¿Cuántos años tienes? ¿Te has preguntado alguna vez cuántas personas viste hoy? Sí, incluye al señor de la tienda, a la mamá que llevaba a su niña de la mano en la banqueta del otro lado, a la familia que cruzó por esa calle en su auto. A todos ellos. ¿Los has podido contar?
El promedio de la edad humana redondea los 70 años, antes quizás era menos, mucho antes era más y de seguro en unos años la esperanza de vida habrá cambiado. Esteban Moro, investigador del MIT declaró: “[…] lo que está claro es que […] ni siquiera 50,000”.
Gracias a las redes sociales, el flujo en la relación social ha cambiado. Y nos da la sensación de poder contactar con una gran cantidad de personas en un solo día. Pero no pasa de eso, de una sensación. Claro, la cantidad antes mencionada es solo un promedio. Habrá gente afortunada de conocer a más o a menos; tú decidirás si es algo positivo o no. Pero ese es otro tema.
¿Recuerdas el nombre de tu amigo de primaria? ¿De tu amigo de secundaria? ¿Fue el mismo amigo siempre? Podría desarrollar 100 páginas hablando de la amistad, de cómo encontrar un amigo y otros puntos; pero la verdad es, nadie sabe qué es un amigo hasta que lo tiene.
Quizás ahora que estás leyendo parte de mis pensamientos podríamos ser amigos. Tal vez.
¿Tienes amigos? Lo cierto es que uno encuentra amigos en donde menos lo espera. Dice una frase que “un amigo es alguien más apegado que un hermano”. Y es cierto.
¿Cómo se llama tu mejor amigo? ¿Solo tienes un mejor amigo?
Espero que sí. Y si no, no te preocupes. Llegará. Así como siempre llega el invierno o como siempre sale el sol.
¿Has sonreído en algún momento mientras lees esto?
Espero que sí. La vida es muy incierta; no porque no puedas tener un objetivo en ella o encontrarle un sentido, porque sí lo tiene, sino porque puede cambiar de un momento a otro. Le pido a la vida poder terminar de escribir esto. Quizás me lo deje hacer.
¿Te has sentido solo alguna vez?
Tranquilo, no es malo sentirse así alguna vez. Te ayuda de hecho a reforzar tus lazos con las personas que te rodean.
Por cierto, una disculpa por tantas preguntas. Pero verás que te quiero llevar a un lugar que espero te llame la atención.
Lamentablemente el mundo es un lugar obscuro. Difícil de sobrevivir en él. No imposible. Y mientras este mundo gira podría parecer que nosotros no avanzamos. ¿Te has sentido así? Aunque sabemos que el mundo no puede ser perfecto y tratamos de aceptarlo, es inevitable sentirnos decepcionados con este. El tiempo avanza, es inevitable. Los bebés crecen. Los jóvenes maduran. Los adultos buscan. Y los mayores viven. Bueno, eso nos han hecho crecer. Pero he aquí una verdad que no puedo decir que yo encontré, pero que todos deberíamos saber: todos vivimos. Incluso el niño que no puede pronunciar el nombre de sus papás vive. Incluso en joven que tiene 10 tareas pendientes y su cuarto desordenado, vive. Incluso la mamá que tiene 3 trabajos para sacar adelante a su familia vive. Por favor, ¡tú vive!
Lo siento. No has venido por un sermón, sino por una historia que prometí hace algunas palabras atrás. Espero te agrade.
NOTA AL LECTOR: aún no decido si será un cuento corto, una novela, toda una trilogía, pero sea lo que sea, lo haré con el corazón.
Me llamo Marcus. Tengo 22 años. Tengo un perrito que se llama Puppy, sé que no suena muy original, pero se lo puse cuando tenía 7 años.
Algo que recuerdo desde pequeño es que mi cosa favorita en la vida era comer. Mi comida favorita son los huazontles. Mi abuelita los preparaba cada que era su temporada. ¿Los conoces? El huazontle es una plantita que se consumía desde antes de la llegada de los españoles; cabe decir que una temporada prohibieron su consumo y cultivo porque junto con el amaranto, se ocupada en ritos y sacrificios. Ahora los comemos en salsa verde o rojo rellenos de queso, regularmente, y capeados. Lo más laborioso es limpiarlo. La verdad es que nunca los cociné, solo los comía. Ahora que reflexiono, la cocina no tiene mucho tiempo que me empezó a gustar, quizás debí aprender más recetas de ella.
