Silencio. El bullicio persistente de la vida, desaparece. Te fuiste y ahora sólo puedo ver los ojos abrumados de mi madre, atónitos e incrédulos.
El hilo consanguíneo, ya viejo y maltratado que sostenías, se ha roto. Las vidas de aquellos que criaste y forjaron su propio camino, ahora se desciñen.
El mismo hilo ataba almas renegridas, que celosas, cultivaban sentimientos nefastos, y yo cosechaba con resentimiento y dolor. Jamás comprendí, ni comprenderé porqué, siendo todos “hijos de Dios”, el desdeño es su mayor intención.
Me obligué a seguir, y en mi camino de vida, añoraba un atardecer lleno de conversaciones y risas, fantásticos cuentos y clases culinarias. Más fuerte, volvería a ti.
Perdóname. Libérame de ésta culpa, por no haber hecho más esfuerzo por seguir a tu lado. Es tanta ésta carga, que mis lágrimas duelen, por no sentirme con el derecho de dejarlas salir.
Asumiendo a mi corta vida los errores propios y ajenos, creando un castigo eterno que no tiene lugar, comprendo ahora, que la mejor decisión es adjudicarme sólo lo que me pertenece y quedarme con ésos amables recuerdos.
Gracias por todo, salúdame a tu viejo, dile que la promesa pronto será cumplida, los haré sentir orgullosos.
Te quiere, tu nieta.
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