En las calles de la ciudad se rumoreaba que un profeta vagabundo era capaz de predecir con certeza los hechos más insólitos que se hayan visto; que cualquier noche de cualquier día del año podría proferir sentencias de escabrosa redacción, pero que adquirían sumo grado de realidad conforme los sucesos se iban acumulando a la vida citadina, temporal y minuciosamente según lo predicho. En cuanto a su personalidad, algunos señalaban que se trataba de un alcohólico irrecuperable. Otros que era un médico que se hallaba inhabilitado en su matrícula por curanderismo o prestanombres. Observo que ambas condiciones no son, en absoluto, excluyentes, y que bien podrían conciliarse en la persona de este sujeto, siempre, claro está, a condición de que sean verdaderas y no meras fantasías colectivas. También, según con qué vecinos uno conversara, se decía que este errante particular era científico: ¿qué, acaso no es la función de los científicos la de predecir los sucesos que acontecerán de verificarse un determinado curso de acción? ¿no es toda la idea de causalidad, sobre la que se erigen las ciencias naturales, materia compartida, común objeto de estudio entre los profetas y la episteme? Uno podría objetar que este señor no le ofrecía al público oyente las teorías y principios que respaldaban sus predicciones, y ante esa, por cierto, aguda objeción, ofrezco el contraargumento de que estos arrojos al futuro eran producto de intrincados y sistematizados razonamientos internos y propios, ampliamente superiores quizá a la totalidad de la ciencia conocida, y que revelarlos a nosotros no estaba dentro de sus planes. Al menos así me gusta pensar, de aceptar arbitrariamente esta hipótesis. Sin embargo, la discusión sobre el contexto de su origen era interminable, y también se ha dicho en el pueblo que era un zapatero remendón, un militante del justicialismo de primera hora, un agropecuario a favor de los agroquímicos, un periodista aficionado a la filosofía y al ajedrez y un pintor de obras de construcción. Sobre esta anodina discusión, quiero aclarar que no nos hemos de introducir en absoluto: principalmente porque no es mi intención hundirme en los profundos barriales del aburrimiento, con el consabido efecto tedioso que eso implica para ustedes, los lectores. No, en nada nos interesa saber a través de qué sacrificada actividad lleva el profeta el pan a su boca, y me temo que estos debates estériles sirven al único propósito de ofrecer entretenimiento a nuestra comunidad, que, desde su constitución, optó religiosamente por el panem et circenses frente al raciocinio ordinario y cardinal. Asimismo, prestar atención a estos cuestionamientos estúpidos sólo terminará por distraernos de los arrebatos de genialidad de nuestro profeta. Profeta este, debo aclarar, que ha sido objeto de numerosas críticas: unas, por un lado, difundían la idea de que sus predicciones, pese a eventualmente cumplirse en su plenitud, eran logradas a través del plagio a Nostradamus, a Solari Parravicini, o a otros grandes de este polémico gremio. Las otras, se centraban en el hecho de que, desde el amanecer, hasta bien entrada la nocturnidad, nuestro profeta era un ser humano común y corriente, capaz de incurrir en las idioteces y zonceras en que todos incurrimos, periódicamente, a lo largo de nuestra vigilia. Es decir, sus increíbles actos de clarividencia únicamente tenían lugar al concluir la franja horaria descripta. Todo esto no hacía más que acrecentar el misterio que esta situación originaba. Recuerdo que, aturdido por tanto comentario sin sentido, un buen día me decidí por interesarme en el caso de este extraño tipo, trazándome, luego de amplias divagaciones, un plan milimétrico, según el cual, una vez seguido al pie de la letra, llegaría a averiguar la verdad acerca de este conjunto de bagatelas que damos en llamar el caso de este profeta. El plan consistía, básicamente, en entrevistarme directamente con él, a través de un encuentro que, además, sería completamente casual, ya que mi idea primordial, en aquellas épocas, era estimular mi curiosidad intelectual por medio de lo que me significara el menor esfuerzo posible. Para mi suerte, esa noche que, como de costumbre, salí a caminar, lo divisé a la lejanía, cuando rumbeaba por esas tan vistosas callecitas céntricas que son una bendición para el peregrino. Ahora bien, cuando me dispuse a acercarme e hice los primeros metros, alcancé a observar cómo era subido, sin necesidad de aplicar mayor violencia en la diligencia, a un coche patrullero de la Policía Federal, y cómo el coche se alejaba en dirección a la alcaidía local. A partir de ese momento, debo confesar que el pueblo sintió su ausencia como propia, esto es, como si se tratase de un pariente bastante cercano que uno tiene, si bien esta conmoción generalizada no llegó a convencernos de que era propicio levantarnos contra el capitalismo, el orden establecido, los poderes fácticos y económicos de nuestra ciudad y la tiranía demagógica que guiaba las decisiones políticas de la comunidad, aunque sí se sumó a un complejo de razones por las que posiblemente sea conveniente adoptar otro sistema de gobierno y de estado: y seguro sea ese su mayor mérito. Ahora discurro: a veces, en ocasiones, lo más cerca que está el hombre de resolver un conflicto o problema dado es a través del sentido común, de los rumores, del qué dicen las señoras de bien en las intersecciones de las aceras, en una palabra: la chatarra del pensamiento; garantido está por mi disquisición que no siempre uno descubre con sus propios ojos los secretos que la naturaleza nos guarda. En fin, si alguno de ustedes se preguntase por el impacto que causó todo esto en mí, les diré que esa noche continué rutinariamente mi recorrido por la ciudad, sin que este suceso particular capturase mi atención por más que unos instantes. Pero hoy, hoy, que antes de dormir tengo que pensar en algo, los recuerdos de esta historia me acechan y no me permiten apoyar la cabeza en la almohada sin antes sentarme y redactar para ustedes algunos de los pormenores de un importante evento para nuestra anhelada localidad.
OPINIONES Y COMENTARIOS