imponen por la fuerza, y se reproducen actitudes discriminatorias hacia personas indígenas o mestizas. Por esta razón el autor expone la hipocresía de un sistema que, bajo la apariencia de formar ciudadanos, en realidad promueve la agresión y la sumisión. Con este comentario, lo que buscamos es concientizar al lector sobre las consecuencias de un sistema que destruye el desarrollo moral y emocional de sus personajes. En las próximas líneas, analizaremos cómo estos conflictos se manifiestan en la novela y qué mensaje transmite el autor a través de ellos.

Vargas Llosa aborda la violencia institucionalizada y la pérdida de la dignidad humana en un entorno militar, donde el abuso organizado destruye la personalidad de los cadetes. En la obra la ciudad y los perros, el Esclavo, es víctima de humillación y agresión física por parte de sus compañeros. Evidenciando cómo el abuso lo reduce a un objeto deshumanizado, obligado a someterse incluso en su lenguaje (soy un perro), simbolizando la ruptura de su identidad bajo un sistema brutal. Para ejemplificar:

El Esclavo no recuerda a qué sección fue llevado ni por quién. Pero la cuadra estaba llena de humo y de uniformes y se oían risas y gritos. Apenas cruzó la puerta, la sonrisa en los labios aún, se sintió golpeado en la espalda. Cayó al suelo, giró sobre sí mismo, quedó tendido boca arriba. Trató de levantarse, pero no pudo: un pie se había instalado sobre su estómago. Diez rostros indiferentes lo contemplaban como a un insecto; le impedían ver el techo. Una voz dijo: Para empezar, cante cien veces “soy un perro”. (Vargas, 2016, p. 20).

Esta escena refleja cómo en una sociedad donde se normaliza el abuso de poder, los más vulnerables son sometidos a humillación, violencia física y psicológica para reforzar la autoridad de sus agresores. Asimismo, a crueldad y la indiferencia de los testigos evidencian la deshumanización de la víctima, reducida a un objeto de burla. Además, Vargas Llosa narra la brutalidad de la jerarquía y el abuso de poder en instituciones autoritarias, donde los más fuertes imponen su dominio a través de la humillación y la violencia, creando un ambiente de miedo y sumisión. Analógicamente, la obra cuenta la impotencia del Esclavo (Arana) ante los abusos, quien, para evitar mayores castigos, se somete sin resistirse. Los cadetes refuerzan su poder con insultos y golpes, mientras el Jaguar ejerce el control. Para ilustrar

¡Esclavo! —rugió el Jaguar, mientras los otros cadetes formaban un círculo alrededor de Arana—. Hoy te toca arrastrarte como el perro que eres. —Una risa colectiva estalló en el dormitorio. El Esclavo, pálido, con los ojos bajos, no respondió. Sabía que resistirse solo empeoraría las cosas. ¡Vamos, lame el suelo! —ordenó el Boa, empujándolo con el pie. Arana se arrodilló, luego se tendió sobre el frío cemento. Con movimientos lentos, como un reptil, comenzó avanza mientras los demás lo insultaban. ¡Más rápido, carajo!, ¡Así no, imbécil, hazlo como un verdadero esclavo! las botas de los cadetes lo rodeaban, amenazantes; alguno le dio un puntapié en las costillas, disimuladamente. El Jaguar observaba, con una sonrisa de satisfacción. Hoy te salvas —dijo al fin—, pero mañana será peor. Aquí no hay lugar para débiles. El Esclavo se incorporó tembloroso, con el uniforme manchado de polvo. Nadie lo ayudó. En el Leoncio Prado, la compasión era un signo de debilidad, y la debilidad se pagaba con más violencia. (Vargas, 2016, p. 45).

De este párrafo se puede evidenciar la brutalidad y la jerarquía opresiva en el colegio militar Leoncio Prado, donde la violencia y la humillación son herramientas de dominación y la empatía es castigada porque la fuerza prevalece. Por esta razón, la impotencia del Esclavo (Arana) ante los abusos, quien, para evitar mayores castigos, se somete sin resistirse. De modo que, los cadetes refuerzan su poder con insultos y golpes, mientras que el Jaguar simboliza el liderazgo opresor. La falta de solidaridad entre los estudiantes destaca cómo la compasión es percibida como debilidad en ese entorno hostil.

