No hay mal que dure una tormenta,
ni cielos rotos dentro de una nuez,
la daga que un colibrí asesino asesta
para cualquier pecho es mortal.
La mariposa llorando en su párpado
arrojando corazones encendidos,
el precipicio suicidándose en su nido
para no ser flor sin tallo y sin olvido.
En el mar taciturno de silencios
el insomnio siembra soledades,
una copa se traga mal de amores
y los ojos brillan en la más profunda
de las obscuridades.
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