También disfrutaba mucho de jugar basketball; nunca fui bueno, pero me gustaba.
Creo no suena tan natural presentarme de esta manera. Iré contando mi historia y podrás conocerme más. Espero.
Desde primaria tuve un amigo que debo decir, es mi hermano.
Él se llamaba Alan. Era la persona más feliz en todo el mundo. Nunca lo veías triste, incluso cuando pasaba por algo malo o triste, no lo expresaba. La primera vez que lo vi, según me cuentan, fue en la guardería. Nuestras mamás nos metieron a la misma. Pero al parecer ahí no nos caíamos bien. Él tenía un juguete que era parecido a un robot animal, no sé bien cómo describirlo; era de plástico, claro, y sus piernas se movían junto con su cabeza. En una ocasión cuentan que tomé su juguete cuando se había descuidado y me puse a jugar con él. Lo siguiente que pasó es que Alan comenzó a llorar. Pero fue un llanto tan ruidoso que la señora de 2 habitaciones de distancia salió corriendo preocupada, pero su rostro se calmó al ver que solo le había quitado su juguete. Trataron de quitármelo, pero solté algunas mordidas. Alan también intentó quitármelo, pero con toda mi fuerza del brazo derecho le pegué con el juguete en el brazo y le hice una cicatriz. Al final llegó mi mamá y ella fue la única que me pudo quitar el juguete y regresárselo a Alan. Parece ser que durante nuestra estancia en la guardería no nos llevamos tan bien, quizás fue la razón por la que nuestras mamás tampoco se hicieron amigas.
Después de eso, me lo volví a encontrar en la primaria. Fue curioso. Era el tercer día de clases y la maestra nos puso en grupos para realizar una actividad. Hacer una maqueta sobre la selva. Y me pusieron a trabajar con Alan que, en ese momento no sabía que era él, y nos entendimos. Realizamos la maqueta y fue la mejor de la clase. A esa edad mi mamá ya me había contado la historia de la guardería.
La maestra nos pidió ir con el primer grupo de secundaria para presentar nuestra maqueta. Claro que estábamos nerviosos. Íbamos a ir al grupo prohibido, al grupo de los grandes. Entre Alan y yo subimos la maqueta por las escaleras y tocamos la puerta del salón.
-¿Se perdieron?- fue con lo que nos recibieron.
La maestra no se encontraba en ese momento. Uno de los chicos nos jaló hacia adentro y otro cerró la puerta. Agarraron la maqueta y la tiraron al suelo. Entre 5 o 6 la empezaron a pisar. No sentí otra cosa más que impotencia.
-Déjenla- era lo único que les podía gritar mientras lloraba.
-¡Cállate!- y recibí una cachetada.
Alan no se contuvo. Aunque lo estaban agarrando hizo todo lo que pudo por liberarse un brazo y saltando le dio un golpe en la cara a uno que estaba enfrente de él. Le escupió al que lo estaba agarrando y empezó a dar de patadas. Yo me quedé inmóvil. No sabía que hacer. Solo de pronto sentí un jalón y en un momento, estaba bajando las escaleras. Alan me había sacado del salón jalando.
-Tranquilo Marc- así me decía -estoy aquí, te voy a cuidar-.
-¿Y la maqueta?-
-Menso. Haremos otra, al final esa no me gustaba mucho- y me abrazó.
Ese día fue el comienzo de nuestra verdadera amistad.
¿Cómo supe que era el niño molesto de la guardería? Al día siguiente que nos vimos en la escuela la directo pidió hablar con nosotros. Quería saber qué había pasado con el incidente de secundaria. Le conté mi versión de cómo Alan había sido un héroe para mí. Él solo dijo: “Quería protegerlo”. La directora sonrió y nos dijo que tomaría asuntos; creo que suspendieron a los chicos que nos agredieron y todo el grupo tuvo que ir un mes a trabajo comunitario. Espero les haya ayudado.
Claro, la marca.
Durante el receso fuimos al patio y comimos juntos. Teníamos gustos muy variados, en algunos coincidíamos y en otros no muchos. Y cuando estábamos hablando de una película, Alan hizo un movimiento brusco revelando la cicatriz. En ese momento me vino a la mente el relato de mi mamá.
