Un sueño cumplido

Un sueño cumplido

Daniela Pérez

21/02/2020

En mis planes cuando soñaba con este viaje siempre estaba presente el monte Sinaí, poder subir a ese lugar tan emblemático y significativo tanto históricamente como religiosamente, era un punto indudable que visitaría.

El lugar santo donde ardía una zarza y no se consumía, hecho que llamó la atención a Moisés, por lo cual subió y allí Dios le entrego las tablas de la ley, o los llamados diez mandamientos.
El monte Sinaí o también denominado monte Horeb es una montaña situada al sur de la península del Sinaí, al nordeste de Egipto, entre África y Asia. Tiene una altura de 2.285 metros.
La elección fue subir por la madrugada, iluminada con la luz del cielo estrellado y una pequeña linternita de mano. Pasada la media noche comenzó la caminata rumbo a la cumbre del monte, el trayecto dura aproximadamente unas 3 horas, dependiendo del estado físico de cada uno. Si no existe la posibilidad de subir algunos tramos en camello en cualquier parte del viaje, pero la llegada a la cumbre es si o si a pie. Ya que consta de aproximadamente unos 700 escalones de roca de distintos tamaños y dimensiones.
En el camino existen dos puestos de beduinos donde podemos sentarnos y beber un rico café o té, para recuperar energías y continuar con nuestro trayecto. Poco se puede ver mientras lo recorremos debido a la escasa luz y creo en mi opinión que es lo mejor que nos puede pasar, debido al camino que estamos recorriendo, (Ya que si sos un poco temeroso a las alturas si no fuera de noche dudo que lo harías, jajaja), y también para maravillarnos con la llegada a la cima.
Ver la espectacular vista, y tener la satisfacción de haber llegado y pisar ese lugar santo, no tiene precio ni comparación con el cansancio físico durante la caminata nocturna.
Al fin llegamos, nos sentimos felices de estar ahí, no sabemos para donde mirar de tantos lugares y vistas hermosas.
Me siento en el silencio, con su particular sonido, a observar como a lo lejos comienza el alba, los rayos del sol saliendo en este mágico lugar y agradezco la posibilidad de poder vivirlo, experimentarlo a más de 2.200 metros de altura. Algunas horas se pasan disfrutando las distintas vistas, y jugando a ser niña, queriendo atrapar el sol. También no podía faltar con mis amigas la bellyfoto para el recuerdo.
Luego de todo esto, emprendemos el descenso, que sinceramente pensé que iba a ser más fácil, ¡¡¡pero nop!!! Por lo menos para mí, gracias a la ayuda de nuestro guía beduino “Moishe”, fue mucho más ameno. Y fue ahí donde me di cuenta la distancia recorrida, el dificultoso camino por el cual atravesé, el despeñadero que tenes al lado y la majestuosidad del monte Horeb.
La experiencia formidable, completa en todos los sentidos para mí y por sobre todas las cosas un sueño cumplido, porque…
“Porque mereces lo que sueñas”.

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