No me habia despertado alegre, una noche un poco incòmoda, daba vueltas en la cama, no podìa dormir. Algo comùn en estos tiempos. Me levantè y me dì la ducha matinal, esa que a veces te levanta el ànimo. Me puse la bata azul, la que habìa comprado hace tiempo. Me preparè el desayuno, mate cocido en saquitos y algunas galletitas. No tenìa ganas de preparar las tostadas con mermelada que como siempre. Mirè por la ventana, un dìa gris, cielo plomizo y esa llovizna finita que moja todo y es molesta. No daba para salir, pero no querìa quedarme en casa. Me dije, «voy a ir al rìo». Me cambiè y me dirigi al auto. Preferì ir por la bajada de la calle Paranà, asì salgo directamente al rìo. Fuì avanzando, frenando ante los lomos de burro, incòmodos por cierto. Cuando llego, estaba la barrera cerrada, aguardando el paso del tren. Esperè a que se abriera y seguì hasta el estacionamiento. Me detuve bajo un àrbol, la llovizna seguìa cayendo, pero no me importaba. Me encaminè hacia el rìo, no habìa viento, las aguas estaban tranquilas y los juncos se mecìan suavemente. A lo lejos se veìan algunos veleros, siempre hay alguno que le gusta navegar a pesar del mal tiempo. Me quedè un rato, contemplando el horizonte que se veìa brumoso por la llovizna. La ciudad de Bs. As. no se podìa ver còmo otras veces, con un dìa radiante. Gente muy poca, claro, con un dìa asì, quien va a salir. Tenìa ganas de tomar algo caliente, pero no iba a ir al bar que estaba ahì. Decidì irme para el lado de Martinez. Estacionè el auto sobre la avenida Alvear y me acordè de ese bar que està en Alvear y Santa Fè. Caminè unas cuadras, entrè y me sentè en una mesa al lado de la ventana. «Un cortado» le pedì a la moza que me atendiò, bonita y simpàtica por cierto. Contemplaba la gente que caminaba y reparè en una pareja de adolescentes que iban tomados de la mano y riendo. Y me dije » ah, el amor» Y que es el amor me preguntè. Interesante, porque el amor no tiene forma ni color, ¿còmo es?. Estaba en eso y me acerca la moza el cortado, humeante y con espuma. Le puse un sobrecito de azùcar y seguì con mi reflexiòn. Es notable que cuando hay amor entre dos personas, para cada uno de ellos es algo diferente. No creo en eso de que uno quiere y el otro se deja querer. Pienso que tiene que ser compartido. Es lo mismo que con la frase «hagamos el amor». Que significa ¿el amor se hace o està?. Ahì tienen que estar las caricias, los abrazos, los besos, etc. Es decir la entrega, uno se brinda al otro sin cuestionamientos, o al menos asì deberìa ser. Siempre me he preguntado, porque no dura el amor. Motivos debe haber cientos. Aunque sostengo cuando uno conoce a alguien, de alguna manera la idealiza y no la ve còmo realmente es. «El amor es ciego» se dice. Uno no acepta al otro còmo es, sino còmo quisiera que fuera y despuès aparece la decepciòn. Me pedì otro cortado porque sentì que era temprano para ir a casa. Eran las 10, media mañana còmo quien dice. Por la vereda de enfrente vì pasar una pareja de gente mayor, digamos 70 o 75 años. El hombre iba con el brazo sobre el hombro de la mujer. Me preguntè «cuantos años harà que estàn juntos». Hijos, nietos, es de suponer, ¿quièn sabe?. Pero se los veìa bien. Que historia habrà detràs de ellos, me dije. Còmo tenemos todos, algùn dìa escribirè la mìa, pensè y me sonreì. Una mujer sentada en otra mesa, me mirò còmo diciendo ¿de que se estarà acordando? La saludè levantando el pocillo de cafè, còmo brindando y me sonriò amablemente. En fin, cosas que a uno se le ocurren. Decidì irme a caminar un poco por Alvear, hacìa mucho que no venìa. Muchos negocios, còmo siempre, al igual que gente mirando y comprando. Me detuve a mirar cuantos edificios de alto habìa. Cuando yo era màs joven (una manera elegante de decir), habìa muchas casas bajas. Muy lindas casi todas, pero el progreso hizo que se demolieran y construyeran esos edificios que parecen pajareras. Lleguè hasta la estaciòn y observè còmo habìa cambiado todo. No me quise poner nostàlgico y fuì a buscar el auto para volver a casa. Seguìa lloviznando, pero no me importaba.
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