-¿Por qué tienes esa marca?-
-¡Ah! Mi mamá me contó que en la guardería había un niño malcriado que me robó mi juguete y después me pegó con él-
-Jeje- me puse nervioso -creo que yo era ese niño malcriado-
-¿En serio? Oye, por favor ya no me vayas a dejar otra marca-
Debo admitir que ese incidente nos permitió conocernos más.
Durante la secundaria seguimos siendo buenos amigos. Incluso nos llegamos a enamorar de la misma chica.
Alan me había confesado que ella era su chica ideal. Desde el primer día que la vio sintió una conexión. Yo quería confesarle lo mismo, pero temía que se sintiera obligado a reservar sus sentimientos por mí; así que no le dije que me gustaba ella. Era extraño. Él me platicaba cosas de ella y yo me enamoraba más. Llegó el día.
Esa tarde los dos fueron al parque. Había un pequeño lago donde había algunos patos. A ella le gustaban mucho las flores, en especial las rosas y la flor de tigre. En ese parque no había ninguna de esas flores.
-¡Mira Alan! Son rosas…¿Alan?¿Tuviste algo que ver?
De pronto salimos 5 compañeros con una cartulina y varios regalos incluyendo un oso de peluche bastante grande: ¿Me darías el honor de ser tu novia?
Yo me sentía muy feliz. Mi amigo era feliz. ¿Qué más debía tener para ser feliz?
En uno de esos días Alan y yo fuimos al centro a comprar un material para un proyecto.
-¿Y te sigue gustando Jenni?
Di una pequeña risa nerviosa -¿de qué estás hablando?
-Por favor, Marc. No me puedes ocultar nada. Te conozco.
-Jajaja Vamos Alan, no digas tonterías. Caminar mucho te ha afectado.
-Maaarc. Sabes que no me debes ocultar nada. Lo veía en tus ojos; sabía que sentías algo por ella. Y me imagino que no decías nada por mí. Lo cual agradezco. Pero no lo vuelvas hacer. Que me hacías mucha competencia eh. Eres una persona muy atenta, eso me quitaba puntos a mí.
-Ya no hables. De todos modos, no tenía oportunidad; aunque tenga mejores cualidades que tú, no hice nada.
-¿Estás burlándote de mí? Me agrada que no pierdas tu humor, aunque perdiste a la chica.
-Ibas tan bien. Arruinaste el momento.
-Ya tanquilo- siempre sonriendo sabía calmar el momento -es en serio. Así hayas asesinado a alguien, dímelo, prometí cuidarte la espalda.
-Eres un año menor, yo te cuido.
-Yo sé que me cuidas, pero yo te protejo.
-¿Qué no es lo mismo?
Soltó una risa -Sonó genial, ¿no?-
-Compremos las cosas y vayamos a comer.
¿Alguna vez te has preguntado qué quisiera haber hecho diferente en tu vida? Yo hubiera querido vivir más experiencias con Alan.
Cuando ya tenía 40 y Alan 39 algo cambiaría nuestras vidas para siempre.
Alan se había casado. Tenía ya 7 años de matrimonio. Por el contrario, yo seguía soltero (y sigo claro). Por trabajo tenía que hacer un viaje a Guanajuato. Solo serían 5 días y regresaba a mi hogar. Le conté a Alan y me dijo que me acompañaba. Esa semana Jenni (sí, se casó con Jenni) iría a ver a su madre que había enfermado de neumonía. Así que así fue el plan. Decidió acompañarme.
Esa mañana llegamos al hotel Boutique 1850. Hicimos el check inn y nuestras maletas las dejamos en la habitación; no hay razón para describirla, al final no la usamos. Había un Starbucks a un lado, así que fuimos por un café y algo de comer ligero.
Como estaba en frente un parque decidimos ir a pasear un rato. Les preguntamos a los que estaban en una silla qué lugar nos recomendaban para comer. Terminamos yendo a un restaurante llamado La Bohemia. Era acogedor. Pedimos un filete de pescado y un ceviche. Estuvo rico.
A las 5 debía reunirme con los socios de la empresa, así que fui con Alan, pero él se quedó esperándome en un bar. Cabe resaltar que había un túnel que nos llevaba hasta una calle del hotel, según el mapa caminando nos hacíamos 3 minutos. Pero creo que no tomó los factores que salieron después.
