Una carta para nadie

Siempre pensé que al estirar mi brazo y buscarle estaría ahí para tomarme de la mano y que en la noche recogidos en la cama encontraría su mirada y su calor y que su voz me guiaría en la oscuridad para exhaustos después de amarnos dormir plácidamente, pero no fue así, le fui perdiendo poco a poco sin darme cuenta o mejor dicho sin querer darme cuenta.

A mí alma le dolía su ausente presencia, mi voz se ahogaba en el agónico silencio, pues prefería morir que ser ignorada, cada pensamiento, cada sentimiento, cada beso y cada abrazo se quedaba dentro, sin poderse compartir.

En esos años cuánta soledad acompañada. ¡Que ironía! compartir todo y a la vez nada, amar solo de ida.

Y como era de esperarse el desamor llego, parecía imposible para mi mente, esa idea de amar tanto y después nada, pero era necesario reajustar mis expectativas y sentimientos, y dejar a un lado ese falso amor ilusionado.

Deja que te cuente, lo prometo, por última vez, que de verdad le ame y que mi cerebro y mi cuerpo no han sentido antes ni después nada igual, antes no porque fue mi primer amor y después porque a la fecha no me lo he permito… aún trabajo en mi reconstrucción.

Pero heme aquí, sobreviviente, como otros muchos, avante por la vida, encontrando mil modos diferentes de amar, agradeciendo por cada despertar, por la presencia de mis personas amadas, por esta maravillosa madre tierra, por ti por mí, por toda esta coexistencia divina, que espera enaltecer esta oportunidad de vivir.

Tú que, sí estás aquí, permite que te abrace desde la distancia.