Por otra parte, la obra expone de forma realista la crudeza y las dinámicas de poder basadas en la fuerza. En definitiva, refleja cómo la institución fomenta la resolución de conflictos mediante la confrontación violenta. De igual forma, Llosa relata la impunidad
y
el encubrimiento de actos violentos dentro de una institución militar, reflejando la corrupción y el autoritarismo que imperan en el Colegio Militar Leoncio Prado. En la ciudad y los perros se muestra la complicidad del coronel y los cadetes al encubrir el crimen como un accidente, revelando cómo el miedo y la lealtad corrupta silencian la verdad para proteger la institución:

El disparo sonó seco, inesperado. Arana cayó hacia adelante, sin un grito. —¿Quién fue? —preguntó el teniente, pero los cadetes bajaron la mirada. El Jaguar permaneció impasible. —Fue un accidente declaró el coronel horas después, en su despacho. Un trágico error en el ejercicio. Lo importante es evitar un escándalo. El Leoncio Prado no puede manchar su reputación. (Vargas, 2016, p. 290).

Este pasaje muestra la muerte sospechosa de Arana durante un ejercicio militar, donde el Jaguar parece culpable, pero nadie lo denuncia. Sin embargo, las autoridades, representadas por el coronel, prefieren ocultar la verdad bajo la excusa de un accidente para evitar escándalos, evidenciando el encubrimiento y corrupción dentro de la institución, donde la disciplina y el honor son solo una fachada. Del mismo modo, Vargas Llosa exhibe la violencia física y psicológica dentro de un entorno de poder, donde reina la brutalidad. El Jaguar ataca de manera brutal y repentina a su compañero, demostrando que en esa institución no hay reglas ni advertencias, solo fuerza, y los cadetes solo miran y no dicen nada, convirtiéndose en sus cómplices. Para ejemplificar:

El Jaguar se revolvió como un felino atacó y golpeó al otro, directamente al rostro y sin ningún aviso y luego se dejó caer sobre él y lo siguió golpeando en la cabeza, en el rostro, en la espalda; los cadetes observaban esos dos puños constantes. Lo que no debió hacer fue arrodillarse, eso no. (Vargas, 2016, p. 24).

Este bloque describe un ataque violento y brutal por parte del Jaguar, dado que, se ejerce agresión física a través de golpes repetidos al rostro y espalda, pero a la vez realiza actos de humillación, pérdida de dignidad, al perpetrar que su compañero se arrodille. Los cadetes, como testigos, normalizan esta violencia, reflejando una cultura de abuso institucionalizado. El autor critica la fuerza de poder en entornos cerrados, donde la crueldad se practica sin justificación y la obediencia se impone mediante el miedo, dejando claro que la sumisión no es una elección, sino una imposición humillante.

La obra nos pareció fascinante por su originalidad y profundidad. Puesto que, trama logró que nos mantengamos enganchadas de principio a fin. El mensaje que transmite es poderoso y relevante, invita a la reflexión sin perder entretenimiento. Al mismo tiempo, la calidad de la producción y las actuaciones fueron excelentes. Recomendamos esta obra, porque es una experiencia que deja huella, combinando emoción, arte y contenido significativo. Sin duda, una obra que vale la pena disfrutar y compartir.

En síntesis, la ciudad y los perros es una obra que muestra como Mario Vargas Llosa denuncia actos contundentes en entornos autoritarios, revelando cómo en este colegio se fomenta la violencia estructural y la pérdida de la identidad personal. La novela no solo critica una institución específica, sino que pone en evidencia como estas generan violencia, discriminación y deshumanización mediante la disciplina y formación. Lo cual lleva a la reflexión de que no siempre los entornos autoritarios donde se ejerce violencia, deshumanización y brutalidad, formarán buenos ciudadanos, sino todo lo contrario, los hará incapaces de reconocerse a sí mismos y de construir relaciones justas con los demás.

Referencias:

Vargas Llosa, M. (2016). La ciudad y los perros. Alfaguara.

https://www.guao.org/sites/default/files/biblioteca/La%20ciudad%20y%20los%20perros%20Vargas%20LLosa.pdf

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