Eran las 5:30 y ya estábamos terminando la reunión. Todo había sido un éxito. Salvo por una diferencia de opiniones que tuve con un empleado, pero nada a lo que le tomé importancia. Pero creo que sí debí haberlo hecho.
-Como pueden ver en mi gráfica, con este sistema que implementaríamos en todas sus sucursales, iniciando acá en Guanajuato, los ingresos aumentarán un 76%.
-Yo confío en que se hará realidad tu gráfica- dijo el socio mayoritario -pero debemos decidir entre todos, ¿qué piensan los demás?
-Suena muy bien- dijeron algunos hasta que apareció este empleado.
-Yo le veo una falla- era alto, quizás 1.83 m de altura y unos 90 kg -no podemos confiar en una persona que no tiene casi nada de experiencia-
-Miren, yo sé que no he trabajo para alguna empresa de gran tamaño como la de ustedes, pero las decisiones que he tomado nunca me han defraudado. Sé que puedo hacer realidad lo que les prometo.
-Lo siento, pero yo no te daré mi voto de confianza- se levantó de su silla y alzó la voz -y lo cierto es que ustedes tampoco deberían hacerlo; no vale la pena- azotó la mano en su mesa.
-Oye tranquilo, sé que deseas lo mejor para la empresa, pero no debes alterarte- le contestó uno de los socios.
-¿Puedo hablar un momento afuera contigo?- le dijo el socio mayor a este empleado; aunque salieron, se escuchó la discusión.
-Te dije que podías estar en la reunión solo si mantenías la compostura- le gritó al empleado.
-Lo sé, pero no saben tomar buenas decisiones ustedes
-Sabes que tu proyecto no es lo que los demás socios querían para la empresa; lo pensaron muy bien- le quiso gritar en silencio -era bueno, solo no era indicado para nosotros- le dijo más calmado.
-Mientes igual que siempre lo has hecho, padre.
-Cálmate por favor, Ahora entraremos a la sala y te comportarás- dijo casi suplicando.
-Dime una cosa, ¿le darás tu confianza a este inepto?
-Sí.
-No tengo nada que hacer aquí entonces.
El socio entró y cerramos el trato.
Alcancé a Alan al bar. Bebimos un poco y decidimos caminar hacia nuestro hospedaje. Nos fuimos por la calle principal. Ahora que razono, no sé si hubiera podido cambiar algo. Al final, cada decisión que tomamos es un riesgo que decidimos correr y no hay algo que nos permita cambiarlo. Solo podemos confrontarlo.
Recuerdo que Alan me empujó hacia la pared. Era una calle de un solo sentido. La pequeña ventaja es que estábamos cerca de un poste. Una camioneta negra, Ford, se había estampado.
-¡Marc! ¡Marc!
-¿Estás bien? ¿Qué pasó?- estaba realmente desorientado. No podía levantarme; simplemente me pegaba más hacia la pared.
Solo había un guardia que cuidaba la entrada al Sol de Guanajuato.
Uno. Dos. Tres. Cuatro.
Cuando pude reaccionar tenía en frente a Jaime -era el nombre del hijo del socio-.
-¿Algo que quieras decir basura?- me gritó tan fuerte que hasta su saliva sentí.
-Espera por favor, lo podemos arreglar
-Todos me tratan igual. El inexperto, el que su opinión no importa, el menor.
-Tranquilo, si quieres rechazo el proyecto o tú quédate como el encargado.
-No, no hay vuelta atrás; como me encargué de mi padre me encargaré de ti.
Uno. Dos. Tres.
No podía moverme. Alan estaba forcejeando con él. Todo parecía tan inimaginable. Todos habían desaparecido en la calle. Los negocios alrededor estaban cerrando sus cortinas. Alan fue a dar hasta una reja de metal. En ese momento el conductor de atrás no supo otra cosa que hacer que atropellar a Jaime.
Uno. Dos.
El conductor resultó herido.
-Marc, ¿estás bien? Reacciona por favor- me dio unas leves bofetadas.
-Alan, gracias, gracias.
Las sirenas se escuchaban cada vez más cerca. Era cuestión de esperar que este asunto se solucionara.
Uno.
-¡Cuidado!-
No sé cuánto tiempo pasó; mis ojos se quedaron secos, mi cuerpo frío, el tiempo se detuvo, en toda la calle solo se escuchaba el eco del disparo. ¿Por qué? Nadie en el mundo merece que su vida sea acortada, menos él. ¿Y no pude hacer nada? El que debía ser acortado era yo.
-Te dije que siempre te protegería- un segundo eco.
Pero este fue diferente. Un eco como el de una estrella morir. ¿Lo has escuchado? Quizás no ¿Lo has visto? Dicen que podemos ver en el cielo el brillo de estrellas que llevan años muertas, Pero ¿te das cuenta cuando dejas de ver una? Este no fue el caso. Fue como si el sol hubiera muerto. Un eco que no resonaría solo acá, sino en todas partes. Un golpe que lastimaría a millones.
¿De dónde saqué las fuerzas? No tengo idea.
Me puse a pelear con Jaime. Lo tiré al suelo. No hice el mucho; el coche que lo había aventado sí. Descargué mi furia en su cara. No sentía mis puños. Mis ojos no veían nada mas que destellos. Quería gritar pero me ahogaba. Quería dejar de golpearlo pero no paraba. Quería regresar el tiempo pero las sombras me alcanzaban. Quería terminarlo pero no me dejaron.
Cero.
¿Alguna vez te has desmayado o has estado a punto de? Hay detalles que no recuerdas o que parecen ser secundarios. Mi vida pasó a segundo plano.
En ese cuarto no se oía otra cosa más que llanto, dolor. Solo podía levantarme, saludar, recibir un abrazo y volverme a sentar. No había algo en el mundo que lograra tranquilizar a un planeta entero al que se le había muerto su fuente de vida. La policía habló conmigo. Les conté mi versión de los hechos y coincidió con lo encontrado en las cámaras del edificio y del Sol de Guanajuato. El oficial también murió. Al parecer no tenía una familia directa; fue difícil, pero se logró contactar con una prima suya.
-Te dije que siempre te protegería.
¿Por qué? Por una estúpida promesa ahora no lo tenía a él. Por no saber que maldita sea hacer Jenni es viuda. Por mi error ahora había dejado un vacío en toda una familia.
¿Te has sentido alguna vez triste? Estaba triste, pero no solo eso. Me sentía decepcionado de mí mismo. Me sentía frustrado y enojado. Quería terminar con mi vida.
-Alan, come algo por favor- la dulce voz de Jenni me hizo reaccionar.
-Gracias, no tengo hambre- le dije sin poder mirarla a los ojos.
-Marc, no fue tu culpa. Él siempre te ponía en primer lugar. Toma, esto es para ti- me extendió su dulce mano y me dio un sobre.
-¿Qué es?
-Alan quería que lo tuvieras.
Al final renuncié a hacer el proyecto en Guanajuato. Me busqué otro empleo. Me dediqué a visitar orfanatos y casas para adultos mayores donde se necesitara renovar o la construcción o realizar alguna mejora.
A Jenni la visito una vez a la semana pero me mantengo en contacto todos los días.
Gracias a Alan tengo una vida que vivir. Aún lloro en las noches. Me duermo siempre después de las 00:00. El dolor no se va, pero me doy cuenta de que he sido capaz de vivir un día más y tengo la oportunidad de comenzar uno más.
-Alan, ha sido difícil. No sabía por lo que estabas pasando. A veces pregunto si hubiera tenido la fuerza para dar mi vida por ti amigo. De corazón lo hubiera hecho. Tomaste una decisión- decidí sentarme en el pasto viendo hacia su tumba – y no hubo marcha atrás. ¿Sabes Alan? Te amo amigo. Haré que valga la pena tu decisión. Haré que tu nombre lo recuerden todos. Si algo logro hacer será para ti hermano. Ahora que no estás, me siento incompleto. Y nada podrá llenar ese vacío; creo que no se trata de eso. Sino de vivir con lo sucedido. Haré que estés feliz, menso.
Te extraño amigo; siempre te extrañaré.
Esto te lo regalo a ti, sí, tú que lo estás leyendo. Es una historia tuya. Pero debemos de vivir siempre nuevas aventuras. Al final, ¿no somos el resultado de lo que vivamos? No tengas miedo. Si quieres hacer algo, hazlo. Incluso si solo tienes un día de vida, hazlo sin remordimiento. Cuando te sientas triste, solo, alza la mirada. No estás solo. Nada puede impedir que seas feliz.
Vive.
Para Marc.
Es difícil, ¿sabes? Nunca te había escrito una carta a pesar de ser soulmates jaja, siempre me daba risa esa palabra; pero a ti te gustaba.
Debo comenzar disculpándome. Tenías el derecho a saberlo. Hace unos 6 años me diagnosticaron cáncer. Nunca quise ir a quimioterapias, tú sabes lo que opinaba de eso. Los doctores solo me dieron un medicamento para calmar el dolor. No se me quitaba al 100% pero me permitía disfrutar de mi vida.
¿Te acuerdas de que una vez me dijiste qué hubiera cambiado de mi pasado? Nada. Gracias a lo que viví soy la persona que soy. Y gracias por haberme dejado crecer a tu lado.
La gente siempre decía que yo te cuidaba, que era tu hermano mayor, aunque era 1 año menor que tú. Pero ellos solo veían la superficie. Tú siempre estabas a mi lado para sostenerme cuando me quería caer. Las veces que te llamaba a medianoche era porque el dolor no me dejaba descansar. ¿Recuerdas la conversación que tuvimos? Tú me preguntaste si solía mirar las estrellas, te contesté algo absurdo, de eso estoy seguro. Me dijiste que en ese momento viera el cielo. Las estrellas parecían estar en sintonía. La luna era como su mamá, sosteniéndolas dentro de su abrigo color azul muy obscuro. Tus últimas palabras de esa noche me llegaron al corazón. “A veces me siento solo, aunque estoy rodeado de 300 personas. En esos momentos miro al cielo y reflexiono. Las estrellas parecen estar a unos centímetros de distancia una entre otra, pero si miramos con un telescopio, tardaríamos años en llegar de una a otra. Sin embargo, todas las noches están firmes, dando de su brillo a gente que ni siquiera las admira. Ahí están todas las noches. Incluso ya muertas nos dan el honor de seguirlas viendo brillar. ¿Y quién recuerda su nombre? Nadie. Alan, tú eres una de esas estrellas. ¿Sabes cuál es la diferencia? Tu luz se ve aún cuando es de día. Iluminas la vida de cada persona que conoces y no es por exagerar; para mí es un honor que me llames amigo. Sigamos caminando juntos Alan. Si son cosas buenas reiremos juntos. Si son cosas malas entonces lloraremos juntos. Pero sea lo que tengamos que atravesar, lo atravesaremos juntos”.
Es difícil vivir con la idea de que en cualquier momento puedes dar tu último respiro.
Nunca te abandonaré amigo. Mientras pueda vivir haré que valga la pena. Jenni es mi razón de vivir, todas las mañanas quiero despertar por verla. Es la mejor cura para mis dolores. Por favor, si algo me pasa, cuídala. Sé que lo harías incluso no te lo pidiera.
No quisiera despedirme. Es muy doloroso. Amigo, te amo. No creí que escribir lo que sentía fuera tan complicado.
¿Sabes? Cuando te sientas solo, cuando te sientas derrotado, si un día te quieres derrumbar, alza la mirada. ¿Ves las estrellas? Una de ellas seré yo protegiéndote. Lo he prometido. Con la brisa te abrazaré. Y la luna brillará para que sepas que estoy a tu lado hermano.
No quiero decir las palabras; si no tuviera oportunidad, adiós.
No quisiera que la carta terminara así. Le pediré a Jenni que, si algo pasa, te la entregue.
Y no te sientas mal amigo. No te dije de mi enfermedad porque sabía que dejarías de vivir tu vida por estar conmigo. Y no quería eso ni quiero. ¿Sabes qué? De hecho, olvida lo de adiós. Eso jamás se debe decir. Te veré pronto hermano. Sé que así será.
Por favor, vive tu vida. Haz que valga la pena. Toma tus propias decisiones y embárcate en tu propia aventura.
¿Sabes qué veo cuando estoy a tu lado? Una playa soleada, con un oleaje tranquilo, unas aves cantando.
No hay un plan escrito amigo, no sigas uno. Por favor, vive tu vida a plenitud.
Hermano, te quiero.
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